Como ayuda, les recordamos una vez más lo que sostenía William James al respecto: “una regla de pensamiento que impida reconocer cierto orden de verdades, SI ESAS VERDADES SE ENCONTRASEN PRESENTES, SERÍA UNA REGLA IRRACIONAL”.
Sin importarles este principio, muchos mistificadores políticos de la izquierda populista radicalizada -asociados hoy con el kirchnerismo-, intentan convencernos que no es tan importante saber de dónde proviene el conocimiento de la supuesta verdad que pregonan, sino adónde puede llevarnos “en la práctica” (¿). Y con esa afirmación de increíble cinismo pretenden hacernos recorrer una ruta que nos pondría finalmente al borde de un abismo.
Habría que señalar en este aspecto, que haber abandonado las tasas de crecimiento que tuvimos entre 1780/1890, 1890/1913 y 1929/1939 con guarismos superiores al 6% anual, durante períodos en los que respetamos los principios de una economía abierta -como puede comprobarse en las estadísticas correspondientes-, ha sido una consecuencia de los embustes y triquiñuelas de políticos inescrupulosos, asociados con empresarios subsidiados por el Estado y sindicalistas corruptos.
Todos ellos inmensamente ricos hoy, constituyendo una oligarquía detestable, que no responde a ningún mérito personal de su parte.
Existe, por supuesto, una causa directa para el comportamiento de los profetas de la mentira que durante los últimos años nos sometieron a sus “relatos”: fue su apuesta para que todos aceptáramos “objetivos más vastos” (sic), usando una retórica trasnochada que no resiste análisis serio alguno.
Cuando estos dirigentes políticos, supuestamente “progresistas”, siguen insistiendo hasta hoy con la falsa tesis “obstructiva” de que existe una fuerza externa que impide nuestro desarrollo, sumergiéndonos en una supuesta dependencia que nos ata de pies y manos, imputan a los países del Primer Mundo, con el objetivo de desviar la atención popular de su propia incompetencia.
De tal modo, su marcada parcialidad “aritmética y científica” –que contradice indefectiblemente la REALIDAD-, ha resultado ser una parcialidad inmoral, porque con la idea de atender un “estado de necesidad”, han pretendido asaltar el control del Estado, hasta convertir esta supuesta necesidad en un estilo de vida.
La democracia republicana, por abjurar en su esencia de todo tipo de autoritarismo, ha sido, es y será siempre para ellos francamente intolerable. Y lo dicen a voz en cuello.
La historia indica que el paulatino abandono de la propiedad rural, restando incentivo a las explotaciones agropecuarias, fomentó en nuestro país una concentración urbana que resultara útil para desarrollar la mano de obra de industrias “sustitutivas” de importaciones, creando finalmente verdaderos ghettos donde la miseria fue destruyendo la moral de mucha gente que se entregó al bandidaje y la corrupción como estilo de vida.
Dice el gran pensador Jean Revel que en la izquierda y el populismo se encuentran –mucho más que en la derecha-, innumerables ejemplos de crímenes “escondidos” tras la información falsa, porque tratan de acumular versiones conceptuales engañosas a fin de que actúen como un chaleco salvavidas que les permita mantener a flote su falsa ideología.
La desinformación está ínsita en una visión del mundo QUE NO PUEDE PERPETUARSE SINO EN LA PENUMBRA, ya que detrás de sus discursos está agazapada su determinación para establecer un verdadero “sindicato de intereses”, como ha sido visto a través de la historia.
No hay que ser un erudito sobre la naturaleza humana, para comprender que el constituirse en beneficiario de los milagros propuestos por la prédica del populismo mentiroso es cosa que apetece a muchos, porque resulta algo más que un ejercicio mágico, como sostiene Fernando Savater, al provenir de una voluntad superior que nos “distingue” con favores que vienen “personalizados” a nuestro nombre, pretendiendo satisfacer los deseos instintivos de acceder a una vida mejor que todos abrigamos.
Las liturgias cuasi religiosas de los mentirosos, condenan siempre el racionalismo político -que persigue la estabilidad económica y la equilibrada distribución de los ingresos en orden a la disponibilidad de los mismos-, como “un apagaluz de los pensamientos de altos horizontes” (sic) tratando de respaldar su tesitura de que dicho racionalismo conduce a un submundo de autosuficiencia, egocentrismo y cerrazón frente a las necesidades de “los que menos tienen” (un clásico eufemismo de su discurso).
El calibre de la mala fe puesta de manifiesto en esta aseveración, trata de diluir la constancia de que son ellos quienes han contribuido en realidad en todo el mundo a que muchas sociedades como la nuestra se hayan visto sumergidas en la miseria por las consecuencias nefastas de paparruchas retóricas e inconsistentes.
Muy cerca, y en nuestro continente, tenemos un ejemplo dramático como el de Venezuela. Sin olvidarnos, por supuesto, del servilismo imperante en Cuba.
Todo lo que acabamos de condenar en estas breves reflexiones, ha sido hábilmente diseñado para influir sobre aquellos que han preferido siempre soñar con una prosperidad que solo puede alcanzarse cuando se renuncia a las falsas ilusiones fundadas en ciertas “DUCHAS ORACULARES”, como suele describirlas Savater.
De esto debiéramos estar hablando hoy para resolver cuanto antes los problemas que taparon siempre el radiador de moscas del vehículo en el que nos desplazábamos a toda velocidad hacia ninguna parte, abjurando con Max Weber de los propósitos que persiguen quienes tratan de expandir sus ideologías falsas: poder actuar sobre las masas para hacerlas “activas”.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero
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