Carlos Mira
La conquista del poder cultural es previa a la del poder político.
Y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales
orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación,
expresión y universitarios.
- Antonio Gramsci
El gobierno que se inaugurará el 10 de diciembre será un gobierno cuyo motor será la venganza kirchnerista.
Lo más probable es que el desbordado Alberto Fernández pretenda imponer un megaimpuesto al ahorro argentino en el exterior. El presidente electo, cuando asuma, irá por el camino del robo.
Si quisiéramos tener un adelanto de lo que va a ocurrir en Argentina en materia de populismo, improductividad, miseria, revanchismo y odios, no hace falta más que ver la declaración emitida ayer por el Congreso respecto de la situación en Bolivia y escuchar algunos de los discursos emitidos por los legisladores.
En las últimas horas los argentinos hemos asistido a una pléyade de comentarios que francamente confirman las peores sospechas. Ya veníamos de Moyano, proponiendo “hacérsela pagar” a los periodistas que lo investigaron y de la “mecha corta” de Grabois, el niño bien devenido a revolucionario que saldría de caño si lo mandaran a juntar cartones.
Muchos se preguntan cuál será el futuro de Juntos por el Cambio, ahora que la campaña terminó.
La victoria de la derrota fue muy notoria en la cara del presidente. Relajado, con una sonrisa distante y melancólica apareció solamente acompañado por Miguel Pichetto. El escenario parecía enorme para ellos dos solos. Pichetto no habló. Solo lo hizo el presidente.
Maduro es tan burro, pero tan burro, que acaba de querer despegarse de lo que está ocurriendo en varios países de América Latina luego de confesar, en el mismo discurso, que lo que sucede en la región fue cuidadosamente planeado en el Foro de San Pablo y que lo que idearon allí “va mejor y más rápido de lo que pensaban”.
Si bien la mayoría de la atención periodística sobre la nueva presentación de Cristina Fernández en el Calafate de su libro (mintiendo) “Sinceramente”, se centró en sus dichos sobre que el presidente no es “chispita” para gobernar (dicho esto entre paréntesis: ella sí que lo fue, robando lo que robó para su goce personal…!!) y sobre su insistencia en la responsabilidad del periodismo por lo que a su juicio constituye un blindaje de silencio sobre las políticas del presidente, lo que a mí me pareció más sugestivo es algo que la jefa de la mayor banda de corrupción pública que el país haya conocido jamás dijo al pasar: “se vienen tiempos difíciles en la Argentina, vamos a tener que hacer muchos sacrificios…”.
El impresentable Horacio González -que podría utilizar mejor su tiempo aseando su persona- acaba de decir que hay que reescribir la historia para darle una valoración positiva a los guerrilleros de los ‘70. Si, si a aquellos que asesinaron a casi 2000 inocentes hay que reivindicarlos y -supongo, según él- elevarlos a la categoría de héroes nacionales.
En los últimos días circuló un documento falso con el membrete y el logotipo del Instituto Patria encabezado con el título “Confidencial” y el subtítulo “Documento Final del Seminario Estratégico ‘Plan de Gobierno 2019 – 2023’”.
Lo que hemos escrito aquí durante años está saliendo a la luz como los hongos después de una intensa lluvia en el campo: el fascismo está desesperado por regresar al poder y no descarta ninguna opción con tal de conseguir su objetivo.
El único punto que desconcierta (y hasta por ahí nomás) en el Frente de Todos es Alberto Fernández.
Las reacciones que estamos presenciando en la sociedad podrían ser tomadas tranquilamente como una explicación sintética de qué clase de país tenemos, qué clase de gente tenemos y, por ende, que tipo de futuro nos espera.
Muchos kirchneristas se regodeaban al ver a la gente alrededor del Monumento a la Bandera, en lo que fue una nueva apropiación partidaria de un símbolo de todos. Como ellos se asumen el todo creen que pueden apropiarse legítimamente de lo que en realidad le pertenece a la Argentina.
Las declaraciones de la jefa de la banda sobre Pindonga y Cuchuflito han tenido ya a esta altura muchas interpretaciones, análisis y comentarios. Por eso solo nos vamos a centrar en esta columna en algunas cuestiones que aparecen en los márgenes.
El gobierno del presidente Macri, a través de los ministros Bullrich y Finochiaro, anunció la creación de un programa llamado “Servicio Cívico Voluntario” consistente en proveer una serie de servicios para chicos de entre 16 y 20 años que no trabajan ni estudian (es decir que no hacen nada en la vida) y que estaría a disposición en todo en el país en sedes de la Gendarmería.
Alberto Fernández sigue entregándonos cápsulas invaluables de cómo entiende la vida y del profundo conflicto que tiene con cuestiones simples que tienen que ver, no con la alta política o la economía, sino con el simple sentido común y hasta con la aún más primitiva cronología.
La campaña oficial de spots radiales y televisivos ha comenzado. Como no podía ser de otra manera el del totalitario “Frente de Todos” emplea la mentira y la malicia. Era lógico.
Finalmente, las listas se cerraron. Pero por la experiencia argentina ahora vendrán las impugnaciones, las denuncias… Es normal, en un país anormal.
Es posible que a muchos les importen poco las señales semánticas. Pero ellas son, muchas veces, un atajo sencillo para entender por anticipado lo que está por suceder.
Nada de lo que haga Cristina Fernández es creíble, si por creíble entendemos conductas que tengan como horizonte el bien del país. A Fernández nunca le interesó otra cosa que ella misma y sus intereses. La gente, la Argentina, el futuro de la nación no le importan nada.
Los primeros sorprendidos deben haber sido sus propios seguidores, los que necesitan recibir su vómito de odio para expiar su resentimiento. Seguro que la sorpresa no fue la misma para aquellos que nos oponemos con todo lo que tenemos a sus designios autoritarios y de populismo radicalizado: esa franja de gente conoce desde hace rato sus dotes de actriz.
No hay dudas que cuando un individuo o una familia tiene problemas para llegar a fin de mes tiene dos caminos para intentar solucionar la dificultad: aumentar ingresos o disminuir egresos, o, probablemente una combinación balanceada de ambas cosas.
¿Es posible un jubileo de las deudas en la Argentina? La pregunta surge porque en los EEUU son cada vez más los que están previniendo contra un posible jubileo de las deudas privadas de los ciudadanos dado que las proyecciones del nivel de endeudamiento del americano medio es de tal magnitud que ya muchos creen que esa deuda es impagable y que está produciendo un efecto bola de nieve cuya única solución será un “paga Dios”.
La semana pasada, Luis D’Elía, desde los micrófonos de su Radio Cooperativa dijo lo que Cristina Fernández piensa: que si ganan las elecciones implantarán un dictadura nacionalista popular revolucionaria, que cambiará la Constitución, confiscará las empresas, nacionalizará la banca y el comercio, introducirá una reforma agraria y urbana (léase expropiar propiedades de segunda vivienda o desocupadas, como mínimo), “expoliará” (dixit) Clarín, echará a todos los jueces federales y meterá presos a los que pusieron entre rejas a sus secuaces.
La mafia no va a cesar así nomás frente al avance de la verdad. Pese a la noble frase de Stornelli, “la verdad lo soporta todo”, lo cierto es que, en el mundo en general y particularísimamente en la Argentina, la mentira, el embarre de la cancha, la confusión, el elefante dentro de una manda de elefantes, han sido parte de la táctica histórica de los totalitarismos y de los regímenes que esclavizan a las sociedades.
El ex presidente Lula de Brasil acaba de recibir una nueva condena a casi 13 años de prisión más sus adicionales de inhabilitación para ejercer cargos públicos por nuevos hechos de corrupción comprobados durante su presidencia y que lo tuvieron a él como directo beneficiario.
El saldo del año 2018 resulta francamente magro para la Argentina. Ninguno de los pronósticos que registraban las consultoras hacia el fin de 2017 se cumplió, todos fallaron.
Lo que está haciendo la Corte Suprema de Justicia –o al menos parte de sus miembros- es francamente repugnante. Estoy seguro que si cayera en consulta en sus manos la causa de Boudou, la Corte dispondría su inmediata liberación.
No hay dudas de que el gobierno de Cambiemos ha cometido muchos errores en su gestión. Medidas equivocadas, decisiones erróneas, lecturas tergiversadas de la realidad; en fin, un abanico muy grande de oscuridades que han hecho que se consuma prácticamente su primer período de gobierno sin lograr un cambio notorio hacia mejor de las condiciones de vida generales.
Obviamente a estas alturas es todo muy obvio lo que puede decirse del escándalo que vivió la Argentina durante el fin de semana y que fuera trasmitido en directo a todo el mundo como una muestra de la despampanante desorganización que somos como país y de la obscena impunidad con que los mafiosos se salen con la suya.
La Argentina está siendo escenario de varios espectáculos dantescos al mismo tiempo. La mayoría de ellos, muchos de nosotros, suponíamos que ya eran objetos del pasado y que nunca más íbamos a tener que soportarlos.
El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil plantea distintos interrogantes no solo para la Argentina, sino para toda la región. Pero en especial lo hace para el presidente Macri.
El viernes un fiscal de Neuquén consideró que tirar piedras no es delito en tanto no se verifique un daño.
Más allá de las respuestas “por la positiva” que todos los dirigentes de Cambiemos han reiterado cada vez que se les preguntó por los dichos de Elisa Carrió (que Cambiemos es una coalición horizontal en donde el verticalismo militar o militante no va y que cada uno puede tener posiciones diferentes) resulta obvio que el tenor de lo dicho por Lilita no es chiste.
No hay dudas de que el horizonte económico de la Argentina no verá luces resplandecientes como mínimo hasta abril. Serán siete meses en donde deberán echar raíces -si se hacen las cosas bien- los cimientos duros de una nueva recuperación.
No es ninguna novedad que el peronismo es ladino, sucio, jodidamente mal parido.
Teniendo en cuenta los problemas económicos que atraviesa Argentina y la falta de soluciones que el gobierno de Cambiemos parece tener a la mano, una pregunta se transforma cada día en más acuciante: ¿Puede Cristina Fernández ganar las elecciones de 2019?
Cristina Fernández en el Senado volvió a hacer lo que más le gusta: hablar para que la escuchen. Es lo único -junto con el robar dinero ajeno- que realmente ama en la vida: hablar para que la escuchen y que la crean una gran oradora.
Una vez liberado el contenido de los Cuadernos de las Coimas K (el nuevo “CCK”) se va presentando un interesante debate (uno entre tantos) que hace a un distingo posible entre “coimas” y “chantaje”.
Los países pueden perfectamente decidir vivir sin Fuerzas Armadas. Si han hecho sus evaluaciones y por los motivos que fueran llegan a la conclusión de que no las necesitan, pueden, efectivamente, prescindir de ellas.
Todos recuerdan el éxito mundial de aquella película protagonizada por Anthony Hopkins y Jodie Foster -The Silence of the Lambs- que fue traducida en nuestro país como “El Silencio de los Inocentes”. Pues bien parece que la actualidad de la Argentina se las ha ingeniado –como de costumbre- para dar vuelta todo aquello y proponer “el silencio de los culpables”.
El Código Civil, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, convertido en la ley número 340 de la nación por el Congreso de septiembre de 1869 y que entró en vigencia el 1 de enero de 1871 contenía en varias de sus disposiciones un giro del lenguaje que remitía al “curso natural y ordinario de las cosas”.
El presidente ha decidido meter cambios en el equipo. En tiempos de Mundial, en donde los tiempos son cortos y un resultado insatisfactorio puede decidir al técnico a introducir modificaciones sustanciales, el presidente se parece a un cabeza de grupo que debe echar mano al banco porque lo que le ha entregado el equipo que puso en cancha hasta ahora no solo no lo ha conformado a él sino que tampoco ha despertado el enamoramiento del público.
Resulta bastante obvio a esta altura que Cristina Fernández no considera completada su tarea de destrucción física y moral de la Argentina.
La inflación se va transformando de a poco en el monstruo que si el gobierno no logra dominar, pondrá en jaque su futuro político.
La marcha pasó y los problemas argentinos siguen siendo los mismos. A la Argentina le cuesta entender que la cultura callejera es la causa y no la solución de los problemas.
La manifestación convocada por Hugo Moyano para el miércoles 21 es una de las mentiras políticas más impresionantes de los últimos tiempos. Y también una de las burdeces de la izquierda más obvias y evidentes.
Si algo le faltaba al aquelarre peronista era el pretender juntarse con el trotskismo chavista, defensor de Maduro y aspirante al golpismo institucional contra el gobierno democráticamente electo y democráticamente ratificado.