A pocos kilómetros, otra empresa taiwanesa de tecnología, Pegatron, levantó su inmensa planta de producción, y la fabricante de dispositivos finlandesa Salcomp hizo lo mismo en las inmediaciones. Un poco más al oeste se encuentra el parque industrial de 200 hectáreas del conglomerado indio Grupo Tata. ¿Qué tienen en común esas instalaciones celosamente custodiadas?: Un cliente en común, una demandante y reservada compañía norteamericana conocida localmente como “la empresa de la manzanita”.
La proliferación de empresas en el sur de la India marca un nuevo capítulo para las mayores compañías tecnológicas del mundo. Las dos décadas extraordinariamente exitosas de Apple -sus ingresos se multiplicaron por 70, el precio de sus acciones por 60, y tiene una valuación de mercado de 2,4 billones de dólares-, se debieron en parte a su gran apuesta por China.
Apple apostó a fábricas radicadas en China, que ahora producen más del 90% de sus productos, y también sedujo a los consumidores chinos, que en pocos años pasaron a representar un 25% de los ingresos de la empresa. Sin embargo, los cambios económicos y geopolíticos están obligando a la empresa a iniciar un rápido desacople. Su alejamiento de China implica un gran giro para Apple y es representativo de un giro aún más grande en la economía global.
El embalaje de los productos Apple dice “Diseñado por Apple en California”, pero sus dispositivos se ensamblan a lo largo de una cadena de suministros que se extiende desde el Amazonas hasta Zhejiang. Y el eslabón central de esa cadena es China, donde 150 de los mayores proveedores de Apple tienen plantas de producción.
Tim Cook, jefe de operaciones de Apple antes de convertirse en director ejecutivo, en 2011, fue pionero en esa estrategia de fabricación por contrato. Cook visitaba regularmente China y ha mantenido buenas relaciones con el gobierno de Pekín, obedeciendo sus requisitos de eliminar ciertas aplicaciones y mantener los datos de los usuarios chinos dentro de China, donde puedan estar disponibles para las autoridades.
Pero ahora se está produciendo un cambio. Cook, a quien no se ha visto en China desde 2019, está cortejando a nuevos socios. En mayo, recibió al primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, en la moderna sede de Apple en Cupertino. Se espera que el próximo año Apple abra su primer local en la India, cuyo primer ministro, Narendra Modi, es fanático de los iPhone dorados.
Vietnam y la India son los principales beneficiarios del cambio estratégico de Apple. En 2017, Apple tenía 18 grandes proveedores en India y Vietnam: el año pasado ya eran 37. En septiembre, Apple comenzó a fabricar su nuevo iPhone 14 en la India, donde anteriormente solo fabricaba modelos más antiguos. Y un mes antes se informó que Apple pronto comenzaría a fabricar sus computadoras portátiles MacBook en Vietnam.
Algunos de los dispositivos más nuevos de Apple revelan el devenir de las cosas: casi el 50% de sus auriculares AirPod se fabrican en Vietnam, y para 2025 será de casi el 70%, según estimaciones del banco de inversiones JPMorgan Chase. Según los cálculos del banco, si bien hoy en día menos del 5% de los productos de Apple se fabrican fuera de China, en 2025 la cifra será del 25%.
A medida que Apple cambia su esquema de producción, sus proveedores también se están diversificando fuera de China. Lo que permite tener una medida aproximada de ese fenómeno es la proporción de activos a largo plazo que han colocado en China las empresas taiwanesas de tecnología y electrónica. En 2017, el promedio era del 43%, pero el año pasado esa cifra había caído al 31 %, según nuestras estimaciones utilizando datos de la agencia Bloomberg y de la propia empresa.
El motivo más acuciante de este enroque es la necesidad de distribuir los riesgos operativos. Hace dos décadas, la industria de la confección de indumentaria reforzó sus operaciones fuera de China tras la epidemia de SARS que paralizó las cadenas de suministro. “Después del SARS, a todos los que operan en China les quedó muy claro que necesitaban una estrategia de ‘China+1′,” dice Dominic Scriven, de Dragon Capital, una firma de inversiones con sede en Vietnam. Y la lección que les dejó el Covid a las empresas tecnológicas es la misma.
Los confinamientos en Shanghái durante la primera mitad de este año obligaron al cierre temporal de una fábrica operada por la empresa taiwanesa Quanta, donde al parecer se fabricaba la mayoría de las MacBooks de Apple. Los clientes tuvieron que esperar meses para reponer stock. Evitar ese tipo de disrupciones, dice Gokul Hariharan, de JPMorgan Chase, “es el principal motivo que impulsa los movimientos en la cadena de suministros de Apple”.
Otro motivo es la contención de costos. En la última década, el salario promedio en China se duplicó. Para 2020, un trabajador manufacturero chino ganaba alrededor de $530 al mes, aproximadamente el doble que uno de la India o Vietnam, según una encuesta realizada por JETRO, una asociación industrial japonesa.
Los problemas de infraestructura de la India, con rutas en mal estado y una red eléctrica poco confiable, venía frenando la instalación de fábricas en ese país. Pero la infraestructura ha mejorado, y el gobierno indio ha endulzado el trato con subsidios.
Por su parte, Vietnam también ofrece rebajas de impuestos y vacaciones a los trabajadores, así como acuerdos de libre comercio, incluido uno firmado recientemente con la Unión Europea. La burocracia aduanera y los visados sigue siendo un dolor de cabeza, pero la ética de trabajo es similar a la de China: “Confucio los sigue sacando de la cama todas las mañanas”, dice un ejecutivo extranjero radicado en Vietnam.
Apple también mira cada vez más a la población local como potenciales clientes, particularmente en la India, el segundo mercado de celulares más grande del mundo. Y si bien para la mayoría de los indios los dispositivos de Apple son demasiado caros, eso está cambiando. En julio, Apple informó que en la comparación interanual del segundo trimestre de este año sus ingresos en India casi se habían duplicado, impulsados por ese “motor” de ventas que es el iPhone.
Eso también le resta importancia relativa a China como mercado de consumo. En su punto más alto, en 2015, China representaba el 25% de los ingresos globales de Apple, más que toda Europa. Desde entonces, su participación se ha reducido sostenidamente, hasta el 19% actual en lo que va del año fiscal. Y por lo que parece, al presidente Xi Jinping le gustaría que cayera aún más.
Durante el Congreso del Partido Comunista del 16 de octubre, Xi llamó a lograr “autosuficiencia y potencia en ciencia y tecnología”, dando a entender que los importadores extranjeros enfrentarán una competencia más dura de los campeones de la producción nacional. Y repitió esa frase cinco veces…
Esto apunta a la última razón, potencialmente la más importante, del giro de Apple: la cuestión geopolítica. Las crecientes tensiones entre Washington y Pekín han convertido a China en un lugar cada vez más incómodo para hacer negocios. La susceptibilidad política de Pekín ha generado fricciones en muchos frentes. Este verano, por ejemplo, Apple tuvo que pedirles a los fabricantes taiwaneses que etiquetaran sus productos como “Hecho en Taipei Chino” para conformar a las autoridades aduaneras chinas, y a riesgo de enojar a las taiwaneses.
Estados Unidos, por su parte, se ha vuelto más agresivo en su competencia con la industria tecnológica nacional de China. El 7 de octubre, Washington anunció la prohibición de que “nosotros” trabajemos para algunos fabricantes de chips chinos. El mismo día, agregó 30 empresas chinas a la lista de compañías “no verificadas” que sus funcionarios no habían podido inspeccionar.
Según los informes, Apple estaba a punto de firmar un acuerdo para comprar chips de memoria para iPhone de una de esas empresas, YMTC, que ofrece precios bajos gracias a un subsidio del gobierno chino. Ese acuerdo quedó congelado cuando Estados Unidos anunció controles a la exportación de tecnología, según el diario japonés Nikkei.
La gran pregunta es si trasladar la producción físicamente fuera de China alcanza para evitar futuras presiones. Aunque Apple fabrique más dispositivos fuera de China, sigue dependiendo de empresas de propiedad china para fabricarlos, porque quienes están tomando una parte cada vez mayor del negocio de Apple fuera de las fronteras de China también son fabricantes chinos, como las empresas Luxshare, Goertek y Wingtech.
Se informa que Luxshare y Goertek, por ejemplo, están fabricando AirPods en Vietnam, gracias a que en los últimos años algunos de sus rivales taiwaneses, como Inventec, redujeron sus operaciones con Apple. En septiembre, los medios de la India informaron que el gobierno de Delhi podría permitir que algunas empresas chinas establezcan plantas de producción en el país. Según JPMorgan Chase, la participación de las empresas chinas en la producción de insumos electrónicos para el iPhone aumentará del 7% de este año al 24% para 2025, y se prevé que en los próximos tres años las empresas chinas aumentarán su participación en la producción de toda la gama de productos de Apple.
¿Las empresas chinas que fabrican fuera de China pueden ser objeto de sanciones estadounidenses? Por ahora es poco probable, dice Nana Li, de la administradora de activos financieros Impax. “No hay proveedores alternativos disponibles que tengan el mismo nivel de experiencia, eficiencia y rentabilidad”, por lo que sanconarlos perjudicaría a las empresas estadounidenses, señala Li. Con el tiempo, sin embargo, eso podría cambiar. Países como la India y Vietnam están dispuestos a desarrollar sus propios proveedores. Según los informes, el Grupo Tata está en conversaciones con la taiwanesa Wistron para la fabricación de insumos para el iPhone en la India. Los fabricantes indios informan que “la empresa de la manzanita” está discretamente a la caza de proveedores locales.
Dado el rumbo que han tomado las relaciones entre Estados Unidos y China, parece sensato que Apple haga apuestas en otros lados antes de que las restricciones se endurezcan todavía más. Por ahora, las empresas chinas fuera de China están seguras, dice un inversor occidental en Asia, “pero el lazo de la soga se está cerrando”.
Traducción de Jaime Arrambide
The Economist