Rogelio Alaniz

Alguna vez me preguntaron si no me interesaría escribir una novela alrededor de la corrupción kirchnerista, y en particular de la corrupción de los jefes de la banda o asociación ilícita: Néstor y Cristina. No recuerdo que contesté, probablemente haya dicho que sí, sabiendo que si hubiera dicho que no, los resultados no habrían sido diferentes, porque el autor de la pregunta no era un editor y en estos casos lo que importa es la decisión de un editor decidido a financiar una investigación, la escritura y la edición de un libro.

¿Es demasiado pretender un presidente que nos represente por la lucidez de sus convicciones, por su capacidad para devolvernos el orgullo de ser argentinos?

Nunca compartí las opiniones de los historiadores del denominado revisionismo histórico. Ni siquiera en los tiempos en que estaban de moda, y un cantante tan desafinado como precario, conocido como Rimoldi Fraga, pregonaba las virtudes telúricas de los caudillos revoleando en los escenarios su poncho federal.

No hay en el peronismo una dirigente capaz de convocar y despertar expectativas como Cristina. Tampoco dispone el peronismo de una oradora como ella. La dolorosa paradoja es que Cristina sabe que su liderazgo no alcanza para ganar elecciones. No alcanzaba en 2019 y mucho menos alcanza en 2023. Por eso Alberto entonces, y por eso Sergio ahora. En 2019 Alberto fue un candidato ganador; tengo mis serias dudas de que Sergio lo sea en 2023. Una derrota electoral de Cristina sería su definitiva derrota política.

Conocí a Eugenio Zaffaroni en la Constituyente de 1993, en su condición de diputado por el Frepaso y exponente de lo que entonces se conocía como el pensamiento progresista. Vivimos en una sociedad de rumores que a veces son noticias, a veces chismes y en algunas ocasiones verdades.

¿Es el peronismo el partido político de los verdugos y las víctimas; de los explotados y los explotadores; de los poderosos y los indigentes; de los torturados y los torturadores? Esta pregunta nos la hicimos en los años setenta, cuando los peronistas se mataban entre ellos sin compasión.

La dictadura de Uriburu contaba con un ministro considerado un maestro de las operaciones políticas. Se llamaba Matías Sánchez Sorondo. Era conservador, inteligente y con manifiestas simpatías fascistas. Ni Uriburu ni Sánchez Sorondo creían en las elecciones. Las consignas de sus seguidores eran “Urnas no, palos sí”, un cántico elocuente que no necesitaba de refinadas interpretaciones para poner en evidencia la ideología de sus promotores. 

Instalar en el mismo plano las víctimas de 1976 y la condena a Cristina es un agravio infame; no pueden hablar del respeto a la vida quienes idolatran a carniceros seriales como Trotsky, Mao y Stalin

El foro que se atribuye la representación universal de una causa justa no dirá una palabra acerca de los gobiernos y dictaduras que en América latina violan descaradamente las libertades.

Si la oposición dijera que desiste de acusar a Cristina de jefa de una banda de saqueadores de recurso nacionales, si entre los dirigentes del oficialismo y la oposición se pusieran de acuerdo para amnistiar a la jefa, la grieta automáticamente se superaría.

Los populismos son creadores de consignas, antinomias expresadas con palabras que movilizan emociones, establecen antagonismos irreductibles o plantean objetivos esperanzadores. “Luche y vuelve”, por ejemplo, fue la consigna inspirada por la juventud peronista en los años ‘70 para lograr el retorno de Perón.

La máxima responsabilidad institucional para combatir al narcotráfico en Rosario esté en manos de Aníbal Fernández, el mismo caballero que entre otras bellezas declaró que los narcos ya ganaron la batalla.

No sé si se debe a la casualidad, al insomnio de una noche de verano o al trascendido político de que Mario Firmenich fue designado, o sería designado, funcionario de la dictadura de Daniel Ortega, pero lo cierto es que durante algunas horas me dediqué a mirar algunas entrevistas a quien fuera el dirigente máximo de Montoneros.

Si bien no está proscrita, Cristina Fernández usaría la estrategia de 2019: apoyar a un candidato con el compromiso que luego se reporte con ella. El nombre que más circula para ese menester es el de Sergio Massa, el "superministro".

En política hay cosas que se dicen, hay cosas que no se dicen y hay cosas que se dicen a medias. Estos hábitos podrán resultarnos agradables o desagradables, pero así es esta actividad que delibera y decide alrededor de un tema clave para el ordenamiento social: el poder.

Hasta ahora hemos tratado de explicar la Argentina que nos toca vivir, pero de aquí en más se impone cambiarla, ardua tarea para una nación donde pocos están dispuestos a aportar al cambio con su cuota de esfuerzo

De las fiestas se sabe dos cosas: que son necesarias y que duran poco. Pobre de los pueblos y de las personas que nunca han disfrutado de una fiesta; pobres de quienes creen que la fiesta es eterna. Los argentinos en estos días hemos vivido nuestra fiesta. Nos la dio el fútbol, el único deporte, y me animaría decir, la única actividad, que se puede permitir brindarnos esa felicidad.

No es en los tribunales del cielo o en los tribunales de la historia donde la vicepresidenta debe responder, sino en los tribunales de nuestro Poder Judicial; estos jueces, y no otros, serán quienes la condenen o la absuelvan

Primero dijo que la preferían condenada y no víctima. Todos entendimos. Ahora dijo que en realidad no va a ser juzgada sino fusilada. También la entendimos, porque se esté o no de acuerdo con ella, hay que admitir que es explícita, que lo que desea o pretende siempre lo manifiesta con claridad.

De Sergio Massa se dicen muchas cosas a favor y en contra. No sé qué gravita más en ese singular termómetro, pero es un secreto a voces que como político el marido de la señora Galmarini juega en esta coyuntura una partida fuerte, porque si le va bien será el nuevo candidato a presidente por el peronismo, pero si le va mal le espera el ostracismo en un país donde políticamente la máquina de picar carne suele ser muy eficaz.

Dicen que lo dijo como al pasar, esas frases que se pronuncian en la intimidad de una amistad o de una afinidad o complicidad política. Gabriela Cerruti, funcionaria del gobierno de Alberto Fernández, le comenta a Irene Montero, dirigente de Podemos y funcionaria del actual gobierno socialista de España, que las piedras que los familiares "plantaron" en Plaza de Mayo para recordar a sus muertos por el Covid, las colocó la derecha.

Reflexionemos acerca de las rutinas de la política. Y en particular, algunas opiniones acerca de la oposición, Juntos por el Cambio, una oposición que, si no hay un milagro, o no interviene Mandinga, será gobierno a partir de 2023.

Ambos políticos brasileños tienen una identidad populista, sea de derecha o de izquierda; no son lo mismo, pero comparten una visión de “pueblo”, de líder y de Estado

Que el peronismo será derrotado en las elecciones del año que viene es un presentimiento que alientan en primer lugar los propios peronistas. Lo presienten, lo intuyen, lo saben. Es verdad que les tocó gobernar en una coyuntura histórica difícil, pero no es menos cierto que con sus errores (para decirlo de una manera suave) agravaron las dificultades.

No me consta que el kirchnerismo esté decidido a devaluar la moneda, pero estoy en condiciones de afirmar que está dispuesto a devaluar los mitos que sostienen al peronismo, tarea que inició desde su llegada al poder.

Cristina Kirchner considera que los episodios sucedidos en la esquina de Uruguay y Juncal repiten punto por punto lo sucedido en 2001, es decir, cuando las protestas sociales precipitaron la renuncia de Fernando de la Rúa con su trágico desenlace de muertos. Es una opinión.

Hay motivos para suponer que el lunes 22 de agosto hemos sido testigos de un acontecimiento histórico; se pide condena a los protagonistas de un régimen corrupto

Las recientes declaraciones de colaboradores de Milagro Sala despejan cualquier duda respecto del carácter delictivo de esta señora, calificada por el kirchnerismo como luchadora social y víctima de la perfidia y la malicia de los gobiernos antipopulares y gorilas.

Sergio Massa vendría a ser algo así como la respuesta "burguesa" del kirchnerismo a la crisis. Del discípulo de Stiglitz que fue Guzmán al discípulo de Álvaro Alsogaray que alguna vez fue Massa. Para el relato K, la centralidad de Massa es la máxima concesión que se permiten con la derecha o los poderes concentrados.

La crisis económica es evidente. Está en los números, se respira en la calle, se siente en los bolsillos y se sufre en el cuerpo. Podemos debatir los grados de intensidad de la crisis y sus posibles desenlaces, pero lo que parece estar fuera de discusión es su existencia. También es evidente la pérdida de autoridad del gobierno.

Quienes ejercemos el hábito, la costumbre o el vicio de seguir diariamente los acontecimientos políticos, nos resulta imposible impedir que el presente nos inspire imágenes del pasado que seguramente deben elaborarse para adquirir validez, pero no por ello dejan de ser sugestivas.

Se dice, se murmura, se teme que Cristina se lo lleve puesto al presidente. No comparto estas prevenciones. Si algún temor me domina no es que Cristina se lo lleve puesto al presidente, sino que se la lleve puesta a la Argentina. A no equivocarse: la posible víctima de lo que nos está pasando no son Alberto, Massa o Cristina; la posible víctima, es el pueblo argentino. Nosotros somos los que vamos a pagar los platos rotos de las refriegas internas del peronismo. Así fue en 1975 y me temo que así puede ser en 2022.

La reunión de gobernadores celebrada el pasado viernes en la ciudad de Resistencia, Chaco, elaboró un documento que enumera los previsibles reclamos de las provincias al poder nacional: coparticipación, abastecimiento energético, descentralización de las políticas sociales.

En las novelas de enigma, el despliegue ideal de una trama consiste en dejar planteado en el penúltimo capítulo todos los datos, señales o indicios que le permitan al lector deducir quién o quiénes son los culpables y cuáles son los intereses que han gravitado para perpetrar el delito. En este largo culebrón de la política criolla, el capítulo que hoy nos ocupa podría titularse "El avión que llegó en la oscuridad"; o "El avión y la tripulación fantasma" o, por qué no, para afinar cierta sintonía folclórica con el peronismo: "El avión negro".

Acaso ese nuevo lugar sea la superación dialéctica de antagonismos irreductibles o la derrota de ambas variables, pero será la llave del triunfo

El país no anda bien y no necesito adjetivar más acerca de este gobierno y lo sucedido en los últimos veinticinco años para justificar lo que digo. El país no anda bien y el mundo parece que tampoco anda bien. Pandemia y guerra. Y los dos flagelos con finales abiertos.

Nunca quedaron en claro los motivos de la reciente gira internacional del presidente Alberto Fernández. Oficialmente se dijo que el objetivo era entusiasmar a los jefes de Estado de Europa para comprar gas argentino o, mejor dicho, el hipotético gas argentino, aprovechando las complicaciones con Rusia, el tradicional abastecedor.

La distante y tirante relación entre el presidente y la vice llevan a que el actual gobierno nacional refleje una imagen de conventillo o reñidero. Todo esto, dentro de una coyuntura política y social muy complicada.

Dos o tres motivos explican esta suerte de ansiedad por las candidaturas presidenciales. En política, se sabe, se disputa el poder y la elección del presidente de la nación es un momento importante, muy importante, por esa disputa. En la Argentina, además, hay un gobierno débil. 

Que el poder no lo otorga automáticamente la tenencia del bastón de Rivadavia, es una verdad que el primero que la padeció fue el propio Rivadavia. Juan Manuel de Rosas, en cambio, supo ejercer el poder real y efectivo sin necesidad de un "cuadernito", como calificaba con su afilada sonrisa a una posible Constitución.

De manera discreta, y a veces no tan discreta, los gobernadores peronistas están gestionando el desdoblamiento de las elecciones de 2023. De "manera discreta" quiere decir que esto ocurre cuando los gobernadores suponen o están persuadidos que su gobierno nacional en términos electorales les hace perder votos.

No pudimos recuperar las islas Malvinas, pero como consecuencia de ese fracaso recuperamos la democracia.

Lo siento por ellos, pero Macri no es Videla como Cristina no es Isabel. Tampoco hay posibilidades de un retorno militar. La conciencia democrática abierta en 1983 y el fin de la Guerra Fría alejan cualquier posibilidad.

 

La crisis política del gobierno es indisimulable. Las posiciones más duras provienen de su interior. Los acontecimientos legitiman aquello de un "albertismo" moderado contrastando con un "cristinismo" intransigente.

 

Es raro. Típicamente argentino o tal vez típicamente peronista. Un acuerdo con el FMI propuesto por un gobierno de ese signo que resulta aprobado por la oposición. O, para ser más preciso, son los votos de la oposición los que deciden. A partir de allí todas las interpretaciones, incluso las más conspirativas y escabrosas, son posibles.

 

El FMI para el populismo expresa el Mal, aunque ello no le impidió ser la fuerza política que más acuerdos firmó con Mandinga. Si el FMI no existiera habría que inventarlo. Es la coartada justa que necesita el populismo para justificarse. 

 

La posición más tentadora, la que más seduce a un peronista de pelo en pecho, es la neutralidad. La neutralidad entre verdugos y víctimas. Neutralidad o tercera posición. En los años cuarenta daba lo mismo estar con Hitler que con Churchill. 

 

Vladimir Putin declara que uno de los objetivos de la invasión a Ucrania es desnazificarla. Farsante. Ucrania desde 2014 es un país democrático gracias a una amplia movilización popular que derrotó al régimen títere proruso encabezado por Víktor Yanukóvich.

 

Cristina Elisabeth Fernández de Kirchner concibe el poder como una relación de dominio, de impunidad y privilegio. Se puede pensar a la corrupción como una anécdota y a la cleptocracia como una totalidad.

 

Fue el primer presidente de la Liga Argentina de Derechos Humanos. La entidad que perdió el rumbo y cuyo último titular renunció tras un escándalo.

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