Miércoles, 08 Julio 2020 21:00

El ADN - Por Luis Tonelli

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La lucha contra el coronavirus recién empieza en el AMBA. Si, tras la séptima renovación de la cuarentena, cuya primera edición comenzó allá por marzo, todo está como al principio.

 

Las muertes han alcanzado una nueva media, arriba de los 50 casos, aunque por ahora parecieran estabilizados allí, sin que se dé afortunadamente un crecimiento exponencial. Las camas COVID en los hospitales del AMBA están ocupadas en un 60%, lo que marca la fragilidad del sistema de salud. Esta capacidad es la que impide una cuarentena inteligente, ya que no deja margen para jugar con la apertura parcial. Cualquier desborde, llevaría a la saturación.

O sea, estamos peor que cuando se inició la cuarentena, y por lo tanto, es como si todo recién empezara. Con los problemas adicionales del cansancio natural que genera el encierro permanente, la situación económica que comienza a exhibirse en su gravedad, y el invierno que lo agrava todo. De aquí a quince días se sabrá que impacto tuvo sobre el ascenso de los casos de COVID la nueva cuarentena total en AMBA. Pero los gráficos de circulación obtenidos gracias a los datos de los celulares nos están diciendo que tiene muchísimo menos acatamiento que el que recibió la primera fase 1, allá por marzo.

O sea, la cuarentena perfecta para aplanar y aplastar la curva de contagios demuestra ser imposible (y menos en su séptima edición) y entonces, en el mejor de los casos, volveremos a patear la curva para adelante. O sea, cuarentena eterna. Preferible a miles de muertos, pero que siempre penden como una amenaza muy real a futuro. ¿Imagínense si después de haber destrozado la economía, de este esfuerzo de meses, tenemos el mismo saldo luctuoso que los países que no instrumentaron medidas draconianas? Sería una verdadera tragedia multiplicada.

Pero, así como estamos, o es vacuna (cosa que falta, y mucho) o es una cuarentena cada vez menos estricta que solo puede aumentar el número de muertes -y que trágicamente, en estas condiciones, es el paradójico y funesto único disciplinador que podría funcionar en una sociedad harta-. Con el agravante que los números de esas muertes sería el efecto de los contagios de 20 días antes, por lo que el pico seguiría subiendo por días. Casi, mejor ni imaginar ese “peor escenario”, aunque no sea imposible para nada.

En el plano de las interacciones intergubernamentales multinivel (bah, las relaciones entre Alberto, Axel y Horacio), sigue primando la cooperación, pero cada vez son más las cornadas entre ellos. El Gobierno de la Ciudad comenzó a adoptar en su comunicación la postura que todos los gobiernos del mundo mostraban ante la cuarentena: su preocupación por salir de ella, no el entusiasmo por continuarla. Por esto de las naturales reacciones de la psique humana, podemos acatar mejor una limitación si el gobierno es el primero que está preocupado por eliminarla.

Esta cooperación entre gobiernos se presenta despolitizada. Rodríguez Larreta podría hacer suyo el consejo que le dio a un ministro el dictador español Francisco Franco cuando un ministro le llevó una queja por una interna al que lo estaba sometiendo otro ministro. “Haga como yo” -le dijo el Generalísimo- “No se meta en política”.

Cosa que contrasta completamente con la relación entre el gobierno y la oposición, que cada día se polariza más. El Congreso virtualizado ha dejado de ser el escenario donde se dramatizaba esta relación. Las caras de los representantes, mirando en el zoom siempre desenfocados, y muchas veces con los micrófonos obturados, no generan ningún impacto comunicacional.

Pero si, parecen serlo las solicitadas. Claro que aquí el Gobierno exhibe su astucia peronista. Resulta que las solicitadas para llamar la atención siempre hacen uso (y abuso) de la pirotecnia textual. Pero entonces, el gobierno se victimiza ante esas hipérboles, y patea la pelota afuera de la cancha. Sucedió con la solicitada de la “infectadura” (en la que en realidad no se decía que se estaba bajo una dictadura, pero si, que se usaba la autoridad de los científicos para acallar cualquier disidencia).

Y lo mismo sucede con la solicitada por el asesinato del ex secretario de Cristina Fernández, Fabian Gutiérrez, quien, combinando actividad pública con la privada, logró en pocos años amasar una fortuna considerable. La oposición le pide trasparencia al gobierno en un caso donde, quiérase o no, están involucradas las denuncias de enriquecimiento ilícito que llegan a la vice presidenta. El gobierno reacciona que sembrar dudas sobre la horrible muerte del ex funcionario es “canallesco”.

La verdad, es que canalla sería no abrigar dudas ante los detalles dados a conocer del caso. No se necesita de solicitada de la oposición para preguntarse por qué chicos de clase media están involucrados, por qué torturaron a Gutiérrez, por qué cavaron un pozo en tierra congelada, en vez de tirar el cadáver en la estepa, cuando a pocos kilómetros todo es desolación, por qué lo harían cuando todo el mundo los conoce, y podían rastrearlos fácilmente, porque el juez dijo “busco un cuerpo”, cuando nada indicaba que el pobre tipo ya estaba muerto.

En fin, seguramente mucho de esto se explique por la generosa dosis de estupidez con la que fuimos dotados los humanos, y quizás este crimen termine siendo más cercano a la trama de la genial Fargo -de los Cohen, con esos sicóticos en el congelado paisaje de North Dakota- que a una de espías sofisticados. Pero es el gobierno que, adoptando una actitud encubridora -y cargando en su historial, nada menos que con el caso Nisman- lo enturbia todo y solo hace despertar sospechas.

Quizás por algo que está en el ADN kirchnerista: explicar y hacer las cosas como se deben solo lo hacen los débiles. Abusar del poder, es la forma que tiene el kirchnerismo de rendirle el homenaje que se merece.


Luis Tonelli

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