Quienes se subieron a la barca de Cambiemos y aceptaron unirse a sus filas para contribuir al bienestar general en épocas muy difíciles, son definidos como ignorantes, insensibles y serviles del FMI por sus contradictores del Frente para la Victoria y el peronismo “Renovador” (¿), muchos de los cuales demuestran palmariamente que se hallan profundamente resentidos por haber sido desplazados del poder.
Muchos de nosotros aplaudimos mientras tanto las buenas razones que expone el gobierno al tomar algunas medidas resistidas epidérmicamente por quienes apuestan a la violencia como “prima ratio”, porque tenemos presente un viejo axioma político: “lo óptimo suele ser, casi siempre, enemigo de lo posible”.
No siempre es fácil corporizar reformas –aunque sean beneficiosas para sus recipiendarios en el largo plazo-, cuando las mismas son “petardeadas” sistemáticamente por los dichos livianos y la enorme temeridad de quienes aparecen en los medios sosteniendo tesis de una fragilidad conceptual insostenible.
Los distintos eufemismos que usan quienes pretenden respaldar informaciones “deformadas” para relatarnos constancias extraídas de algún “manual del buen saber” desconocido, se dedican a propalar noticias falsas y extravagantes, tratando de ocultar una verdad que clama a gritos: la torta de la que todos queremos comer NO ALCANZA y hace falta rediseñar los gastos de un Estado obeso que no recauda lo que gasta.
Los propulsores de dichas informaciones falsas comienzan a anticipar profecías sobre el fracaso anticipado del gobierno, sin dar tiempo a que nada se ponga en orden ANTES DEL TIEMPO NECESARIO PARA QUE LAS MEDIDAS PROPUESTAS DEL GOBIERNO LLEGUEN A CAUSAR SUS EFECTOS.
Deberían recordar que “el Estado”, como decía Ortega y Gasset, “es siempre, cualquiera que sea su forma –primitiva, medieval o moderna-, la invitación que un grupo de hombres hace a otros grupos humanos para ejecutar JUNTOS una empresa.
Esta empresa, cualesquiera sean sus trámites intermediarios, consiste a la postre EN ORGANIZAR UN CIERTO TIPO DE VIDA EN COMÚN, porque Estado y proyecto de vida, programa de quehacer o conducta humanos, son términos inseparables”.
Rogamos leer el párrafo anterior nuevamente, para poder comprender hasta qué punto TODOS NOSOTROS tenemos un compromiso con el futuro, advirtiendo al mismo tiempo que ese es el mensaje casi excluyente de la coalición gobernante, ratificado por el Presidente Macri en su conferencia de prensa posterior a los desmanes habidos el jueves y lunes pasados.
Y sigue diciendo Ortega: “si es él un proyecto de empresa común, su realidad es puramente dinámica, un HACER DE LA COMUNIDAD EN LA ACTUACIÓN”.
A tenor de lo antedicho, ¿no hemos comprendido aún que es el momento de unir esfuerzos para salir del salvajismo “relatado” por la ideología kirchnerista, que pretendió someter nuestra voluntad durante quince años dejándonos al borde de un abismo?
Un kirchnerismo que nos puso los dedos en las narices interpelándonos airadamente sobre el futuro, un día después de otro, para dar lugar a que un proyecto anticuado y fascista nos llevara, como en la conocida fábula del flautista de Hammelin, a un río profundo donde los que no supiesen nadar se ahogarían, como terminó ocurriendo finalmente.
¿Lo tenemos claro? ¿O hay quienes necesitan que se les imponga la penitencia casera de escribirlo cien veces en una hoja en blanco?
Si nuestro comportamiento social fuera el adecuado, sentiríamos, hoy más que nunca, la fortuna de tener en nuestras manos las armas adecuadas para ocuparnos de lo que sobrevendrá, que no es más que el resultado de entregarnos con sensatez y buena voluntad a contribuir a que nuestra nación SIGA EXISTIENDO COMO TAL, MOVILIZÁNDONOS EN DEFENSA DEL SENTIDO COMÚN.
Ese sentido común que –por dar un ejemplo muy actual-, a la luz de estadísticas que son de fácil comprensión, indica que el sistema jubilatorio está en quiebra y alguna salida habrá que encontrar de cara al futuro.
Esto no ha impedido que la oposición a Cambiemos movilizara una verdadera turbamulta adentro y afuera del Congreso Nacional para que la recuperación se dilatara sine die, mientras los flagelos de sus apotegmas populistas recurrentes siguen jaqueando un diálogo político civilizado.
Por todo ello, a los violentos “ilustrados” que siguen creyendo que nos terminarán llevando por delante a quienes no pensamos como ellos, les respondemos con los dichos del insigne jurista alemán von Ihering: “en el derecho (y la ley) el hombre posee y defiende la condición moral y esencial de su existencia, porque sin derecho, cae en la esfera de la pura animalidad y ello no constituye más que un atropello que conduce indefectiblemente al suicidio moral”.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero
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