Se trata, una vez más, de una afirmación completamente contradictoria con la que el mismo presidente había manifestado en la red social Twitter al comentar un diálogo con la Directora Gerente del FMI, Katalina Gerogieva, en donde aseguraba que habían estado conversando sobre la presentación de un plan económico que diera sustento a la posibilidad de repago a la institución multilateral.
Se ve que el presidente tiene un discurso adecuado para cada ocasión y para cada interlocutor. Pero más allá de eso el comentario da lugar a una serie de conclusiones.
En primer lugar, se estaría confirmando que la Argentina está completamente a la deriva, sin rumbo y sin un plexo de ideas coherentes de las cuales se desprendieran cursos de acción tendientes a alcanzar determinados objetivos en un tiempo dado.
Porque de eso se trata un programa: un plan coherente y unificado, distribuido en el tiempo con una meta final y otras muchas intermedias a las que se piensa alcanzar por la implementación de una serie de medidas coherentes e interconectadas que responden a idea central que inspira el programa.
Esa idea puede ser de una línea u otra, pero debe haber una idea rectora como consecuencia de la cual se desprenden las herramientas aplicar, herramientas que deben guardar una concordancia lógica con el sesgo del programa.
En segundo lugar, la Argentina debería concluir que renacen aquellos conceptos del genio contemporáneo Axel Kicillof, cuando dijo que si había dos conceptos que odiaba eran el de la “seguridad jurídica” y el del “clima de negocios”. En efecto, el presidente, con otras palabras, estaría diciendo que no tiene ninguna intención de dotar a la comunidad que toma decisiones con un conjunto de principios conocidos de antemano, de resultas de lo cual ésta pueda discernir con anticipación el curso de las cosas y, en base a eso tomar decisiones de mediano y largo plazo.
Al no existir eso, está claro que esa misma comunidad tampoco estará dispuesta a arriesgar capital ni a poner en marcha idea nuevas, porque sencillamente no sabe con qué se puede encontrar a la vuelta de la esquina, dado que las autoridades han confesado que no tienen intención de dar a conocer cuál es su plan.
El no tener plan es lo mismo que estar pendientes de la espada del amo: cualquiera podría perder la cabeza si apostara en la dirección equivocada de las ocurrencias del mañana; porque si no hay plan estamos en manos de eso: de ocurrencias.
En tercer lugar, la afirmación presidencial resulta completamente esotérica viniendo del costado supuestamente ideológico del que viene. La predilección por un “no-plan” podría ser compatible en un marco de anarco-capitalismo en donde el único plan verdadero es el que cada individuo tenga para sí con el compromiso de compatibilizarlo con el de los semejantes porque en una sociedad de ese perfil el respeto al plan de vida ajeno es sagrado.
Sería interesante saber que el presidente se ha convertido al anarco-capitalismo. Pero en ese caso debería derogar de plano todos los impuestos, cerrar todas las dependencias coercitivas del Estado y estar dispuesto a ser una especie de árbitro lejano de disputas sin más intervención que las que le permitieran los jueces.
Como claramente Fernández no se ha convertido en nada semejante a eso, debemos concluir que el presidente ha caído en una irresponsabilidad más que hacen dudar de los dotes con los que cuenta para sentarse en el sillón que ocupa.
Hoy en día todos los países trazan un programa que contemple las variables monetarias, fiscales, laborales, previsionales y tributarias de la nación. Ese trazo le entrega a la comunidad una hoja de ruta que le permite acceder a certidumbres que, a su vez, construyen confianza pública.
Esa confianza es la base del crecimiento y del progreso: cuando los actores económicos reciben ese mapa, trazan a su vez sus planes individuales en la seguridad que las reglas del juego que el programa implican no serán modificadas.
Eso hablando de un país normal, sin deudas (o con una deuda normal), y con cierta normalidad política e institucional. ¿Qué quedará entonces para la Argentina, que es un país endeudado y que está pidiendo plazos y condiciones especiales para pagar?
¿No creen ustedes que es perfectamente lógico que aquellos a los que les debemos nos pregunten qué tenemos pensado hacer para salir del pozo y así poder pagarles?
Supongan que esa pregunta llega -como de hecho está llegando- y la respuesta del jefe institucional de la república es. “¿Sabes qué? No tengo ningún plan, porque no creo en ellos”.
Se trata de una postura completamente delirante. El presidente está perdiendo el control (si es que alguna vez lo tuvo) de su propio gobierno. Atormentado por sus propios aliados, ces en importantes sinsentidos, confundiendo a todo el mundo y generando un caos que, en las presentes circunstancias, no harán otra cosa que empeorar el horizonte inmediato de la Argentina.
Carlos Mira
https://thepostarg.com/editoriales/lo-de-fernandez-ya-es-muy-preocupante/#.Xxhyz55Kg2w