De regreso a sus oficinas, declararon que en la Argentina existe un problema de falta de confianza. ¿Tuvieron que viajar hasta aquí para llegar a esta conclusión?
Juro que no fue mi intención, pero hoy esta columna se está pareciendo demasiado a las que Carlos Reymundo Roberts nos obsequia cada sábado. Sigamos.
No existe ninguna posibilidad de que el actual Gobierno le pague al FMI en las fechas acordadas el préstamo otorgado al anterior gobierno. ¿Qué se negociará, entonces? Que nos presten, ¡para que les podamos pagar a ellos! Más allá de cómo se instrumente, esto está más cerca de la contabilidad que de la economía.
La cuestión no es qué hará el Fondo para condicionar tal operación, sino qué hará si el planteo argentino no le satisface. ¿Bombardear una ciudad argentina, bloquear el puerto de Buenos Aires, echarnos?
Da la impresión de que, en estas condiciones, tenemos la sartén por el mango. Mientras no les pidamos plata fresca, como ocurrió en la negociación con los bonistas.
El gobierno presidido por Alberto Ángel Fernández no está siendo desafiado por el Fondo, como no lo estuvo por los bonistas. Insisto, mientras no les pidamos plata fresca. Está siendo desafiado por seres humanos mucho más exigentes que ellos: los argentinos.
En la Argentina 2020 el verdadero desafío consiste en diseñar un programa económico a prueba de argentinos. Lo cual implica que nos queden las dificultades propias del coronavirus, sumadas a las que teníamos antes, pero a las cuales no les sumen congelamientos, complicaciones administrativas, amenazas, etc. Ya tenemos suficientes problemas con los que existen para que el accionar gubernamental tenga que crear más dificultades.
La tarea luce inmensa, pero, a quien tiene la máxima responsabilidad ejecutiva, ¿qué alternativa le queda?
Juan Carlos de Pablo