Carlos Berro Madero
No hace falta ser un experto en cuestiones ontológicas, para percibir cuál es el verdadero sustrato de las elipsis discursivas del Presidente y su Ministro de Economía, que oscilan entre el cinismo y la mediocridad.
Las últimas elecciones han puesto en evidencia que resulta absolutamente imperioso abandonar ciertas adhesiones políticas que nos han colocado al límite de la desintegración social, dejándonos presos de emociones viscerales que parecen haber nublado nuestra mente.
Hasta ausente, Cristina Fernández mantuvo una suerte de centralidad ridícula mientras se desarrollaban las elecciones legislativas del domingo próximo pasado, mientras algunos “movileros” de la TV machacaban sobre su eventual presencia ante lo que iba apareciendo como una segura derrota del Frente de Todos.
La velocidad de los cambios de ánimo de nuestra sociedad en estos últimos meses ha sido de una hondura fenomenal.
“Pocos son los hombres que se sobreponen completamente a las circunstancias que los rodean; pocos los que arrostran un gran peligro por la sola causa de la verdad; pocos los que en situaciones críticas no buscan una transacción entre sus intereses y su conciencia. En atravesándose riesgos de mucha gravedad, el mantenerse fiel a la verdad es heroísmo, y el heroísmo es cosa rara”
-Jaime Balmes
El solo hecho de reconocer que el “frente” que gobierna es una bolsa de gatos que hacen sus deposiciones en los lugares que les place, no significa que hayamos encontrado aún el método para enterrar definitivamente un tipo de “militantismo incivilizado”, del que habla el filósofo francés Luc Ferry, un luchador implacable por el logro de una articulación educativa que permita elevar el nivel de la cultura política.
El gobierno petulante y pretencioso de “los Fernández” evidencia que sus integrantes se consideran a sí mismos una suerte de “misioneros divinos”, presunción fatal que los lleva a incurrir en toda suerte de desaguisados, sin someter a prueba de eficacia alguna a ciertos experimentos políticos nacidos en el seno de un fanatismo excluyente y muy perverso.
“Cuando no somos capaces de cambiar una situación, deberíamos pensar si no estamos desafiados por la realidad para cambiar nosotros mismos”
-Víctor Frankl
“Ninguna causa puede producir lo que de suyo es imposible absolutamente”
-Jaime Balmes
El kirchnerismo está constituido por fanáticos que suelen utilizar las palabras como si fuesen precipitaciones pluviales, dando pábulo a las suposiciones de Adolfo Bioy Casares, cuando decía: “detrás de cada una de estas manifestaciones de afectación, ligeramente sorpresivas y ridículas, ha de haber un señor vanidoso, que se desvive porque lo admiren”.
La crisis del Frente para “Todes” parece que se resolverá por el momento mediante un cambio de figuritas, como parte de una vulgar “opereta” más del kirchnerismo que se ha ido convirtiendo en una verdadera tragedia política, sin solución a la vista.
Hoy nos preguntaban algunos observadores y periodistas ansiosos ante las últimas noticias sobre renuncias masivas, supuestamente “depurativas”: “pero entonces, ¿quién manda? ¿Cristina o Alberto?
En medio de una ceguera y soberbia coronadas por la efigie similar a la de un “león rampante en campo de gules”, – como diría un aficionado a la heráldica-, el kirchnerismo ha sufrido un porrazo fenomenal.
Cuando nos asomamos al mundo de la política con el fin de descifrar qué ofrecen ciertos candidatos que ventilan sus ideas con pomposidad “académica”, nos encontramos con Máximo Kirchner, quien siguiendo los delirios de su madre propone políticas que atrasan, cuanto menos, un siglo.
“El hombre se realiza únicamente en la medida que sabe imponerse exigencias a sí mismo”
- Jean Guitton
Siguiendo los pasos ideológicos de un marxismo posmoderno (hoy llamado populismo), los máximos dirigentes “K” creen profesar una suerte de ciencia que versa sobre la evolución de la naturaleza y de la sociedad.
El filósofo español Ortega y Gasset, definía en su tiempo al que llamaba “señorito satisfecho” como “el hombre vulgar, antes dirigido, que ha resuelto gobernar el mundo. Este contentamiento consigo”, señalaba, “le lleva a cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás.”
Muchos argentinos creemos saberlo todo y no solemos distinguir la diferencia que existe entre la verdad y la veracidad.
En épocas de crisis suelen surgir algunas personas que, amparadas en discursos alambicados, irrumpen en el escenario social alardeando de poseer una supuesta “ficha limpia”, que las convertiría automáticamente en una suerte de candidatos políticos “iluminados”.
Si quienes nos gobiernan hoy insisten con sus rituales y jaculatorias archiconocidas, corremos el serio riesgo de retornar a los tumultuosos escenarios del año 2001.
Toda época de crisis política suele arrasar con ciertos principios inamovibles de la economía, haciendo olvidar a muchos ilusos que los cuerpos doctrinarios deben contemplar siempre determinados códigos morales, a fin de que la misma tenga efectos positivos para toda la comunidad.
El escenario político recibe hoy, más que nunca, la influencia perniciosa del hedonismo que caracterizó siempre a Cristina Fernández.
El kirchnerismo comienza a inundar nuevamente los medios audiovisuales con informaciones inexactas, que son lanzadas a la opinión pública como un torrente, aprovechando las dificultades que existen para reparar en su falsedad en estos tiempos de “encierro virósico”.
En uno de sus interesantes escritos sobre cuestiones de fe, Fernando Savater nos recuerda que los sociólogos hablan dedos tipos de conducta que caracterizan la personalidad de la raza humana.
“La comunicación suele ser a menudo todo lo contrario de la información”
- Jean Revel
En los 70, el sociólogo estadounidense Alvin Toffler advirtió que durante el transcurso de los años siguientes millones de seres humanos sufrirían una brusca colisión con el futuro.
La presidente entre las sombras del actual gobierno kirchnerista –Cristina Fernández-, está convencida que sus teorías políticas son una “ciencia probada” sobre la evolución de las leyes de la naturaleza y la revolución de los explotados, constituyéndose en una guía para la solución de todos los problemas económicos, sociales, políticos e intelectuales de nuestro país…y del mundo entero.
Las expresiones de indignación popular frente al abismo al que nos asomamos por la falta de rumbo del gobierno requerirán más esfuerzo aún de nuestra parte, vista la obstinación del kirchnerismo que intenta mantener un statu quo “a su medida”, en medio de una tormenta social en ciernes.
“Si te enfermas viendo lo que hacen y dicen algunas personas, nunca pierdes el recurso de mover tus pasos en otra dirección” - Elwyn Brooks White, escritor y ensayista estadounidense
El historiador polaco Leszec Kolakowski señala que la palabra “problema” implica por lo general que existe una técnica para resolverlo, y que, con mayor o menor dificultad, podemos llegar a encontrarla. En tal punto, agrega, el susodicho problema dejará de ser tal.
Vivimos un momento en que las grandes ideas políticas –que movieron a varias generaciones ilustres-, han sido reemplazadas por un rosario de desatinos puestos en marcha por sucesores de aquellas que intentan reactivar -por ahora sin éxito-, el ánimo de una sociedad fatigada, absorta y profundamente angustiada.
“El mendigo dista de sentir su miseria con tanta intensidad como la finge, si quiere vivir de la mendicidad”
- Frederich Nietzsche
Hemos recordado especialmente al magistral Ortega y Gasset en estos días, cuando alertaba acerca de que “una sociedad dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando.
Estamos viviendo en un escenario donde la pandemia y las controversias entre datos estadísticos trucados y verosímiles, comienzan a causar serios disturbios sociales, incentivados por los desatinos políticos del gobierno.
Un error nefasto, muy habitual en nuestros dirigentes políticos, consiste en tratar de ocultar que no tienen la menor idea de la índole de algunos temas que abordan con pompa y circunstancia.
“No todo lo que puede ser contado cuenta y poco de lo que cuenta puede ser contado”
- Albert Einstein
Como nuestro futuro inmediato dependerá de las actitudes que adopte nuestra Vicepresidente de aquí en más respecto de una crisis que ya tiene color, olor y forma bien definida, creemos necesario analizar nuevamente el espíritu que anima a quien evidencia tener una imaginación puesta al servicio de sus pasiones:
Jaime Balmes dedicó una parte de su obra a describir el mundo, clasificándolo según las chances de máxima o mínima concreción “posible” para la vida humana, recordándonos que la palabra “imposibilidad” expresa siempre la repugnancia entre dos objetos.
El “activismo” kirchnerista ha evidenciado con creces su perfecta futilidad conceptual, mientras utiliza a la “masa” para consolidar una aventura hegemónica que nos está hundiendo – cuanto menos-, en la irrelevancia.
“Los Fernández” han confirmado, una vez más, que la neo corteza cerebral depende del equilibrio de una pequeña “amígdala” (órgano alojado en el lóbulo frontal del cerebro) que trabaja como un centinela emocional.
Muchos ciudadanos que se consideran cultos y racionalistas respecto de lo que afecta su vida cotidiana, aceptan sin más la validez de ciertas doctrinas que exceden cualquier versión “naturalista” de la realidad, quedando ligados así a las arbitrariedades de sus más caras convicciones personales.
La igualdad de los derechos, la justicia social, el considerar injusta la explotación del hombre y el repudio a la opresión de los “poderosos”, han sido las banderas obsesivas del discurso kirchnerista.
La ambición suele ser un instrumento apto para la especulación política y excita el ánimo de quienes compiten por mantenerse “a salvo” en una función de gobierno.
Nuestra sociedad en general vive de obsesiones que parecen ignorar algunos conceptos del clérigo protestante estadounidense Robert Jones Burdette, cuando dice con crudeza: “no creas que el mundo te debe una forma de vida placentera; el mundo no te debe nada, porque estaba aquí mucho antes que TÚ”.
La necesidad de confirmar obsesivamente una nueva identidad colectiva, aderezándola con argumentos reivindicatorios que pretenden retrotraernos a un pasado escandaloso, exhibe al gobierno tratando de borrar la noción del tiempo, en cuanto devenir histórico.
“Cuando las expectativas de una sociedad quedan reducidas a cero, ésta comienza a apreciar realmente todo lo que puede perder”
- Stephen Hawking
Ha comenzado el intento del kirchnerismo “cristinista” para lograr que un Máximo (“mínimo”) con un curriculum vidrioso, escale a la presidencia del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, para librar desde allí la madre de las batallas en las elecciones de 2021.
Hace algunos años, leímos una frase del poeta y diplomático estadounidense James Russell Lowell (siglo XIX), que nos quedó grabada por su agudeza, con la que comenzamos nuestras presentes reflexiones: “algunos contratiempos –aseguraba entonces-, funcionan como cuchillos: pueden servir indistintamente para cortar o cortarnos, según los tomemos por el mango o por el filo”.
El kirchnerismo pretende mantenernos inmersos en una mediación erudita e innecesaria entre nosotros y la realidad, como señalaba George Steiner respecto de hechos semejantes al acto político montado en el Estadio Único de La Plata, diseñado de acuerdo con la tradición de las movilizaciones partidarias soviéticas y/o nacionales socialistas.
“La diferencia que media entre un hombre vulgar y otro sobresaliente, consiste en que ÉSTE advierte con claridad, distinción y exactitud, lo que AQUÉL sólo reconoce de manera inexacta, confusa y oscura”
- Jaime Balmes