Carlos Mira

 

Más allá de las respuestas “por la positiva” que todos los dirigentes de Cambiemos han reiterado cada vez que se les preguntó por los dichos de Elisa Carrió (que Cambiemos es una coalición horizontal en donde el verticalismo militar o militante no va y que cada uno puede tener posiciones diferentes) resulta obvio que el tenor de lo dicho por Lilita no es chiste.

 

 

No hay dudas de que el horizonte económico de la Argentina no verá luces resplandecientes como mínimo hasta abril. Serán siete meses en donde deberán echar raíces -si se hacen las cosas bien- los cimientos duros de una nueva recuperación.

 

 

No es ninguna novedad que el peronismo es ladino, sucio, jodidamente mal parido.

 

 

Teniendo en cuenta los problemas económicos que atraviesa Argentina y la falta de soluciones que el gobierno de Cambiemos parece tener a la mano, una pregunta se transforma cada día en más acuciante: ¿Puede Cristina Fernández ganar las elecciones de 2019?

 

 

Cristina Fernández en el Senado volvió a hacer lo que más le gusta: hablar para que la escuchen. Es lo único -junto con el robar dinero ajeno- que realmente ama en la vida: hablar para que la escuchen y que la crean una gran oradora.

 

 

Una vez liberado el contenido de los Cuadernos de las Coimas K (el nuevo “CCK”) se va presentando un interesante debate (uno entre tantos) que hace a un distingo posible entre “coimas” y “chantaje”.

 

 

Los países pueden perfectamente decidir vivir sin Fuerzas Armadas. Si han hecho sus evaluaciones y por los motivos que fueran llegan a la conclusión de que no las necesitan, pueden, efectivamente, prescindir de ellas.

 

 

Todos recuerdan el éxito mundial de aquella película protagonizada por Anthony Hopkins y Jodie Foster -The Silence of the Lambs- que fue traducida en nuestro país como “El Silencio de los Inocentes”. Pues bien parece que la actualidad de la Argentina se las ha ingeniado –como de costumbre- para dar vuelta todo aquello y proponer “el silencio de los culpables”.

 

 

El Código Civil, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, convertido en la ley número 340 de la nación por el Congreso de septiembre de 1869 y que entró en vigencia el 1 de enero de 1871 contenía en varias de sus disposiciones un giro del lenguaje que remitía al “curso natural y ordinario de las cosas”.

 

 

El presidente ha decidido meter cambios en el equipo. En tiempos de Mundial, en donde los tiempos son cortos y un resultado insatisfactorio puede decidir al técnico a introducir modificaciones sustanciales, el presidente se parece a un cabeza de grupo que debe echar mano al banco porque lo que le ha entregado el equipo que puso en cancha hasta ahora no solo no lo ha conformado a él sino que tampoco ha despertado el enamoramiento del público.

 

 

Resulta bastante obvio a esta altura que Cristina Fernández no considera completada su tarea de destrucción física y moral de la Argentina.

 

 

La inflación se va transformando de a poco en el monstruo que si el gobierno no logra dominar, pondrá en jaque su futuro político.

 

 

La marcha pasó y los problemas argentinos siguen siendo los mismos. A la Argentina le cuesta entender que la cultura callejera es la causa y no la solución de los problemas.

 

 

La manifestación convocada por Hugo Moyano para el miércoles 21 es una de las mentiras políticas más impresionantes de los últimos tiempos. Y también una de las burdeces de la izquierda más obvias y evidentes.

 

 

Si algo le faltaba al aquelarre peronista era el pretender juntarse con el trotskismo chavista, defensor de Maduro y aspirante al golpismo institucional contra el gobierno democráticamente electo y democráticamente ratificado.

 

 

En medio del esquizofrénico debate sobre la inseguridad -en donde al mismo tiempo la sociedad (o parte de ella) tiene al tema como su preocupación número uno pero se alarma porque Chocobar mata a un homicida (porque más allá de que Wolek se salvó, no caben dudas que el delincuente quiso matarlo de más de 10 puñaladas) y pide que la Justicia actúe contra el policía- en silencio y sin que nadie sepa mucho sobre el tema, el gobierno se dispone a nombrar al sucesor de Gils Carbó.

 

 

El 8 de diciembre a la mañana Joe Wolek caminaba tranquilamente por el paseo Caminito en La Boca, despuntando su vicio de fotógrafo profesional mientras disfrutaba de unos días de descanso en Buenos Aires.

 

El espectáculo que el fascismo vernáculo nos hizo vivir la semana pasada sirvió para poner en blanco sobre negro algunas cuestiones que venían confusas o al menos camufladas en la Argentina.

 

Después de las elecciones del 22 de octubre parecía que la Argentina ingresaba en una zona de diálogo y acuerdos, propia de un año por venir sin elecciones y donde el Justicialismo se suponía que debía recomponerse y entregar a la sociedad una imagen aggiornada y más apegada al centro político que era lo que el país había votado en las elecciones de medio término.

 

Si alguien preguntaba tan solo dos años atrás qué era el RAM, estoy seguro que nadie hubiera podido responder con seguridad.

 

Ahora resulta que también tenemos problemas con los “pueblos originarios”. Este país es francamente un chiste. La cantidad de gente que invierte su tiempo en desarrollar una idea que les permita vivir de la succión de la sangre pública como las garrapatas viven de la sangre del perro es increíble. Cada día nos enteramos de una nueva.

 

Mientras todo está teñido de pesadumbre en relación a la desaparición del ARA San Juan con sus 44 tripulantes a bordo, empiezan a conocerse las primeras sospechas de que aquí tampoco estuvo ausente la corrupción, el curro y el robo.

 

Ayer ha sido un día de “dicharacheros”, de gente que ha decidido ponerse hablar para decir lo que sabe sobre hechos políticos o de corrupción que han caracterizado los últimos años de la Argentina.

Más allá del final que puedan tener las negociaciones comenzadas, uno tiene la sensación de que en la Argentina se están discutiendo cuestiones nodales que constituyen el corazón de muchos de los inconvenientes que, como capas geológicas, se han ido acumulando durante todos estos años.

 

Ahora que Dujovne habló empiezan los chirridos. Era lógico. Son los números reales los que determinarán de modo real y concreto lo que el presidente solo esbozó metafóricamente: “todos deberán ceder un poco”.

 

La detención de Julio de Vido y las fotos en las que aparece hoy como un presidiario más, de frente y perfil, como un malviviente que ingresa a una establecimiento penitenciario por las pruebas delictivas que se acumularon en su contra, constituyen una escenografía muy fuerte para la Argentina.

 

El tono delirante de Cristina Fernández hizo juego con la metáfora electoral que utilizó en el estadio de Racing: “Si Evita viviera votaría a Cristina, Perón a Taiana y los dos juntos a Unidad Ciudadana”.

 

Las cosas que entran dentro de la “normalidad” argentina dan un poco la pauta de cómo somos como país y de cómo hemos llegado hasta donde llegamos.

 

La inminente revelación oficial del informe pericial que determina que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado, va a poner de manifiesto una serie de cuestiones que confirmarán por qué la Argentina es un país sin ley y sin Justicia.

 

El animus jodendi de la Argentina del pasado y de los que continúan con una telaraña revolucionaria que les anula el entendimiento y les tapa la visión sigue haciendo de las suyas en el país.

 

Si algo faltaba en la Argentina para que la sociedad tome conciencia de aquello a lo que están dispuestos los que no se resignan a perder el poder y a usar el Estado como un botín de guerra propio, eso es lo que está ocurriendo con el caso de Santiago Maldonado.

 

La movilización de ayer, que volvió a mostrar la escenografía de un pasado adornado por la liturgia peronista -incluidas sus propias riñas internas, trasmitidas sin piedad al seno de la sociedad llevándola incluso a luchas sangrientas aun no cicatrizadas- parece haber gatillado una nueva etapa del gobierno de Cambiemos y en especial del presidente Macri.

 

La suspensión y la habilitación del juicio político de Eduardo Freiler es una gran noticia en el sentido de desandar el camino minado dejado por el kirchnerismo para que la corrupción y el robo que ellos protagonizaron no pueda ser investigardo.

 

Nuestro colega, y ahora casi diputado Fernando Iglesias, ha escrito su libro “Es el peronismo, estúpido” en donde demuestra para usar sus palabras (con datos incontrastables) “cuando se jodió la Argentina”.

 

El episodio del contador Manzanares resulta francamente dantesco. Si acaso existe una profesión en donde, en principio, el sujeto en cuestión podría hacer la “Gran Olmedo” (cuando disfrazado de Pai brasileño y con cara de asombrado le decía a Portales -el padre de la “nena”-  cuando éste lo acusaba de cuanta estafa había bajo las estrellas, “¿Eu?”)

 

¿Cuál es el patrón de pensamiento de Cristina Fernández?, ¿cuál es el vector que dirige sus acciones y en función del cual toma decisiones?

 

La cara de piedra del kirchnerismo realmente no tiene límites. Primero considero que entre el último presidente militar Reynaldo Bignone y Néstor Kirchner no hubo nada. Se dio el lujo de ignorar el juicio a las juntas, el Nunca Más, a Sábato, a Strassera. Nada de eso ocurrió para los refundadores de la Patria. Solo ellos.

La cara de piedra del kirchnerismo realmente no tiene límites. Primero considero que entre el último presidente militar Reynaldo Bignone y Néstor Kirchner no hubo nada. Se dio el lujo de ignorar el juicio a las juntas, el Nunca Más, a Sábato, a Strassera. Nada de eso ocurrió para los refundadores de la Patria. Solo ellos.

En el país hay una rara impresión por la contradicción que suponen las dos sensaciones que se están teniendo al mismo tiempo: que no se está haciendo nada y que se está haciendo mucho.

En el país hay una rara impresión por la contradicción que suponen las dos sensaciones que se están teniendo al mismo tiempo: que no se está haciendo nada y que se está haciendo mucho.

 

La economía según dicen algunos ya no es para el gobierno la herramienta que le dará el triunfo electoral. Esos mismos predictores dicen que la administración de Macro está convencida que debe pasar el vado de medio término con un triunfo basado en la política.

Cristina Fernández sigue creyendo que la mentira la llevará a alguna parte. Aun no advirtió que ese camino, en realidad, al único lugar al que la ha acercado es a la cárcel.

Cristina Fernández sigue creyendo que la mentira la llevará a alguna parte. Aun no advirtió que ese camino, en realidad, al único lugar al que la ha acercado es a la cárcel.

 

¿Cuál sería la palabra que elegiríamos si nos pusieran en el brete de tener que definir con un solo término al gobierno de Cambiemos? Yo elegiría la palabra “tibieza”.

 

El gobierno del presidente Mauricio Macri necesitó de una demostración que rechazó hasta el cansancio para renovar su energía y mostrarse revigorizado frente al golpismo kirchnerista.

 

La política de extorsión que la oposición kirchnerista está desplegando contra el gobierno del presidente Macri tiene un origen social.

Los gremios docentes, el aparato sindical peronista y otras versiones más radicalizadas del populismo encuentran su base de sustentación en una parte de la sociedad que aún cree que Macri es liberal, que gobierna para los ricos y que poco menos que es un usurpador del poder.

No hay que olvidar que fueron necesarios 12 años de fascismo para ganar una elección por apenas tres puntos. Supongamos que el aparato dispuesto a todo que aun manejaba el gobierno anterior haya podido manipular cinco puntos porcentuales de votos: igual, fueron necesarios 12 años de fascismo para tener una diferencia de apenas ocho puntos (repetimos, en el caso –muy posible- que el gobierno que fiscalizaba aquella elección hubiera podido fraguar 5% de los sufragios)

Esta aritmética nos demuestra que aun subyace en el fondo del alma argentina un sustrato antidemocrático, inconstitucional, fuertemente refractario de la relación con el mundo y altamente apegado a métodos violentos, que incluso está dispuesto a que le roben en la cara con tal de no ver a quienes ellos no soportan en el poder.

Sin la seguridad de poder especular con ese espíritu, lo que estamos viendo en las calles y en las increíbles argumentaciones de los docentes y de los sindicalistas no sería sencillamente viable. Lo es porque hay un entramado social que aun vota esos procederes y legitima esas conductas.

Y no hay dudas de que la introducción del fanatismo en la política argentina lleva la marca registrada del peronismo.

Eva Perón, ya que estamos con el tema docente, no tenía ningún pelo en la lengua para reclamar, no maestros inteligentes y capaces, sino “fanáticos” a quienes se les exigiría un cheque en blanco de lealtad a Perón para adoctrinar a sus alumnos desde los primeros años escolares, bajo la amenaza de “exterminarlos” (dixit) si no cumplieran con su cometido.

Fue el propio Perón el ideólogo de “ganar las calles a palazos, rompiendo cabezas y vidrieras” para imponer la dictadura peronista (como él mismo la definió, al negar que en la Argentina hiciera falta la “libertad política”)

Lamentablemente la Argentina no pudo sacarse ese virus de su sangre aun hoy. Piensen ustedes lo que era Alemania 62 años después de finalizada la guerra; en 2007 para ser más precisos: poco menos que la segunda potencia mundial, el motor de Europa, absorbiendo el lastre del experimento soviético de la Alemania Oriental sin mayores cataclismos… Una potencia.

Ese mismo tiempo, 62 años, han pasado desde que Perón dejó el poder en 1955 y la Argentina sigue en el tobogán de las costumbres populistas sin poder extirparlas de sus reacciones espontáneas.

En la vigencia de ese conjunto de ideas y creencias se basa la extorsión gremial, el delirio kirchnerista y el estancamiento del país. Solo con ciudadanos que votan como votan el país puede tener un tercio de su población en la pobreza, sin agua corriente, sin cloacas, eligiendo representantes como Baradel y diputados como Kicillof o De Vido.

Hay una enorme responsabilidad social detrás de una debacle que es inexplicable en términos mundiales. Y es esa misma mentalidad la que mantiene y hace posible los cortes de calles, los piquetes, las extorsiones sindicales y las expectativas del populismo.

Ese populismo sacó casi 49% de los votos en la última elección. No hay que olvidar ese detalle. Supongamos que hubo algún “dibujo” en esos números, digamos que las cifras reales fueron 56 a 44… Igual, ¡es un disparate que en un país civilizado una manga de ladrones como la banda delictiva que gobernó hasta diciembre de 2015, saque 44% de los votos! Solo en un país muy desquiciado ocurre eso. ¿Se imaginan al fascismo italiano, al nazismo alemán o al franquismo español sacando el 44% de los votos en cualquier elección europea de alrededor de 2007?

Europa sepultó ese virus. Argentina no pudo. Aun hoy lo padece, 62 años después. Ese virus es el que explica a Baradel y a Bonafini; a Fernández y a Parrilli; a De Vido y a Kicillof.

Muchos se hicieron millonarios, de paso cañazo, con el cuento del nacionalismo y del verso “popular”. Mientras millones caían en la pobreza más humillante.

Si esas bacterias no son removidas del torrente sanguíneo argentino, podrá haber mucha disposición a dialogar, mucha intención de cambiar las cosas gradualmente, muchas buenas maneras. Pero el foco infeccioso continuará y con él será difícil abandonar la decadencia.

Carlos Mira

El discurso del presidente Macri para inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso marcó varias pautas más allá de la letra pura y simple del mensaje. No solo para el gobierno que preside, sino para la oposición.

 

Obviamente producir un comentario crítico para el gobierno, para el presidente y para algunos ministros en el momento actual es una de las tareas más fáciles que un periodista tiene a mano: torpezas con la liquidación del aumento jubilatorio que corresponde por ley, manejos desafortunados en el tema del Correo Argentino, el desandar del camino del DNU en materia de reformas al sistema de ART (que finalmente tomará la forma de ley con la aprobación en Diputados), la marcha atrás con los feriados “puente”, en fin, una serie de tropiezos –la mayoría de ellos gratuitos y evitables- que han generado un clima raro, que no llega a ser de rechazo (porque el gobierno tiene la suficiente dignidad, plasticidad y modestia de retractarse, cosa que durante el kirchnerismo eso era algo así como un sacrilegio) pero que sí trae dudas sobre la eficiencia y la pericia necesarias para gobernar.

 

El gobierno del presidente Macri enfrenta un enemigo cruel: el tiempo. Necesita producir hechos que peguen rápido en la vida cotidiana de la gente porque las elecciones de medio término son este año y ellas marcarán el rumbo de su gobierno por el resto del mandato.

 

Sergio Massa podría tener una oportunidad histórica en la Argentina: no caer en la demagogia para hacer oposición política. Pero parece que no está dispuesto a tomar a tomar ese guante que la vida le ofreció.

 

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