Ricardo Kirschbaum
Se está produciendo lo que se preveía: el ejercicio del veto vicepresidencial, algo inédito.
La carta ya famosa de Cristina - la de los funcionarios que no funcionan- ahora es superada por el ruido ensordecedor entre los Fernández.
En su afán de confundir la realidad con sus deseos, los funcionarios argentinos parecen creer que Biden es un socialdemócrata, lo mismo que dicen los seguidores de Trump pero con otro sentido.
En la lista de los que están en capilla figuran, entre otros, Luis Basterra, de Agricultura, y Matías Kulfas, de Producción.
Bajar la brecha entre los dólares era una necesidad y Guzmán lo está logrando. Y consiguió una tregua.
Todos los ministros apuntados por Cristina han sido convocados por Alberto o aportados por Massa.
Sobre Roberto Lavagna hay versiones, pero no hay señales firmes del ex ministro: tiene condiciones y Cristina tendría reparos.
La reaparición de Mauricio Macri ha sido acrítica con sus errores y funcional a la visión binaria que domina la política.
El voto condenando la violación de derechos humanos en Venezuela tuvo réditos para Fernández. Para Washington, quedó claro que es lo que la Casa Rosada piensa.
El pase de Sergio Massa a la jefatura de Gabinete, según los rumores, dejaría al Congreso en manos de Cristina y Máximo Kirchner.
La extrema necesidad disparó decisiones y las decisiones fueron para el sector que rápidamente puede atenuar la aguda anemia de dólares. La parábola es también ilustrativa: de la frustrada expropiación a Vicentin, complejo al que iban a convertir en testigo para controlar el mercado, a este acuerdo con sectores del campo, principalmente empresas aceiteras, hubo un trecho en el que la ideología cedió a la realidad.
Esa necesidad es la que empujó a tocar los aranceles de exportación, símbolo de una pelea en la que ni Cristina ni el kirchnerismo enterraron el hacha de guerra. Y el campo, tampoco.
Terminado el acuerdo con los bonistas, que ha pasado sin mucha gloria, todos parecen coincidir en que se necesita un plan, del que Alberto Fernández se jactó de no tener. Ese plan saldrá de la negociación con el FMI. Antes, habrá medidas para contener, si se puede, la crisis económica y social.
Como en aquella película, “Plata dulce”, que marcó toda una época, uno de los protagonistas visita al otro que está preso. Oyen tronar. Llueve. Y la conclusión: Dios es argentino, otra vez la cosecha nos va a salvar. Ya que se esté pensando en el campo es o puede ser un cambio grande que hasta parece un plancito.
La apuesta apunta ahora al Complejo Agroindustrial Argentino, que no es la Mesa de Enlace. Ahí pisan fuerte los aceiteros. Deheza, por ejemplo. Que es decir también Acevedo, el de la Unión Industrial. El anzuelo es la rebaja de retenciones para que liquiden y aumente la oferta de dólares. De paso, para que se preparen bien para la próxima temporada.
La Cancillería fue modelando esta apuesta. Solá conoce de campo y de su potencia. Quiere que su gestión, si trasciende por algo, sea por el aumento del comercio exterior. Propuso en Olivos una carnada más apetecible para el campo: 6 puntos de rebaja de retenciones el primer mes, luego 4, y al final, 2. Alineó a Pesce, el del Central, a Kulfas, y a Beliz. Guzmán objetó. Laudó Fernández y de esa gata parida salió la rebaja de 3 puntos.
El cliente está. Es China. Fernández mostró su diálogo con Xi Jinping. Contado así, parece algo posible. Pero lo posible se construye sobre confianza y ese insumo imprescindible no sobra si Fernández en cada reunión con empresarios tiene que decir que es él quien gobierna, no Cristina. Eso alimenta el desgaste, que obligó a otra herejía para los K, acelerar el ritmo devaluatorio, que Pesce prefiere llamar volatilidad.
Para que el gobierno de Fernández pueda levantar cabeza necesita acertar en la economía. Darle a la sociedad desconcertada y abrumada por la pandemia y el brutal impacto de la cuarentena alguna certidumbre.
El 10 de diciembre este gobierno cumplirá un año. Ese puede ser el momento de volver al contrato de moderación que Fernández firmó en su discurso inicial.
Y también sea el tiempo de una reestructuración en el que los cambios incluyan a Sergio Massa como jefe de gabinete, como ya comentan de viva voz varios gobernadores y empresarios. También, dicen, Cristina y Máximo, que quedarían dominando ambas Cámaras.
Ricardo Kirschbaum
La herramienta electoral que fue eficiente para ganar está mostrando ya con claridad que no sirve para gobernar.
Un elemento central ya se ha devaluado y es la credibilidad del gobierno. Sin recrear la confianza, poco se puede hacer.
El jefe de Gobierno estaba avisado de que vendrían por los recursos de la Ciudad. Lo habían dicho Cristina, Máximo y Alberto.
El proyecto de Presupuesto será clave para saber si habrá ajuste o no en el programa que se negociará con el Fondo.
Parrilli, es decir, Cristina, hizo la provocación cuando ya se sabía de señales de Olivos más conciliatorias con la oposición.
En este toma y daca, a Cristina nadie le cuestiona su liderazgo. A Macri, sí. Uno de sus más antiguos aliado, Ernesto Sanz.
En Juntos x el Cambio todavía no se discuten candidaturas, pero ya hay forcejeos por el liderazgo político opositor.
Cristina precisó de Fernández y del peronismo unido para mejorar su chance frente a los serios cargos por corrupción. Alberto necesita del kirchnerismo más racional, de Massa y de los gobernadores para gobernar.
Las tareas por venir reclaman terminar con la deriva del enfrentamiento, y discutir un plan para salir de la catástrofe.
Sin Alberto, que cosió la grieta del PJ con el kirchnerismo, no ganaban la elección y Cristina estaría en una posición difícil.
Vicentin provoca pujas internas en las que un ala del Gobierno trata de apaciguar una política de hechos consumados
La radicalización obtura las chances de hacer crecer un proyecto más diverso y, por supuesto, refuerza uno de los bordes de la grieta.
Un dato ilustra los votos oficialistas en Diputados: el intento de quitar a la Corte las escuchas hoy no pasaría.
Dicen que este domingo puede ser un día clave en la negociación con bonistas: las diferencias se han acortado bastante
El kirchnerismo presiona en tres flancos. Sobre Santiago Cafiero, Marcela Losardo y Claudio Moroni.
Alberto Fernández tiene un trato amable con Horacio Rodríguez Larreta, quien para Axel Kicillof en público es casi un enemigo.
La ex gobernadora Vidal irá, en 2021, al tope de la lista de diputados. El jefe de gobierno, por más: aspira a la Presidencia en 2023
Pandemia, negociación de la deuda y presión de Cristina Kirchner, los vectores que confluyen sobre Alberto Fernández.
Se llega a este instante crucial con apoyo explícito de la oposición, de empresarios y de sindicalistas.
Alberto Fernández dijo en un reportaje que no piensa en perpetuarse ni “en otro mandato”.
Una característica notoria de la política exterior actual es la fricción o peleas abiertas con gobiernos vecinos.
Cuando el virus pase y la inseguridad vuelva, las consecuencias políticas las sufrirá el Gobierno.
Con el Ejecutivo con poderes extraordinarios por ley y por la pandemia, el Legislativo parado y el Judicial a medias, Cristina levantó el perfil frente a la concentración que recayó en su elegido.
La Cancillería no pidió la ayuda cubana, tampoco Salud, quizá Axel Kicillof, pero su ministro dice que ni.
La política es hoy, aquí y en mundo, tal vez más que nunca el desafío más crudo al sentido común. También demanda gestos simbólicos como el Congreso en acción y la Justicia.
Los daños económicos y sociales que el coronavirus está provocando en el mundo son de gran magnitud.
El presidente concentra el poder y la sociedad en la grave disyuntiva parece dispuesta a tolerar un autoritarismo soft, en el que se gobierna por decreto.
Lo haya buscado o no, la situación produce una enorme concentración de poder en el Presidente.
Selló su alianza con Hugo Moyano, advirtió a empresarios y se prepara para el tiempo que viene.
La cuarentena, método drástico para frenar la circulación del virus, no puede ser indefinida.
Alberto Fernández asumió que el peor escenario por venir necesita de una conducta política distinta.
Ya hay reclamos a Matías Kulfas, ministro de Producción, por la falta de un plan para reactivar la economía.
“Los argentinos estamos condenados al éxito”, dijo Duhalde hace años: la condena tarda en llegar.
Es crucial para el Gobierno tener éxito en la negociación por la deuda.
Alberto Fernández está convencido que en Bolivia no hubo fraude como lo afirmó la OEA, que auditó los resultados de esos comicios por pedido de Evo Morales.
Fue el primer choque entre el oficialismo y la oposición, luego que Alberto decidiera que no haría cambios en la ley.
La sorpresiva aparición del embajador Scioli.
El objetivo del plan es patear la deuda y usar ese dinero para reactivar la economía y sacarla de la recesión.
Ni tan cerca de Maduro ni tan lejos, esa es la posición que es lo más cercano a la indefinición.
Hace una semana, el Presidente volvió de una gira importante: la interna, rápido, la opacó.