Más que de ocuparnos de contrafácticos, dada la lista interminable de tareas que tiene por delante el gobierno, lo mejor es evaluar lo que realmente representa -en términos políticos- este acuerdo.
En primer lugar, obviamente el Gobierno ha demostrado “racionalidad”. Pero, esa racionalidad fue exhibida finalmente con el acuerdo. Fue un típico “juego del gayina” (representado por los dos autos lanzados a toda velocidad, uno contra el otro, perdiendo el cobarde que se desvía antes). Pero dicho juego encierra una paradoja: en realidad, para que el otro sea el miedoso que afloje, es racional aparentar ser irracional. Imaginen que somos uno de los conductores, y nos damos cuenta de que nuestro competidor que viene de frente se ha vendado los ojos. Exclamaremos “¡este tipo se volvió loco!” esquivándolo.
Esta paradoja nos indica que en, gran medida, la negociación llegó a buen puerto porque la amenaza de que el gobierno prefiriera el “default” fue creíble para los acreedores. En eso fue clave que apareciera también un aparente “juego del gayina” entre el Presidente y la Vicepresidenta. Ahora, el titular dice que la suplente le pidió, junto a Roberto Lavagna, que “aflojara en su dureza”. Una táctica habitual política de estas situaciones donde la/el número “dos” tiene más poder que el “uno” y se aprovecha de la situación de sugerir una decisión francamente mala e irresponsable, pero popular entre los sectores más ideologizados. El “uno” más débil le dobla la apuesta al número “dos” -en este caso, la corrida por izquierda fue la Vice Presidenta quien tuvo que pedirle a su Presidente que no fuera tan duro-.
Pero que el Gobierno haya sido “racional” evitando un suicidio, eso no significa que de ahora en más vaya a ser obligatoriamente razonable, o que estén enterrados los pergaminos populistas. De nuevo, la amenaza a los acreedores ha sido creíble precisamente porque la radicalización del populismo es siempre una alternativa posible en los que hoy habitan en la Casa Rosada -o mejor dicho, el Instituto Patria. Patear los vencimientos en dólares para adelante no vacuna al Gobierno de populismo
En segundo lugar, la estrategia de Guzmán fue exitosa en una cuestión controvertida, cambiando una secuencia digamos que institucionalizada. Primero se arreglaba con el FMI, donde en general no hay quitas, pero sí, hay refinanciamiento y alargamiento de los plazos, para después con esa garantía de expertos convencer a los tenedores de bonos privados. Guzmán empezó por los privados, y el FMI -preocupado porque se le pagué siempre a él, y el recorte se les haga a los privados que jugaron a los bonos- apoyó al Ministro.
Y con el FMI es cierto que están las facilidades que puede dar de pago, pero más importante para un gobierno que tiene que dar señales de rebeldía izquierdista es moderar los condicionamientos de política pública que el organismo internacional impone para otorgar préstamos y nuevas facilidades para pagarlo. Esto ha convertido al FMI en el villano perfecto usado habitualmente por los políticos para implementar las políticas de ajuste que tienen que hacer, pero que asi le echan la culpa a quien dice de frente que hay que hacerlas.
Pero el país y el mundo están enfrentando una situación crítica extraordinaria a partir de que se desató la pandemia del COVID 19 y la “nueva normalidad” de la que tanto se ha hablado parece en realidad ser un oscilación entre la vieja normalidad de no atender a la distancia social y la cuarentena.
Solicitar un ajuste ahora sería un pasaporte a una explosión social, en momentos que vivimos en una economía de campo de concentración, donde se nos reparten unos vales para pagar nuestros gastos esenciales, mientras la mayoría (al menos en el AMBA) hoy no trabaja, o hace como trabaja (esos vales se llaman pesos). Que la inflación o el dólar no se hayan ido al mismísimo diablo depende que se mantenga esa economía de campo de concentración. Nadie fuma cuando está buceando.
O sea, lo mismo que pasa con la pandemia: el control del número de muertos depende de que se siga con la cuarentena. Si se la levanta antes que haya cura o vacuna o inmunidad, aumentara contagiados, enfermos y muertos.
Sin embargo, el encierro no puede mantenerse a divinis. Evitar muertes es lo más importante -quien va a discutir eso- pero a medida que pasa mucho el tiempo, todos nos damos cuenta de las cosas que no hemos podido hace en esta (llamemoslé) vida.
Luis Tonelli