Sólo valoramos la salud cuando estamos enfermos. Es natural que así sea. Del mismo modo, apreciamos la normalidad institucional cuando no la tenemos. El kirchnerismo nos hizo notar que muchas cosas que dábamos por sentadas podían perderse si no luchábamos por ellas. La sociedad supo reaccionar a tiempo y evitamos caer por un tobogán que nos llevaba a un autoritarismo similar al venezolano y a una explosión económica y social.
Una de las patologías de la etapa que dejamos atrás era el abuso de los medios de comunicación por parte de la Presidente. El kirchnerismo había montado una red de canales de televisión y radio —entre públicos y privados— que abarcaba casi todo el espectro. Además, con una frecuencia inusitada, la señora de Kirchner nos propinaba esas interminables cadenas nacionales en las que hablaba rodeada de seguidores que la ovacionaban y que solían coronarse, cuando peroraba desde la Casa de Gobierno, con nuevos discursos ante los "patios militantes". La sede gubernamental y el país todo se habían transformado en una unidad básica de La Cámpora.
Ya no tenemos nada de eso. Al contrario, en los canales y las radios públicos hay periodistas de los más variados matices del arco ideológico. El Gobierno es criticado en ellos de la forma más contundente, sin cortapisas de ningún tipo. Políticos opositores desfilan por tales medios en una proporción igual o mayor a la de los oficialistas.
A lo que hay que agregar que el Presidente da periódicamente conferencias de prensa en las que se le puede preguntar de todo. Y en las que, como lo vimos en la de esta semana, responde con firmeza pero también con serenidad las cuestiones que se le someten, sin agraviar a los periodistas por más agresivas que sean sus intervenciones.
Aprovechemos este clima de libertad y respeto recíproco para mejorar todos nuestro compromiso con las instituciones. Entre otras cosas, porque ahora se nos habla con la verdad, con datos ciertos, sin relatos. Tenemos un presidente que da la cara y que tiene el enorme coraje de rectificarse cuando advierte un error. Los infalibles nos llevaron a esta decadencia inaudita de la que trabajosamente vamos saliendo, con modestia, con humildad y con un rumbo claro, el de la consolidación del Estado de derecho y la creación de las condiciones para un desarrollo económico y social sostenible.
Tenemos una oportunidad histórica de superar el estancamiento. Rigen plenamente todas las libertades. Las instituciones son respetadas. El Poder Ejecutivo no avasalla a los ciudadanos ni a los demás poderes del Estado. El Presidente es un ciudadano más, que da cuenta de sus actos, que escucha, que no se empecina en sostener errores o políticas que, aunque no sean equivocadas, no gozan de consensos mayoritarios. No desperdiciemos esta instancia poniendo el foco en las minucias, sin advertir los trazos gruesos de una gestión fundada en la decencia y en la limpieza de sus procedimientos, que nos ha devuelto la confianza del mundo.
Jorge Enríquez
Subsecretario de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires