Jorge Raventos

Desde hace una semana determinados círculos políticos y periodísticos vienen desplegando un relato de misterio alrededor de un avión de carga venezolano -originalmente propiedad de una compañía iraní- que, después de que Uruguay rechazó su pedido de aterrizaje en Montevideo, fue admitido en Ezeiza, de donde había partido.

"Vaca Muerta puede transformar sus recursos en crecimiento, bienes, exportación de petróleo, de gas licuado, de fertilizantes'', explicó Rocca el martes en el escenario montado por la AEA para festejar su vigésimo aniversario.

Antes y durante el 25 de mayo, Alberto Fernández recibió buenas noticias. Algunas de ellas cargadas de exigencias. El viernes 20 fue agasajado por el gremio de la construcción, en un acto que reunió unas 20.000 personas.

Alberto Fernández cerrará, como orador, un acto organizado para respaldarlo. El apoyo le llega desde el movimiento obrero, específicamente desde el gremio de la construcción que conduce Gerardo Martínez, una organización que recuperó asociados en los dos últimos años (porque la actividad se reanimó significativamente) y hoy se apoya sobre el segundo padrón de afiliados del movimiento sindical.

Durante su vertiginosa gira europea, el Presidente Fernández intentó tejer convergencias cooperativas con los estados que visitó, y subrayó las oportunidades que puede ofrecer Argentina, con su rico potencial energético, a un continente amenazado por la escasez de gas y petróleo que se deriva de la invasión del Kremlin a Ucrania y, fundamentalmente, de las sanciones que las potencias occidentales han dispuesto para castigar a Rusia: dejar de comprarle petróleo y, eventualmente (el tema se discute acaloradamente en la Unión Europea) cortar también la provisión rusa de gas (equivalente al 45 por ciento del gas que importa la UE).  

Andrés Larroque, ministro de Kicillof en la provincia de Buenos Aires y copiloto de Máximo Kirchner en La Cámpora, se ha dedicado en los últimos días a disparar declaraciones tanto contra el ministro de Economía, Martín Guzmán como contra el presidente Alberto Fernández, pintando la política que ellos conducen como instrumentos del FMI y de "los poderosos".

Tras la Semana Santa se ha iniciado para la Casa Rosada un período de definiciones impostergables. Desde el momento en que quedó constatado sin temor a equívocos que el sector que se referencia en la vicepresidenta se ha sublevado contra el rumbo que, mal que bien, el gobierno adoptó al consumar el acuerdo con el FMI, el abanico de respaldos que sostiene a Alberto Fernández le reclamó al Presidente actos de autoridad que pongan en caja la indisciplina.

 

Después de desnudar en la Cámara Baja su carácter minoritario entre los diputados del Frente de Todos, la galaxia K se aprestaba ayer a confirmar que también es minoría en el oficialismo del Senado, la cámara que preside la vicepresidenta.

 

A última hora del jueves 10 o, más bien, en la madrugada del viernes 11, la Cámara de Diputados consumaba, sobre la base de un trabajoso, pero ampliamente mayoritario acuerdo entre sus fuerzas políticas principales, su aprobación del convenio con el FMI para refinanciar la deuda contraída por el país en el año 2018.

 

El Congreso se dispone, finalmente, a debatir el acuerdo que el Gobierno argentino alcanzó hasta aquí con el staff técnico del Fondo Monetario Internacional. Este jueves, la Casa Rosada hizo llegar al Palacio Legislativo la Carta de Intención y documentos anexos, de modo de posibilitar que su tratamiento comience el próximo lunes.

 

La decisión de Vladimir Putin de extender la intervención rusa en Ucrania más allá de las zonas de ese país en las que Moscú ya ejercía dominio en la práctica impulsó al gobierno argentino a avanzar en su posicionamiento en el conflicto.

El oficialismo -y el país- ha ingresado en el jardín de senderos que se bifurcan. El inminente acuerdo con el FMI, cocinado finalmente cuando ya sonaban las alarmas, está jugando la función de parteaguas. Se trata -sobre la hora- de evitar el default y avanzar hacia un mejor relacionamiento con el mundo, asuntos prioritarios y decisivos. 

 

En materia de perplejidad, la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en Diputados parece, incomprensiblemente, haber despertado mayor asombro que las coincidencias entre el FMI y el gobierno, que fueron anunciadas en paralelo por las dos partes ("... han llegado a entendimientos sobre políticas clave como parte de sus discusiones en curso sobre un programa respaldado por el FMI, puntualizó el comunicado del Fondo, que agregó que el personal técnico de la institución "avaló el "sendero de consolidación fiscal" que "mejoraría de manera gradual y sostenible las finanzas públicas y reduciría el financiamiento monetario".

 

El gobierno - sus elementos más prudentes, interesados en llegar a un acuerdo con el FMI- considera que la visita del canciller Santiago Cafiero a Washington aportó algo a ese objetivo.

Según los sismólogos, los terremotos no son imprevisibles; lo virtualmente impracticable es predecir con exactitud el momento en que estallarán. "Una vez que un terremoto ya ha empezado, los dispositivos de alerta temprana pueden proporcionar una advertencia de pocos segundos antes de que los principales temblores lleguen a un lugar determinado". 

 

Mauricio Macri recibió en Chile la confirmación de su procesamiento en la causa por espionaje a familiares de tripulantes del malogrado submarino ARA San Juan, hundido cuatro años atrás. Macri viajó como funcionario de la FIFA, pero su visita tuvo siempre un perfil político. 

 

 

El diario español El País, que no milita en la grieta local, publicó el lunes 15 un título que revela tanto ciertas expectativas opositoras que las urnas frustraron, como la alegría oficialista por haber evitado un desastre mayor: "Una remontada electoral inesperada mantiene con vida al peronismo", puso. Evidentemente, hubo "remontada", aunque no fue suficiente para evitar la derrota.

 

En el epílogo de una campaña electoral anémica, donde los candidatos nunca llegaron a ilusionar al electorado, el oficialismo sufrió dos golpes que algo incidirán sobre el resultado final.

 

A poco más de una semana de la elección de medio término, la mayoría de los encuestadores descuenta que las cifras de las primarias de septiembre serán básicamente ratificadas el 14 de este mes. Hay quien prevé que el oficialismo recuperará un poco de terreno en términos porcentuales, pero no lo suficiente como para primerear.

 

 

A partir del 15 de noviembre, ya atravesada la encrucijada cruel del cuarto oscuro (se verá con qué saldo), el Gobierno deberá afrontar un desafío más exigente, que por el momento se ve postergado por la necesidad de contener (o al menos disimular) las diferencias internas hasta el comicio. A partir de aquel día tendrá que zanjar de manera inequívoca el rumbo inmediato de la administración, lo que no necesariamente equivale a disipar todas las ambigüedades, pero sí a comenzar a definir un liderazgo y una política, tras la crisis con la que las primarias de septiembre castigaron al sistema de poder hasta allí vigente.

 

 

Las elecciones primarias ocurridas hace menos de un mes consumaron el desmantelamiento del sistema de poder establecido a fines de 2019. El sistema de poder vigente desde diciembre de 2018 se había ido deteriorando (en buena medida por su propia naturaleza) y las urnas provocaron su colapso. Desde aquella elección de dos años atrás, el oficialismo ha sufrido un retroceso monumental: en 2019 triunfó en 19 provincias, el 12 de septiembre apenas lo hizo en seis.

 

 

Para ciertas facciones de la prensa porteña, contaminadas por el simplismo analítico de la grieta, la última reorganización del gabinete de Alberto Fernández sólo puede interpretarse como una nueva confirmación de que "la que siempre gana", "la que comanda", "la que consigue lo que quiere" es la vicepresidenta, la señora de Kirchner. Es probable que haya que revisar ese enfoque.

 

 

El anuncio público de una seguidilla de dimisiones de ministros y altos funcionarios de su gobierno sorprendió a Alberto Fernández el miércoles 15 en los pagos de José C. Paz que gobierna hace años Mario Ishii.

 

 

Es probable que, durante el último trimestre de este año, a partir de los datos que dejen las primarias del próximo domingo y de los presagios sobre la elección de noviembre, empiecen a tomar forma las combinaciones acuerdistas que se tejen y destejen desde hace algunas semanas.

 

A unos días de que tengan lugar las elecciones primarias (abiertas, simultáneas y obligatorias), si bien los oráculos demoscópicos se muestran dispares en materia de resultados, convergen en un punto: lo que ha crecido es el desinterés y la apatía de los ciudadanos en relación con estos comicios, por lo que es muy plausible que decaiga significativamente la participación electoral en las generales de noviembre y, con más razón, en las PASO de septiembre.

 

 

Mientras las consultoras de opinión pública apelan a todos sus instrumentos analíticos para adivinar los resultados de las elecciones primarias del 12 de septiembre y las generales del 14 de noviembre, la ciudadanía no se muestra mayormente conmovida por las campañas políticas.

 

Aunque a Alberto Fernández lo deleita sentirse "un hombre común" (que toma exámenes en la facultad, compone canciones o suelta citas literarias impropias), las decisiones que adopta (como las que demora u olvida) están cargadas de otro contenido porque él es Presidente de la Nación y en la figura presidencial se encarnan la máxima autoridad nacional y la legitimidad democrática, por la condición insustituible e indelegable que le otorga su carácter de único funcionario público electo por la totalidad del pueblo argentino.

 

En una semana en que el gobierno de Alberto Fernández ofreció muestras de autonomía al procurarse un acercamiento más estrecho con el de los Estados Unidos, la designación de Jorge Taiana como nuevo ministro de Defensa quiso ser interpretada, desde usinas opositoras, como un paso atrás en esa actitud y un nuevo gesto de diciplinamiento ante Cristina de Kirchner.

 

 

Parece difícil que el proceso electoral de renovación parlamentaria que ya está en marcha pueda determinar un desempate en la pulseada que libran las dos grandes coaliciones políticas.

 

 

La campaña electoral ya está en marcha y la temperatura política empieza a elevarse, con el paisaje de fondo de la inquietud del dólar y de la inflación indómita.

 

 

La oficialización de nominaciones para las primarias obligatorias de septiembre ha concluido sin grandes sorpresas.

 

 

Como consecuencia de las restricciones del gobierno argentino a los vuelos del exterior, Mauricio Macri quedó varado en Zúrich. Afortunadamente la FIFA le garantizó un techo durante la obligada demora. Presentar su libro -Primer Tiempo- en Madrid, codearse con la plana mayor de la derecha light española (el Partido Popular) y marcar tarjeta en Suiza, en la entidad futbolística mundial de la que es funcionario, no lo consolaron de las amarguras que le deparaban las noticias de Buenos Aires.

 

La clasificación de Argentina como mercado "standalone" por parte de Morgan Stanley Capital Investments es un irónico homenaje al excepcionalismo que a menudo se reivindica como rasgo distintivo de la singularidad nacional. Para MSCI, Argentina no tiene parangón, por eso degradó al país del status de "mercado emergente" a esta categoría, que no representa un escalón inferior (eso hubiera sido el retorno a la condición de "mercado de frontera"), sino un mundo aparte, incomparable, aislado. ¿"Argentina paria internacional"?, como definió Carlos Escudé cuatro décadas atrás.

 

No habría que escandalizarse ante el hecho de que por estos días se vea a los políticos ocupando buena parte de sus jornadas en la disputa de posiciones y espacios de poder, tanto enfrentando a divisas adversarias como a cofrades, compañeros o correligionarios.

 

 

Las encuestas de las últimas semanas muestran casi unánimemente que la principal preocupación pública ha dejado de ser la pandemia. Ahora la inquietud prioritaria es la situación económica, antes que nada, la inflación.

 

A medida que el año avanza hacia los comicios de medio término -apenas postergados hasta el mes de noviembre- se intensifica la conurbanización del oficialismo. En los 24 partidos que flanquean a la Capital Federal en tres cinturones y agrupan el 65 por ciento de la población de la provincia de Buenos Aires -y el 25 por ciento de la del país- se encuentra el eje del poder electoral del Frente de Todos y de su corriente principal, la que responde a la vicepresidenta Cristina de Kirchner.

 

Las cifras de contagios y de fallecimientos causados por el Covid 19 baten en estos días los récords locales. La velocidad de transmisión del virus se incrementa y la edad promedio de las víctimas desciende. Los especialistas -infectólogos, epidemiólogos- recomiendan aumentar los controles y adoptar medidas más estrictas para limitar la circulación de personas por unas semanas y así contener la ola de contagios mientras se avanza en el proceso de vacunación.

 

 

La gira europea de Alberto Fernández dejó por una semana a la vicepresidenta a cargo del Poder Ejecutivo. La señora de Kirchner ha cumplido hasta aquí ese vicariato con una notable discreción (sin robar cámara, dirían en el ambiente televisivo), muy consciente tanto del poder real que ejerce (y de sus efectos) como de las resistencias que produce la eventualidad de formalizarlo.

 

Aunque no faltan comentaristas que, con lenguaje de vísperas, imaginan constantemente alguna gran ruptura o alguna inminente catástrofe decisiva, pese a atravesar una fase dramática de la pandemia (con alta detección diaria de contagios, gran número de bajas y recursos sanitarios próximos al agotamiento) la Argentina coquetea con una crisis política, pero en el borde termina eludiéndola.

 

Es posible que la batalla de las clases presenciales a la que se han empujado los gobiernos de Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta constituya para ambos un juego de masacre, en el que uno y otro se desgastan en beneficio de terceros. También es posible que las partes interesadas estén tomando nota de esa situación.

 

A Alberto Fernández se le venía reclamando que ejerciera sin timidez la autoridad presidencial. Esta semana decidió satisfacer ese pedido. Tarde piaste, dirán algunos.

 

No sólo el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, considera que la segunda ola de la pandemia adopta en el país los rasgos de un tsunami. Con imágenes menos hiperbólicas que se corresponden con su estilo más mesurado, el doctor Fernán Quirós, ministro de Salud porteño, coincide en la notable envergadura de esta etapa de continuidad y reencarnación de la peste, sobre la que él venía alertando hace semanas.

Una semana atrás, el presidente Alberto Fernández apeló a una cadena nacional para sincerar lo obvio: el país no recibe las vacunas que él mismo anunció con pronunciado optimismo el 10 de diciembre (aseguró entonces que a fines de febrero habría 10 millones de argentinos inoculados: a fines de marzo sólo se ha vacunado a la quinta parte de esa cifra).

 

El inquietante episodio de la desaparición de una niña consiguió varios milagros simultáneos. Uno, que la niña y su madre, y su contexto se volvieran repentinamente visible para una sociedad que, en buena medida, fuera de situaciones excepcionales, suele mirar para otro lado cuando se tropieza con el cuadro de la pobreza extrema y sus consecuencias potenciales o reales. “La paradoja es que esta chiquita apareció el día que desapareció”, reflexionó amargamente un cuadro político.

Las tensiones y torpezas de la política conspiran frecuentemente contra las oportunidades que pueden abrirse al país para afrontar mejor las situaciones críticas. La circunstancia de que 2021 sea un año electoral incrementa esa proclividad.

 

Promediando el primer trimestre de 2021, la Argentina empieza a divisar una situación económica más prometedora que la que experimentó el año anterior. Para decirlo con palabras de Domingo Cavallo, una opinión autorizada en la materia, "la aparición del viento de cola para las exportaciones argentinas en los mercados del exterior, algún ajuste fiscal y una mayor dosis de profesionalismo en el manejo monetario y cambiario, han hecho que el escenario de fuerte devaluación y descontrol hiperinflacionario se aleje en el horizonte".

 

Para dimensionar mejor el repicado escándalo de las vacunas ventilado a partir de las declaraciones de Horacio Verbitsky, que determinó el pedido de renuncia al ministro Ginés González García y una situación de turbulencia en el Gobierno, conviene evocar un hecho parecido ocurrido dos décadas atrás.

Los sectores más intensos del kirchnerismo exteriorizaron en los últimos días su creciente irritación con la Casa Rosada. Lo hicieron, por un lado, con la excusa de la respetuosa y cálida actitud que Alberto Fernández adoptó ante la muerte de Carlos Menem -probablemente el político al que ellos más han aborrecido-, pero sobre todo en virtud de que no sienten que el Poder Ejecutivo acompañe con energía y eficacia la batalla que ellos libran para disciplinar a la Justicia.

 

El Gobierno que preside Alberto Fernández dedicó buena parte de esta semana a sentar las bases de un diálogo intersectorial que permita "coordinar expectativas" de los distintos sectores, contener la inflación y las presiones sobre el dólar y dar las primeras puntadas de un acuerdo que se remataría con la hasta ahora postergada instalación de un Consejo Económico Social.

 

El martes último la eminente revista científica The Lancet dio a conocer los resultados de los exámenes de la fase 3 de la vacuna Sputnik V. El arbitraje de la afamada publicación fue rotundo.

 

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