Domingo, 16 Octubre 2022 05:04

“Argentina fracasó” de Mauricio Macri vs el “vaso medio lleno” de Alberto Fernández: un debate churchilliano - Por Marcos Novaro

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El expresidente trata de promover una épica del resurgimiento a través del esfuerzo, que también fracasó. El Presidente respondió en el Coloquio de IDEA: somos “ejemplo de resiliencia”, así que no tendríamos que sufrir más “sangre, sudor y lágrimas”. Su experiencia lo desmiente. 

Días atrás, en gira por España, Mauricio Macri ofreció una brutal descripción del país. No aludió simplemente a que la economía argentina anda mal hace ya demasiado tiempo, ni se limitó a señalar que la política argentina haya fallado en resolver sus problemas, tampoco recurrió al remanido argumento contra el populismo. Le atribuyó el fracaso al país en su totalidad: “La sociedad argentina debe ser la más fracasada de los últimos 70 años”, lanzó. 

Probablemente se le fue la mano. Y debe haberle caído bastante mal a mucha gente, incluso entre sus potenciales simpatizantes, que ya tienen suficientes motivos para sentirse mal y frustrados. Pero la idea que está tratando de transmitir Macri no es ni apresurada ni puramente depresiva. Sí se monta en un clima depresivo: Argentina bate récords de pesimismo hace años, algo que el expresidente está tratando de aprovechar para promover una épica del resurgimiento a través del esfuerzo. Que, aclaremos, tiene tanta historia como el fracaso en nuestro país, y también fracasó ya varias veces.

Es la versión local del “sangre, sudor y lágrimas” churchilliano: “estamos en el fondo del pozo y ante una disyuntiva de vida o muerte, podemos tratar de salir de él, lo que insumirá grandes sacrificios y esfuerzos, o podemos seguir cavando”, una idea que se presenta con múltiples variantes. La planteó Raúl Alfonsín con su “economía de guerra”, Carlos Menem con “estamos mal, pero vamos bien”, Eduardo Duhalde y Remes Lenicov con “no hay nada para repartir”.

Le salieron al cruce varios oficialistas y sus acompañantes. En el coloquio de Idea inauguró las réplicas el empresario expatriado, CEO de la financiera Qontigo, Sebastián Ceria. Un personaje bastante peculiar: Ceria se enriqueció gracias a la aplicación de nuevas tecnologías a las finanzas globales, pero reniega de todo ese mundo de capitalismo desregulado, promoviendo en nuestro país ideas económicas de lo más heterodoxas, a lo Stiglitz y Guzmán, a través del Centro de Estudios Fundar. Como si lo que hiciera falta para que Argentina no siga fracasando fueran más regulación y estatismo y menos mercados.

Le siguió el propio Presidente: para él los que quieren ver “el vaso medio vacío en vez de medio lleno” alimentan las desesperanza, y lo hacen adrede, para que les sea más fácil sumir a los argentinos en la miseria. En oposición a esos “churchillianos”, Alberto Fernández quiso promover una visión positiva, esperanzadora: “Somos un ejemplo de resiliencia, una y otra vez hemos sido capaces de levantarnos”. Olvidando mencionar que cada vez que nos levantamos descubrimos que somos más pobres y atrasados que antes.

Como sea: lo primero a constatar es que no están diciendo en el fondo cosas tan distintas. También los oficialistas admiten que estamos en el fondo del pozo, y promueven una idea regeneracionista. Solo que no incluyen en su receta nada parecido a una organización y planificación de los esfuerzos necesarios: según ellos, vamos a “seguir recuperándonos” si no hacemos nada, si seguimos como estamos, esa es más o menos la idea. Por lo tanto, los cambios que promueven los “churchillianos” son una innecesaria flagelación, para una sociedad ya suficientemente flagelada.

Ahora bien: si analizamos brevemente la experiencia de gobierno de Alberto, la conclusión a la que arribaríamos sería la contraria. Porque el actual presidente quiso evitar sacrificios y esfuerzos al comienzo de su gestión, y las consecuencias han sido peores que si se hubiera seguido el camino opuesto.

Alberto heredó un ajuste a medio hacer, desordenado, y lo que le recomendaban los economistas serios que entonces todavía consultaba era continuar por ese camino, completar el trabajo que había venido haciendo Macri: terminar de erradicar el déficit fiscal, avanzar con la reforma previsional, estabilizar la moneda y restablecer el mercado libre de cambios, promover inversiones, en particular las que permitieran exportar, lo que hubiera posibilitado que se renovara el crédito con el Fondo y luego se regresara a los mercados de deuda.

Todo eso implicaba, es cierto, sacrificios iniciales, conflictos con algunos de sus aliados y sus votantes, esfuerzos de gestión y de la sociedad. Pero menores, porque buena parte del trabajo sucio del ajuste ya lo había hecho su predecesor, e iban a traer beneficios a mediano y largo plazo. Para él y para el país.

Compró en cambio la receta “heterodoxa” de Guzmán, e hizo exactamente lo contrario. Cuando estalló la pandemia creyó que ella le daba aún más la razón, así que aumentó la dosis de “heterodoxia”: más descontrol del gasto, más restricciones en el mercado cambiario, postergación de la renegociación de la deuda, etc. Se ahorró una caída inicial de ingresos y jubilaciones, pero ahora la caída es mucho mayor, fruto de la inflación y el estancamiento, y el esfuerzo es, encima, inútil, porque no habrá ningún beneficio de mediano o largo plazo ni para su gestión ni para el país.

Parece que no se hubiera discutido nada importante en el Coloquio de Idea, pero no es tan así.

Marcos Novaro

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