Ricardo Kirschbaum

El expresidente demoraba una definición que llegó hoy. El libertario crece y el kirchnerismo no sabe cómo disimular el relato. 

El interrogante que Mauricio Macri mantiene abierto sobre sus planes políticos futuros perturba a la oposición. 

La foto de Bullrich con los radicales en Mendoza fue para enviarle un mensaje claro a Morales. 

La campaña electoral está lanzada y paradójicamente no hay candidatos definidos. Hay sí demasiados postulantes en cada una de las coaliciones. 

Larreta se propone hacedor de un milagro: hacer desaparecer la grieta en la Argentina. 

Lanzará su candidatura sin el apoyo explícito del ex presidente pero garantizándole una cuota de influencia en la coalición. Sus socios fuera del PRO y la necesidad de un apoyo político más amplio. 

Detrás de las amabilidades en público entre Alberto y Massa, hay un mar de fondo. 

Otro que está en carrera y anda buscando candidata a vicepresidenta es Juan Manzur, quien proclama que tiene el apoyo internacional para su aspiración. 

Los gobernadores recuperaron el habla y los sindicalistas, también: El peronismo vuelve a caminar, dicen. Quirós es el candidato de Rodríguez Larreta para la Ciudad. Jorge Macri se apoya en su primo y en Patricia Bullrich.

En su fuero íntimo habría esperado, contra toda evidencia, un veredicto favorable que no llegó. 

Mientas el triunfo de Lula en Brasil despertó entusiasmos en el kirchnerismo, ese partido, con el apoyo de algunos gobernadores, empuja la suspensión de las PASO. 

Wado de Pedro siempre ha sido un delegado de Cristina en el gobierno antes que un ministro. 

Los exégetas de Massa se entusiasman diciendo que enfrente no hay candidatos potentes. 

El Presidente, al hablar ante empresarios, buscó posicionarse como una alternativa para el 2023. 

¿Quién garantiza no se partirá el Frente de Todos si se suspenden las primarias? Y Massa comienza a sentir la presión política del kirchnerismo. 

El cambio de actitud del kirchnerismo pondera el tamaño de la crisis, no una vocación genuina. 

El ministro hace ajuste y sube las tarifas. Se siente muy cómodo en sus diálogos con funcionarios de la Casa Blanca, que lo tratan con deferencia y consideración. 

El oficialismo intenta instalar que el autor del ataque a Cristina actuó estimulado por un clima de época. Asombra también atribuirle a la acusación del fiscal contra Cristina, la responsabilidad indirecta del fallido atentado. 

La vicepresidenta no contaba con la astucia de Alberto Fernández que puso sobre la mesa el cadáver insepulto de Alberto Nisman, trayendo a la memoria colectiva el tenebroso final del gobierno de Cristina. 

El gobierno ha descartado una devaluación brusca: la línea de toque es la aguda falta de reservas. Cómo conseguir dólares, el problema de Massa. 

La experiencia que encarna el nuevo ministro de Economía es clave para el futuro inmediato del oficialismo. 

Cristina aceptó un giro hacia la ortodoxia del ajuste. Se asomó al abismo y no le gustó. 

El todavía jefe de la Cámara de Diputados tiene cierto juego propio con Estados Unidos y exhibe ideas económicas mucho más ortodoxas que las que exhibe la Vicepresidenta. 

La crisis muestra la verdadera naturaleza de las cosas. La grieta se ha instalado en el gobierno, está cada vez más concentrado en un puñadito de fieles, mientras el resto de los ministros son observadores y comentaristas de sus desventuras de Palacio.

El ex ministro de Economía pasó de ser el Pibe de Oro (con perdón de los maradonianos) a la condición de mentiroso serial. 

Para Fernández, la culpa siempre está afuera. En eso coincide con Cristina Kirchner. 

La incertidumbre que se acrecentó por la sorpresiva renuncia de Martín Guzmán llenó de zozobra a la sociedad. 

De los tres ministros que no funcionaban para Cristina hoy solo queda uno. Mañana no se sabe si Claudio Moroni continuará en Trabajo porque la sangría puede continuar. 

Para Cristina la solución a la crisis es un capitalismo de Estado que regule todo. Al igual que Cristina, Macri hace lo mismo con sus aliados: el centro no le sirve para ganar. 

Para enderezar el rumbo, el Gobierno necesita un plan y autoridad política. Carece de ambas cosas. 

La pelea de fondo está cantada. No hay espacio para la moderación. 

La Vicepresidenta no piensa en un triunfo a nivel nacional, pero necesita que el libertario fragmente votos y así retener la provincia. En la oposición, la tensión pasa por la decisión del ex presidente. 

La suba de precios será el disparador no querido de los cambios a los que se resiste Fernández. Y Guzmán es el plato principal de ese menú. 

Cristina anuncia tormentas políticas, pero sólo puede producir una tenue llovizna. El problema del PRO es cómo unifica su propuesta para la interna con la UCR. 

Alberto Fernández no está para el despilfarro y necesita un político confiable en Interior. 

La vicepresidenta quiere que le entreguen la cabeza del ministro Martín Guzmán. 

El Presidente ya avisó: no se sacará de encima a los quintacolumnistas que tiene en su gobierno. 

Cerca del Presidente creen que la votación por el acuerdo con el FMI ha establecido por fin una nueva relación de poder. 

La inexperiencia del ministro de Economía le hizo cometer un pecado de soberbia. 

La suerte política del Presidente puede estar hoy en manos de la oposición. 

Lo que hoy está en juego es el precio que las diferentes facciones están dispuestas a pagar. Macri y Cristina saben que deben pasar por las primarias: el método del dedo parece terminado. 

El silencio ante el acuerdo es la concesión más grande que puede hacer Cristina Kirchner. Mientras, y frente a la inflación, Fernández insiste con ideas desopilantes e ineficaces. 

El paso al costado de Máximo Kirchner tiene el límite de la propia realidad. 

Tras el acuerdo con el FMI la alianza oficialista crujió. Alberto Fernández quiere relanzar su gobierno. Agustín Rossi suena en Interior y el camporista iría a Justicia, área que desvela a Cristina. 

Tras el acuerdo con el FMI la alianza oficialista crujió. Alberto Fernández quiere relanzar su gobierno. Agustín Rossi suena en Interior y el camporista iría a Justicia, área que desvela a Cristina. 

Cuando suceda, el acuerdo con el FMI será presentado como un éxito por un Gobierno que no tiene casi nada para mostrar. 

El único reflejo que muestra es culpar al otro, que además lo acaba de derrotar en las urnas. La irresponsabilidad de Máximo que golpea a Alberto Fernández y a Massa. 

La política de sumar aliados de Larreta comienza a demostrar que se necesita una mano política experta para amalgamar posiciones y, sobre todo, ambiciones. 

Todos los que integran el frente oficialista saben que el acuerdo con el FMI es imprescindible para dar alguna certeza pero que pocos están dispuestos a defender y, peor aún, a cumplir si es que finalmente se firma. 

Hace rato que pasó de ser ministro de Economía a ser ministro negociador de la deuda. Si todo termina en febrero, con el bendito acuerdo, esa función se habrá terminado para Guzmán. Es un plazo que ya está instalado. 

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