Patético pero real, 12 niños por día en la Argentina jamás llegarán al año de vida, todos los días muere un niño menor de 5 por desnutrición y los que con suerte lleguen a sobrevivir, estarán condenados a una adolescencia o juventud sin ningún tipo de oportunidades, como alimentarse correctamente, vestirse, educarse, tener esparcimiento y no tener que estar en la calle sin ningún tipo de protección y finalmente jugados a la droga o a morir por un par de zapatillas.
De los 10 millones de niños argentinos de 0 a 14 años el 60 % son pobres y peor aún el 15 % indigentes, 12.3% no accedieron en los últimos 12 meses a los alimentos necesarios.
Esto no solo nos duele profundamente, sino que si el Estado a través de los que tienen la responsabilidad de gobernar no hace algo “urgente” para revertir esta aciaga situación no existe posibilidad de sustentar un proyecto de Nación, ni en el corto y menos en el mediano y largo plazo.
Hoy vivimos “en el país de las injusticias”, donde en aquel mágico bolillero que maneja Dios, las oportunidades de que un niño tenga un desarrollo sano depende solo del azar, el hogar donde le toque nacer.
Parece sub realista, la paradoja del granero del mundo convertido en el granero del hambre, pero la realidad es más cruel de lo que muestran las frías estadísticas.
El mundo de Disney, que millones de niños argentinos jamás llegarán a escuchar y menos conocer, es para ellos el mundo de la miseria, el hambre, el terror que quedará como una impronta imborrable para el resto de sus días.
Esas huellas retornarán con una fuerza incontrolable de odio y resentimiento contra una sociedad que no se ocupó de quienes no tuvieron las más mínimas oportunidades. Son esos locos bajitos, los olvidados de siempre que más que unas sonrisas tienen un dejo de tristeza en esas caras que lo dice todo sobre el maltrato que reciben.
Pero están totalmente indefensos frente a la perversidad de adultos que se han olvidado que alguna vez fueron niños y que parece que nunca leyeron el “Principito” o se lo olvidaron, lo único que conservan a ultranza es ese egoísmo feroz, narcisista, fruto de una impiadosa insensibilidad.
El único juego al que juegan es el del poder sin escrúpulos.
La brecha cada vez es mayor, lo que significa mayor desigualdad de oportunidades e “inequidad” con la nefasta consecuencia que ningún niño esté a salvo, ni los que nacen en los hogares más privilegiados. Ya no alcanza con los “guetos amurallados”, ni poner más seguridad, ni blindar autos, ni usar custodia, ni hacer más cárceles.
La única salida es una Política de Estado para los más desprotegidos que comience desde la misma concepción.
Un plan de integración social para los argentinos “excluidos” a la Salud, la Educación, el Deporte, la Recreación, que merecen, para que cuando adultos se conviertan a través de un trabajo digno, en hombres de bien que se incorporen, en una sociedad más justa, al desarrollo y crecimiento que el país necesita.
Tanto Gobierno como oposición deben salir de su “autismo” y tomar nota que lo esencial sigue siendo invisible a los ojos, sino las consecuencias de la violencia estructural serán aún más devastadoras.
No se trata de un tema electoralista, por supuesto los niños no votan, sino que se trata nada mas ni nada menos del “patrimonio” más importante que debemos cuidar los argentinos.
Sin una niñez sana y segura no habrá una sociedad realizada y lo más peligroso es que esos “locos bajitos” que hoy nos regalan felicidad, en un futuro se transformen en adultos que por no haber recibido nada de niños, solo indiferencia, nos devuelvan, como es de imaginar violencia y terror.
#Médico Sanitarista
Ex Subsecretario de Salud del GCABA