Hablemos de Historia


 

Que Argentina es un país que padece una profunda inseguridad jurídica, creo que no es novedad para ninguno que lea estas palabras.

 

 

Todos hemos escuchado hablar del justiciero enmascarado que ataca los malvados con sus balas de plata.

 

 

No hay gente por las calles pregonando el fin de los tiempos, ni escritos apocalípticos, salvo los pronósticos económicos. Pero existe una autoflagelación en las redes sociales.

 

 

Desde los albores de la humanidad los hombres han tratado de conocer el futuro. Los griegos recurrían a la Pitonisa y los romanos a la Sibila quienes, de distintas formas, trataban de conocer la voluntad de los dioses. Como difícilmente lo podían predecir con exactitud, recurría un lenguaje oscuro, elíptico e impreciso que necesitaba de una exégesis. Esta predicción podía interpretarse después de conocido el resultado. Este es el antecesor del famoso diario del lunes.

 

 

Los hospitales públicos colapsados comenzaron a rechazar en 1918 la admisión de pacientes. Algunas personas sobornaban a los administrativos para ser admitidos. Pero ni así lograban sus cometidos.

 

 

Para mediados de 1918, la influenza había matado a casi el 5% de los combatientes franceses. Probablemente una cifra semejante haya eliminado a los soldados alemanes que no pudieron asistir al ataque final organizado por el alto mando. En Louisville, Kentucky, la letalidad había sido también muy alta.

 

 

A pesar de llevar su nombre la pandemia de 1917-18 no se originó en España, pero allí tuvo más difusión en ese país por no existir la censura como en los países beligerantes y porque el mismo rey, don Alfonso XIII, padeció la enfermedad.

 

 

A las enfermedades infectocontagiosas se las puede tratar con el aislamiento para evitar su diseminación, pero una vez que se declara la epidemia no existían otros recursos para frenarla.

 

 

En el año 166 a. C. se declaró una epidemia que asoló a Roma. Galeno describió detalladamente la sintomatología que llevó su nombre ("La peste de Galeno"). Gracias a su relato podemos inferir que se trataba del primer brote de la peste bubónica.

 

 

El general Gorgas temía que una epidemia azotase las barracas atiborradas de gente joven proveniente de distintas partes del país, citadinos se mezclaban con campesinos criados en áreas remotas donde las infecciones de las grandes urbes no habían llegado y, por lo tanto, no habían tenido la oportunidad de crear inmunidad.

 

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