Esta maravilla institucional que los demás países se empeñan en ignorar fue una invención peronista. Los convencionales constituyentes del 94 la diseñaron para que Carlos Menem pudiese ser reelecto en el 95 sin necesidad de sumar como mínimo la mitad de las voluntades del padrón. Fue un traje a medida para el riojano que el domingo estrenó Alberto Fernández.
De esa manera el elegido de Cristina Kirchner llega a la Casa Rosada al frente de una primera minoría, robusta, pero minoría al fin, gracias al Pacto de Olivos. Consecuencia: no dispondrá de un poder hegemónico y deberá enfrentar una crisis mayúscula con un respaldo popular recortado. Tendrá casi la mitad del Congreso en contra y el kirchnerismo lo estará vigilando de cerca a la espera de un tropiezo.
Es un presidente sin tropa propia o con la tropa que le puede acercar el reparto de cargos públicos en una época de vacas flaquísimas. A lo que hay que agregar un problema no menor: la brecha profunda que divide la sociedad y que quedó en evidencia el domingo. A pesar de la pésima situación económica con que termina su gestión, Mauricio Macri sumó el 40% de los votos y quedó como líder de una numerosa oposición. Esto, más los votos del exangüe Lavagna, expresaron el temor arraigado de más de la mitad de la sociedad a un retorno del populismo. También el rechazo de los sectores medios al clientelismo y el aparato político que consume cada vez mayores recursos empobreciendo a quienes deben sostenerlo con sus impuestos. Basta echar una mirada al mapa electoral para comprobar que la zona central (Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, CABA y el interior bonaerense) la denominada "zona productiva", rechazó al kirchnerismo/peronismo. La colisión de intereses, de valores y de visión de futuro pocas veces quedó tan expuesta.
FENOMENO INEXPLICABLE
A pesar de la crisis los sectores medios continuaron rechazando a Cristina Kirchner y al kirchnerismo, fenómeno inexplicable si, como aseguran los expertos, el electorado define su voto por la economía, prescindiendo de otros asuntos como la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad y la prepotencia del poder. Fueron estos sectores los que le dieron otra vida a Macri. Los que dieron vuelta la elección en Santa Fe, llegaron al 50% en Mendoza y duplicaron holgadamente a Fernández en una provincia gobernada por el peronismo como Córdoba. Los mismos sectores que ratificaron el apoyo urbano a Cambiemos.
Es inocultable la grieta cultural que la economía no consigue disimular. Una grieta que comenzó a ahondarse en 2003 con la llegada del kirchnerismo al poder, con la puesta en marcha de un programa populista no sólo en la economía, sino también en la política con una impronta autoritaria adversa a la democracia liberal. Una década y media después terminó convirtiéndose en un límite para sus creadores, algo de lo que Macri surgió como inesperado beneficiario. Otra extravagancia del ser nacional, con perdón de Hernández Arregui.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio