Con su tozudez habitual, reinició una nueva saga política: un viaje internacional bastante extraño (Grecia y Bélgica, los destinos elegidos, son dos países que se mantienen, por distintas razones, al borde de una cornisa); con el objetivo de renovar su carrera al estrellato, tratando de deslumbrar a los incautos que siempre quedan en alguna parte.
Alguien mal informado parece haberle susurrado al oído que los jueces no la autorizarían a viajar por su procesamiento para perjudicarla y que ello le daría un renovado “aire popular”. Se equivocaron. Solamente la escarnecieron imponiéndole una fianza ridícula que no le dio pie para armar una tremolina, habida cuenta del monto millonario de los hechos de corrupción que le imputan.
Luego, adoptó el papel de “la femme pauvre”, como la vapuleada protagonista de la célebre obra de Leon Bloy, y aceptó que Recalde pagara su fianza, montando un acto de simulación “heroica” que no tuvo el impacto pretendido.
Después, las “bajó” del viaje a Florencia y su nieta, lo cual no generó ningún impacto emocional entre la gente, porque ¿qué hubieran hecho en Europa al fin y al cabo durante una semana y media? ¿Shopping para que Flor se consolara de los 5 millones “verdes” alojados en su caja fuerte que “se miran y no se tocan” por disposición judicial? ¿O adquirir pañales y biberones del primer mundo para su hijita?
Henry Longfellow hubiera dicho del viaje de esta izquierdista “pour la gallerie” inmensamente rica, que lo mejor que puede hacer uno cuando llueve es…dejar que llueva. En el caso de Cristina ya no es más lluvia ácida, sino una garúa sin fuerza que parece salir de la flor de una ducha con la cañería pinchada.
Lo más divertido de esta nueva mini saga, es el abandono de la escala en Inglaterra, donde no iba a “disertar” en la Universidad de Oxford como se dijo, sino en una asociación de egresados.
Igual que Maduro, cuando habla con el “pajarico” que le envía Chávez del más allá para corregir sus “desvíos” (¿), Cristina recibió en los días previos al viaje, según manifestó, mensajes de “el que está allá arriba” (no Dios, sino su ex marido Néstor), quien al parecer le aconsejó -vaya a saber por qué medio de ultratumba-, que se quedara aquí para pelear por la controversia generada por la sentencia de la Suprema Corte de Justicia respecto de la aplicación del 2x1 y su impacto en relación con los derechos humanos imprescriptibles por delitos de lesa humanidad.
Esos derechos humanos que los Kirchner bastardearon para poder robar más cómodamente entre bambalinas.
La Fernández evidencia que no es más que una pobre mujer con dinero mal habido, que cuando se pone a interferir en un problema que intenta resolver, crea otros dos, olvidando que el secreto para no jorobar la vida a los demás, es no intentar la solución de algunos asuntos para los cuales no tenemos “expertise”.
En ella se cumple una tradición que sostiene que hay personas que vienen al mundo de modo armónico y natural, y comienzan a salir de él con escándalo y protesta, sintiéndose víctimas de algún tipo indebido de agresión de la naturaleza, lo que les impide lograr una reconciliación con ellos mismos.
Son generalmente los megalómanos que creen ser el centro del universo y se convierten finalmente en enigmáticos residuos que uno desea desaparezcan de escena cuanto antes, tratando que no ocurra su indeseable retorno, sintiendo la tentación de conservarlos en salmuera dentro de un frasco de vidrio cerrado, para que la posteridad sepa de qué especies malignas debe prevenirse.
Cuando la oímos twitear refiriéndose a verdades inasimilables, recordamos las palabras de Nietzsche: “SOLEMOS LLAMAR VERDADES A NUESTROS ERRORES IRREFUTABLES, O SEA AQUELLOS CUYA FALSEDAD ES FÁCIL DE DEMOSTRAR E IMPOSIBLE DE ASUMIR”.
¿Y octubre nos preguntan?
Respondemos: sólo un infundado temor de que vuelva este verdadero esperpento del pasado puede inquietar a quienes, “por si acaso”, menean la cola alrededor de Cristina, a quien Evelyn Waugh le haría decir, por medio de alguno de sus personales aristocráticos: “¿Morir yo? ¡Pero si siempre he bebido el mejor clarete…!”
Que el 25%, que el 30%, que el 35%. Que aquí no, pero en La Matanza sí. Que los Intendentes se reúnen con ella. Que Parrilli vocea sus “pelotudeces”. Son todas cuestiones circunstanciales.
La reciente votación francesa de la que acaba de salir electo Emmanuel Macron, indica que el mundo está alejándose de políticos cuya retórica ya no zumba en los oídos de nadie dándoles la espalda. Entre nosotros, Macri está asimilado como Macron a los “outsiders” de un sistema ajado, corrupto y altamente ineficiente que se cae a pedazos y mantiene como aquél las esperanzas abiertas a una nueva era, donde las “cosas del hacer” recobren el lugar de donde fueron expulsadas por centenares de miles de políticos irresponsables.
El futuro de “un tiempo que ni vuelve ni tropieza” (Góngora), dirá como siempre su última palabra.
Estamos convencidos que la sociedad se ha transformado en los últimos tiempos, y cuando llegue el momento de depositar nuevamente el voto (en el supuesto caso que CFK decida ser candidata) no recomprará las promesas de “renovación de alto impacto” de quien ha perdido totalmente el sentido de la oportunidad –si alguna vez la tuvo-, y habla de cosas contradictorias que nadie entiende bien.
¡Qué lindo hubiera sido que confirmara su visita al Club de Oxford! Quizá la hubieran puesto en peores aprietos que los de su primera visita (porque hoy parece estar mucho más despistada). Aquella oportunidad en la que defenestró a los asistentes, enrostrándoles que la calidad de las preguntas que le hacían eran más dignas de la Universidad de La Matanza, estigmatizando burdamente a muchos que, aún hoy, no terminan de darse cuenta que es, como el padre del ecuatoriano Rafael Correa, una nueva “cuentera de Carondelet”, como diría de ella Nicolás Márquez al pintar los embustes de un régimen político corrupto.
Da vergüenza ajena tener que oír a quien se ha convertido en un torcido capricho de la voluntad, opuesta a cualquier armonía ordenada del universo con sus discursitos de entrecasa, que se han vuelto irrespirables como el humo de una chimenea con mal tiraje.
Carlos Berro Madero
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