Dichos populares como “estás mal medicado”, “¿no tomaste la pastilla?, ¿faltó el psicólogo? son evidencia suficiente de esta manera de pensar y del absurdo de circunscribir una conducta peculiar por lo disruptiva a un diagnóstico médico/psicológico.
Reducir algo muy complejo a sus componentes puede ser necesario, pero implica postergar el ensamblado significativo de esas partes en un todo con sentido. Tarea ímproba y generalmente inacabable. Louis Mencken lo puso en estos términos: “para todo problema complejo hay una solución simple y equivocada. Murphy también popularizó una ley sobre la fatalidad de los errores.
Toda conducta humana tiene un componente biológico en su base que la predetermina solo en sus capacidades, la cultura y la experiencia hacen al resto.
Por lo tanto mirar solo al “loco” cae en el reduccionismo de mirar solo a su cerebro y de no considerarlo junto a sus circunstancias, que pueden ser las reales causas de su locura.
La educación en sentido amplio es un componente esencial de “las circunstancias” y por lo tanto es allí donde deben buscarse algunas causas, no solo en el cerebro.
El conocimiento de los orígenes y la infancia de la mayoría de los líderes, es una fuente de información a veces insospechada u ocultada, que permite explicar pero no necesariamente justificar sus acciones.
El ejemplo del escorpión y la rana viene al caso: está en su predisposición, en su esencia. Formamos parte de una cadena de bucles y entonces, al investigar hay que observar cada uno de los eslabones, ya sean sujeto u objeto.
Si hemos configurado una sociedad con poco apego a las leyes, con respeto al poder mucho más que a la autoridad (que no abunda), es ingenuo poner toda la responsabilidad del daño en los dirigentes, que por otra parte son emergentes de esa sociedad con características compartidas, del mismo modo que es ingenuo, quizás torpe, esperar resultados diferentes de los obtenidos hasta ahora.
“El vamos viendo, lo atamos con alambre, cómo o con cuanto arreglamos esto, cuánto es la mía, se dice pero no lo “vamo acé”, la mitad de la biblioteca dice una cosa y la otra mitad dice otra, son expresiones que muestran como somos en sociedad.
La desmemoria impide reconocer cómo fuimos y por lo tanto corregir el rumbo hacia como seremos. Esta falencia se suma a no poder discriminar y razonar compatibilizando el cómo queremos con el qué debemos y qué podemos ser.
El lenguaje se inunda de palabras vacuas, discursos contradictorios o simplemente falaces; relatos cargados de emociones muchas veces más perceptible en el lenguaje corporal o en los símbolos utilizados. Como un virus, se transmiten y afectan sin que el recipiente se dé cuenta o pueda evitarlo, es inconsciente.
El emisor por el contrario lo hace a consciencia y con un objetivo claro para él, pero oculto o indescifrable para los escuchas y observadores; le va la vida en ello. Así rápidamente nos enredamos en discusiones o propuestas que intencionalmente circunscriben lo complejo a lo simple en apariencia: la casta, la economía, la pobreza, la seguridad, la inflación.
El agravante es que el o los emisores pueden ser o estar enajenados, pero no son ignorantes y por eso apelan a la ciencia, las matemáticas y autores, desconocidos para muchos y mal leídos e interpretados por otros. Resultado: sumatoria de falacias que no todos descubren o conocen y de ese modo terminan por ser convincentes.
Abundan expresiones tales como “síganme que no los voy a defraudar” desmentida luego por “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie” o acciones como elegir un presidente o candidatos a cargos de importancia por una sola persona haciendo uso y abuso de su poder, sin asumir la responsabilidad por el resultado.
En conclusión, estamos en presencia de una sociedad considerada enferma que produce dirigentes enfermos, que recursivamente la contagian con nuevas patologías.
Constituyen de ese modo un círculo vicioso de aprendizajes que derivan en nuevas formas culturales, y en cambios de época con resultados impredecibles porque además ahora estamos globalizados debido a los cambios en la velocidad de transmisión de la información. Los valores de tiempo y espacio se han modificado; la mariposa aleteando en China producirá vientos en nuestras pampas.
Por otra parte la psicosis, la locura, no siempre se acompaña de deterioro cognitivo. Hay locos egregios como Dalí, Picasso y muchos más, que viven en un mundo de realidades personales. Así construyen sus propias razones, proyectan sus demonios y contagian, pues la inteligencia puede estar intacta y entonces el lenguaje produce un discurso en apariencia coherente.
El problema es que esa coherencia responde más a su propia realidad que a la realidad verdadera, si es que tal cosa existe. Si la pintura de la Dama de Avignon no es igual al modelo, pues problema de la modelo, o en todo caso de la realidad, (Picasso dixit).
La creatividad resultante en los artistas o en los grandes pensadores suele ser positiva, estimulante, beneficiosa, en tanto que en la política, en el barro de la economía y la vida cotidiana, suele ser lo contrario.
Concluyendo: por un sesgo profesional me siento tentado de decir como Alfonsín “un médico por ahí”, quizás un “psicólogo por ahí” aunque mejor sería recordarlo cuando leía el prólogo de la constitución revalorizado por Santiago Kovadloff al diferenciar los que hablan con la constitución en la mano y los que le quieren echar mano. Entonces cambio por “Un filósofo por ahí”
Médico. Licenciado en Psicología
Autor de: “El niño problema” y “La era del NeuroTodo”