Muchos analistas políticos que publican encuestas de opinión sobre las próximas elecciones, parecen concentrados en proporcionar datos que no indican con claridad que estamos frente a la apertura de un tiempo nuevo por encima de las frías estadísticas.
Lo que parece muy claro a la vista es que no están en juego hoy ni Cristina, ni Macri, ni Massa, ni cualquier otro competidor electoral porque el ciudadano del común desconfía abiertamente de las intenciones de los que se le acercan para preguntarle sobre su intención de voto. Envían claras señales de que reflexionarán hasta último momento sobre la decisión a tomar, y como en los juegos de barajas, están atentos a “la próxima carta”.
¿Y cuál es ésta? Pues la que les dé seguridad absoluta (no la tienen hoy) que podrán obtener algo específico de lo que les prometen muchos políticos parlanchines, para ver así alguna luz en un horizonte que se les presenta bastante difuso.
Hablando con ellos, se percibe que intuyen a través de sus vísceras –aunque no puedan expresarlo “filosóficamente”-que la Argentina ha perdido la capacidad de apoyarse en hombres que discurran y obren sobre ciertas materias de orden público con acierto, porque hemos ido quedando en los últimos años en las manos de una gran mayoría de candidatos que se muestran torpes, ineficientes y muy afectos a lanzar promesas políticas gaseosas.
Resulta claro -hasta para el más iletrado-, que forman parte de una robusta y extendida “casta menor” aferrada al poder desde hace 50 años o más, que vive soñando con cosas sublimes fuera del alcance, carentes de capacidad alguna para distinguir los mensajes que envía la realidad “real”, enredados en los vicios de su pensamiento atrabiliario.
Quizá por eso, ha cundido tanto la corrupción en el mundo de la política: porque los protagonistas “profesionales” se ocupan de cosas que no analizan jamás con exactitud, mientras insisten en utilizar la opción más fácil: el “atajo”.
Tenemos la impresión, por lo que se ve y oye, que a fuerza de porrazos, mucha gente no desea ser “pillada” nuevamente.
Las próximas elecciones (las “verdaderas” de octubre), se decidirán –ya lo hemos dicho antes de ahora-, SEGÚN SEA EL TENOR FINAL DE LO QUE HOY CONVERSA LA GENTE ENTRE SÍ. Cuando se habla con los humildes, se recibe el testimonio de quienes dicen dudar severamente sobre sus preferencias y no están dispuestos a caer en la boca del lobo otra vez.
Los que “arman” las encuestas utilizando preguntas supuestamente académicas, parecen ir dirigidas en realidad para el consumo de algunos empresarios agazapados, esperando saber si deberán cobijarse nuevamente bajo las frazadas de quien resulte electo (se trate de quien se trate) y un periodismo interesado en el rating de ciertos “trascendidos”.
¿Estaremos viviendo el principio de una nueva historia política?
No lo sabemos aún. Pero tenemos a la vista un interesante ejemplo actual de las diversas maneras en que un pueblo se rebela contra la charlatanería política cuando una situación llega al límite y “no da para más”: las calles de Venezuela.
Por otro lado, se tiene la percepción que la gente comienza a abrir los ojos respecto de quienes han demostrado en un año y medio que muchas cosas supuestamente imposibles podían concretarse con eficiencia; con dificultades, cometiendo errores, pero con las buenas intenciones que se notan “por encima de la piel” de una gran mayoría de los funcionarios del gobierno de Cambiemos.
Por nuestra parte, vemos que el solo hecho de no tener que sufrir la soberbia discursiva de quienes precedieron a Cambiemos, está resultando para muchísima gente un verdadero alivio. Lo manifiestan en reportajes “en vivo”, aún en medio de los rezongos por la lentitud con que van llegando a TODO el universo social los insinuados “brotes verdes” (sic).
Y el alivio es siempre un síntoma del comienzo de algo parecido a un estado de bienestar incipiente.
Aunque la plata no alcance hasta fin de mes, todo el mundo sabe hoy muy bien adonde fue a parar: A LOS BOLSILLOS DE LAS DECENAS DE MILES DE KIRCHNERISTAS QUE ASALTARON EL PAÍS. “Para muestra, basta un botón”, dice el refrán. Y en nuestro caso son tantos, que alcanzarían para poder cerrar las sotanas de los curas de varios continentes.
Jean Revel sostiene que muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo utilizan todas las argucias de “disimulación flagrante” o “negligencia voluntaria de la verdad”, con las que pretenden engañar a los incautos de buena fe.
Esa fue la bandera del kirchnerismo durante doce años: subordinarse a dicha falsía con el fin de consumar sus PLANES DE ETERNIDAD. Lo que ocurre ahora, es que cuando dicen la verdad poca gente les cree.
Esto podría resultar finalmente una cachetada para la “mansa” (¿) Cristina Fernández y sus visibles deseos de reinventarse chapoteando como puede en el pantano de su demostrada indecencia moral.
Aunque se fotografíe con una “mañanita” de lana, rodeada de militantes disfrazados de gente del común.
Carlos Berro Madero
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