Jueves, 26 Diciembre 2019 21:00

Solo queda la política - Por Luis Tonelli

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Cuando las cosas van bien, funciona la comunicación antipolítica de la Nueva Política. Se pueden lanzar globos, hacer el pogo de la alegría, sentar al perrito Balcarce en el Sillón de Rivadavia.

 

También cuando hay dinero, se puede sostener que la roska política es una pérdida de tiempo y pagar cash a cada uno de los que amenazan con poner algún palito en la rueda de la felicidad. Que solo se necesita conocer las demandas de la G.E.N.T.E vía Big Data y responderlas para así obtener el apoyo y ganar las elecciones.

Si las cosas hubieran sido así de fáciles, los homínidos no habrían inventado la política. Que es básicamente el arte de generar aspiraciones colectivas que ordenen las preferencias individuales, postergando muchas en honor a objetivos considerados como más importantes.

La visión de la Nueva Política fue tan catastrófica que 1) pese a despilfarrar recursos nunca pudo sacarse el mote de “derechista”, 2) quedó completamente “out” cuando se acabó el endeudamiento en el 2018. 3) Corrigió y aumentó la Grieta, producto del otro paradigma antipolítico: el de la ideologización total del cristinismo. La culpa siempre la tiene el Otro

Finalmente, macrismo y cristinismo han funcionado en espejo, al ser cada uno la alternativa pura al otro. Y ninguno de los dos entendieron el proceso político económico argentino y quemaron recursos sin aumentar la productividad (soja una, deuda el otro).

Agotado el easy way, a Alberto Fernández sólo le queda la política. Recuperar confianza. Intentar que la economía se mueva de nuevo. Por eso, cada decisión que toma es al borde del abismo de la Grieta.

Sabe que, el hecho de que le vaya bien, dada las circunstancias críticas, es por ahora un bien colectivo (salvo para sus competidores y enemigos). Y para pisar sobre terreno firme ha seguido el manual de la política. A) Que el costo mayor caiga siempre sobre las espaldas de quienes no te votaron.B) Siempre compensar a quienes pueden causarte daño si los tenes en contra. C) Y fundamentalmente, explicar que todo es para bien de todos y para mal de nadies.

La prioridad uno de Fernández (Alberto) ha sido tratar de salir de la zona de colapso. Para eso, simultáneamente ha dado muestras de hiperpresidencialismo (para evitar la amenaza cierta de vhipervicepresodencialismo) y también ha avanzado en un ajuste mayúsculo que nadie se lo había pedido todavía. Como dice el gran economista Carlos Leyba, las medidas son para mostrarle al mercado que el gobierno está sobrio sobreactuando y “haciendo el cuatro” en un pie).

El hiperpresidencialismo se manifestó en la obtención de poderes de emergencia, que serían redundantes ante el caudal de oficialismo en el Congreso (salvo el problemita que el Palacio de la calle Entre Ríos es un inmueble de la Vicepresidencia).

Por el lado de la economía, un ajuste brutal que afecta especialmente a quienes no lo votaron. Fiscalmente al C.A.M.P.O, que se bancó las retenciones que les puso Macri con tal de que no volvieran los que volvieron. (“Solidaridad en la prosa gubernamental). Por el lado del gasto, a los jubilados se les congeló sus haberes (“parar la pelota” según la prosa gubernamental) dándole un bono a los peronistas (perdón, a quienes ganan la jubilación mínima, la mitad de ellos. Cosa no peyorativa sino de la sociología demográfica de este bendito país).

La reactivación, si viene, vendrá de la emisión que dado el supercepo y las tasas que devendrán negativas se espera que vaya al consumo.

Por supuesto, que la cuestión decisiva se juega en la confianza que el esquema despierte en los acreedores y que se pueda refinanciar la deuda y no caer en default. Con acceso al crédito se podrá pasar de un esquema de supervivencia a un esquema de crecimiento (si es que se tiene la capacidad para hacerlo, obvio). Nada que se asemeje a la “década ganada”, pero al menos, dejar de caer y aprovecharse de la capacidad ociosa y el consumo deprimido.

Simultáneamente, debería cranearse un Plan Económico Productivo para este mundo, y no para el pizarrón. Mientras tanto, mucha roska, mucho eufemismo, mucho reunionismo, muchos gestos de autoridad, muchas compensaciones-la mayoría simbólicas-.

Con el riesgo cierto, inverso al de la Nueva Política: que las palabras altisonantes, llenas de contenido empiecen a contrastarse con la tosca realidad, especialmente si ella las contradice de cabo a rabo. Cosas que en la política (y en el amor) comienzan a notarse apenas termina la luna de miel.

Es que, como decía Heidegger, “Die Sprache ist das Haus des Seins” -el lenguaje es la casa del Ser-. Cosa que nunca entendí siquiera en castellano, pero que queda bien citar para terminar un artículo.

Luis Tonelli

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