Carlos Mira
El respiro de los números de la pandemia que tenemos desde que las temperaturas comenzaron a subir en la Argentina, puede durar poco si el gobierno sigue manejándose con la irresponsabilidad que ha venido mostrando hasta el momento y que ya es, casi podríamos decir, un sello distintivo de su gestión en todas las áreas, no solo en la de salud pública.
En una evidencia más de la dureza de la cara de piedra de Fernández, el presidente grabó un spot para televisión y radio con motivo del fin de año.
La cuestión de lo que está ocurriendo con la Argentina quizás sea mucho más simple de explicar de lo que parecería surgir de muchos análisis, algunos de los cuales, inclusive, pueden haber salido de estas mismas columnas.
A un año de la llegada del cuarto kirchnerismo al poder hablemos de igualdad. Después de todo, esa es la cantinela con la que baten el parche estos muchachos: la idea que ellos buscan un país con igualdad.
Si llegaran a cristalizarse los mejores escenarios que prevé el gobierno según las estimaciones que surgen del presupuesto aprobado por el Congreso, la Argentina seguirá siendo un país muy pobre, sin oportunidades y con muy escasas posibilidades de que el nivel de vida de los más postergados -y en general que el nivel de vida de todos- mejore y permita una mejora de las condiciones de vida. El peor indicador en este sentido es la inflación.
“Es más fácil engañar a la gente
que convencerla de que ha sido engañada”
- Mark Twain
Si por algo pasará a la historia el cuarto kirchnerato es por haber sido el gobierno de la impunidad, del ajuste y de la propaganda
¿Quién puede dudar a esta altura del partido que el kirchnerismo está usando la estructura del Estado (sostenida por todos los argentinos con sus impuestos) para lograr lo que no son otra cosa que los objetivos personales de su jefa? Si, si: toda la Argentina pagando el plan de impunidad de una persona, de una familia y de una banda de secuaces que los acompañaron y se beneficiaron con el latrocinio al Tesoro Público más grande de la historia del país.
Son muchas, obviamente, las palabras que podrían definir a este gobierno en particular y al kirchnerismo en general. Corrupto, autoritario, negacionista, abolicionista, hegemónico, vengativo… En fin, son muchos los términos que lo describen.
Durante el fin de semana explotó en las redes un vídeo que muestra al terrorista Grabois en una reunión autotitulada “cumbre de los pueblos” sacándose la careta completamente y advirtiendo a su auditorio: “está claro que hacemos quilombo por plata… O sea: esto es por plata. Aquí no estamos haciendo la revolución. Hacemos quilombo para sacarle plata al Estado para mantener a los compañeros nuestros”.
¿Qué puede esperarse de un país en donde la impulsora más escalofriante de la más profunda división nacional que el país recuerde desde los años ’40 convoca a un acuerdo?
La familia Soriani fue secuestrada en su propia casa en El Foyel en Bariloche por un conjunto de delincuentes autodenominados “mapuches” que están robando propiedades desde hace tiempo en el sur argentino sin que la ley sea restaurada por la autoridad.
Yo no sé, francamente, si el presidente Fernández es o se hace. Se está desarrollando el 56° Coloquio de IDEA, la convención empresaria más importante del año que usualmente se desarrolla en el hotel Sheraton de Mar del Plata y que este año por razones obvias, tomó un formato virtual.
En marzo de 2020, el presidente Fernández, subido a un imaginario caballo blanco, rodeado de un conjunto de médicos que hoy si se los quiere buscar nadie los encuentra, con tono sobrador, como quien está de vuelta de una batalla en la que hizo todo bien; con el gesto del que se las sabe todas, mirando de reojo a la cámara y apenas levantando el costado derecho de su bigote, afirmó: “Somos un gobierno de científicos; no de CEO’s”, en clara alusión sarcástica a cómo había sido caracterizado el gobierno de Mauricio Macri.
Nuevamente la política exterior se muestra como una manifestación de las cuestiones de política interna. El voto argentino en la ONU de condena a la violación de los derechos humanos en Venezuela ha tenido una serie de efectos domésticos que no se sabe si han terminado aún.
Ya nos referimos a lo que dimos en llamar el “partido del siglo”, es decir la eventual respuesta de la Corte a la situación de los jueces Bruglia y Bertuzzi de la Cámara Federal.
A veces uno piensa porque la Argentina ha caído tan bajo en su nivel de vida, en su índice de calidad institucional, en el ranking general de las naciones.
La tendencia fascista de la Argentina no sólo viene retroalimentada desde el peronismo en el poder.
La Argentina ha tomado un camino que no solo es fascista y que archiva para siempre la República, sino que también es profundamente inmoral, mentiroso, decadente, racista y vergonzoso.
Pensemos en los perfiles de Néstor Kirchner, Cristina Elisabet Fernández y de Alberto Fernández.
La Argentina está entrando de a poco, una vez más como en el cuento de la rana hervida, en un sistema de ley de la selva.
¿Qué clase de gobierno es este? ¿Qué perfil de país se está delineando en la Argentina?
El ex presidente Duhalde dijo que el año que viene es muy probable que no se celebren las elecciones de medio término que prevé la Constitución. Dijo que podría haber un golpe de Estado, aunque aclaró que conoce a la oposición y que no son enemigos sino gente que, simplemente, tiene otra postura.
Probablemente el presidente Fernández quede en la historia como el presidente más cínico que tuvo el país. Confieso que iba a escribir “que tuvo la República”, pero ya estoy muy consciente que la Argentina ha dejado de serlo hace rato.
Muchos dudan acerca de si en política existe una verdadera lucha entre el bien y el mal o si, en realidad, se trata de una lucha en donde todos son malos.
El gobierno está lanzado ya desenfrenadamente, de la mano del coronavirus, a un ataque completamente desenmascarado sobre las libertades más íntimas de la ciudadanía.
Como era lógico los principios que el gobierno pretende aplicar a toda la Argentina no podían variar en el caso del enfoque que intenta darle al tratamiento del coronavirus.
Muchas veces nos hemos referido en estas columnas a la inveterada tradición argentina de ponerse en guerra con lo obvio.
El presidente Fernández ha dicho muy suelto de cuerpo que no cree en los programas económicos.
De repente los instaladores de la división social y del odio de clases han empezado a utilizar ostensiblemente la palabra “odio” para referirse, justamente, a lo que hacen los demás.
El presidente Fernández va camino de ponernos delante de muy pocas opciones para que nos pronunciemos sobre él.
Nadie conoce mejor el arte de las tropelías que quien las hace con frecuencia. Se trata de lógica pura: ¿quién dominaría mejor las dulzuras de la estafa que un estafador?
Sobre el fin de la semana se conoció que el BCRA aprobó una resolución según la cual los beneficiarios de pagos indemnizatorios del Estado por los crímenes cometidos por la dictadura (léase los hijos y nietos de desaparecidos) iban a poder comprar dólares al cambio oficial y sin límites e iban a poder transferirlos al exterior sin limitaciones.
La posición del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta desde que surgió el coronavirus en la Argentina es bastante particular.
La verdad que ver al presidente envuelto en un torbellino de ignorancias del que trata de salir con una mezcla de mala educación, autoritarismo, malos modales y más ignorancia es realmente triste.
Hace un tiempo en este mismo lugar (La enfermedad argentina, un artículo que dio la vuelta al mundo, pero cuyo origen fue atribuido increíblemente al diario “The Washington Post”) decíamos que la Argentina estaba gravemente enferma.
¿Cómo surgió la democracia después de todo? Es decir, ese valor inmaculado con el cual todos los populistas se llenan la boca y fundan en él todas sus exageraciones, ¿de dónde vine? ¿cuál fue su origen?
Casi al mismo tiempo que a Kicillof se le hacía agua a la boca hablando sobre los empleos perdidos en EEUU -con un dejo de sonrisa que dejaba entrever su regocijo- el premarket norteamericano explotaba más de 600 puntos por la noticia de que la economía había recuperado más de 2.5 millones de puestos de trabajo.
No son pocos los dirigentes que, frente a lo que ocurre, están proponiendo acuerdos políticos, económicos y sociales para los tiempos que vendrán luego de que lo peor del Covid-19 haya pasado.
Hasta donde estoy informado la Constitución sigue rigiendo en la Argentina… ¿O no? ¿O solo está vigente aquella parte que les permite dar una pátina de legalidad a los que quieren encaramarse en el poder para adueñarse de todo?
Uno no tiene tiempo para el asombro. Máxime cuando se trata de la sanción de leyes que involucran también la voluntad de la oposición, porque uno se pregunta si realmente leen lo que aprueban.
Ya son múltiples los costados por donde la relación del presidente con la vicepresidente choca por dos visiones diferentes del gobierno. No quizás respecto del horizonte de país, en donde puede haber más coincidencias que diferencias, pero sí en cuanto a la forma de gobernar y en cuanto a las decisiones por tomar.
El ministro Guzmán insiste en que el producto argentino caerá 6.5% este año debido a la cuarentena y a la paralización de actividades impuesta por el presidente debido al coronavirus.
El presidente Fernández sigue sometido a intenso fuego amigo desde el costado más duro del cristinismo fascista que tiene en el Instituto Patria la usina de boicots y operaciones más fuertes contra el presidente.
Durante el fin de semana se han producido señales muy negativas para el futuro de la Argentina, sin bien, todas, a mi entender, se encuentran en línea con el plan trazado por el kirchnerismo desde hace ya mucho tiempo.
Pronto los argentinos vamos a tener que tomar una decisión respecto del confinamiento. Durante una primera etapa todo el mundo lo acepto como una cuestión bastante razonable dadas las circunstancias.
Si aún había espacio para desentrañar más profundamente la pasta de la que están hechos algunos de los dirigentes que nos gobiernan, el coronavirus nos ha dado la oportunidad para hacerlo.
Fernández probablemente se esté poniendo al frente de una horda evidente de nuevos señores feudales que han iniciado un proceso de restauración de las normas por las que el mundo se regía en el siglo XVI.
En las pocas horas que han transcurrido desde la última columna hasta ahora han ocurrido tantas cosas que uno no sabe bien por dónde empezar la de hoy.
Como era de esperarse cuando un problema realmente serio afecta al país, Cristina Fernández se borró.