Viernes, 30 Octubre 2020 14:30

Bestia magnífica - Por Luis Tonelli

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Vivimos una época de realidades duras y símbolos fuertes. Símbolos que expresan realidades. Símbolos que refuerzan y hasta recrean realidades.

 

Pandemia y economía son las fuentes principales del “agobio” al que se refirió en su carta la vicepresidenta de la Nación. Luego de su silencio (que es la más polisémica de las comunicaciones, ya que permite que surjan todo tipo de interpretaciones), Cristina Fernández eligió el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner para escribir una carta poderosa, extensa y que también habilita tantas lecturas como lectores encuentre.

La Carta de Cristina se ocupa de señalar Tres (3) “certezas” Tres para concluir en una propuesta para superar la crisis sorprendente en ella. Las dos primeras certezas están dedicadas a contradecir la idea que en la Argentina rige un “sistema hiper-vice-presidencial”, como irónicamente he llamado alguna vez- ya que aquí, según la mismísima vicepresidente, el único que gobierna, y porqué “no puede ser de otra manera”, es el Presidente.

Claro está que CFK se va a ocupar de señalar esa autonomía presidencial no por la positiva, sino por la negativa. Lo cual, esas certezas se convierten en una crítica demoledora para Alberto Fernández debilitándolo al mostrar la principal líder del FPV su distancia del Presidente.

En la Primera de sus certezas, al señalar que sea el empresario el que crítica hoy al Presidente es evidencia que no era una cuestión de formas sino que lo que “les molesta es en realidad el peronismo en el poder”.

La elección de Alberto F. para acompañarla en el lugar preferente de la fórmula presidencial fue porque él representaba las antípodas de “su estilo” de gobierno, el de un Presidente “negociador”, el de Ella, una Presidenta “frontal”. Confesión que deja traslucir, además, que Alberto Fernández fue más un producto de consejos y persuasiones, antes que ser una jugada genial pergeñada en la propia cabeza de la vicepresidenta

Obviamente, una cosa son las formas y otra el contenido (aunque para Oscar Wilde, lo único que importa es el talante) pero al decir esto, CFK evoca por asociación de imágenes a un Alberto Fernández que a pesar de su peronismo y su vocación por el Estado de Derecho, se encuentra más cerca del Círculo Rojo antes que resultar alguien de la confianza del kirchnerismo. Más cuando la Grieta se levanta sobre una distinción procedimental, o sea formal (la del respeto a las reglas de juego -República-, o respeto a la “voluntad popular”).

O sea, la elección de Alberto se hizo para garantizar el triunfo, cosa que se logró, casi como “mal menor” para frenar al macrismo, y eso significó tragarse el sapo de tener que secundar en la fórmula a uno de los políticos más críticos de su segunda presidencia. Y CFK no pierde la ocasión de pasarle factura a la “autonomía” de Alberto en nombrar a otros críticos que incluso escribían libros contra ella (namely, Vilma Ibarra, Matías Kulfas) o “me querían ver presa” presa (palito aquí para el Máximo Kirchner Junior por haber apostado por Sergio Massa).

La segunda certeza (es quizás la menos certera). Que el Presidente es el que decide porque ella no está abocada a zafar de las causas judiciales que tiene -y lograr lo que llamó la “impunidad del rebaño” sino a que Alberto está abocado a reconstruir el Estado de Derecho y eliminar el Lawfare.

Nota bene, el Presidente no mostró mayor interés por la reforma judicial impulsada por CFK y ella desde el Senado impulsó una agenda propia. Por otra parte su silencio (también) sobre actos como las tomas impulsados por actores radicalizados que son parte del kirchnerismo, también colocan a la ex presidenta como el motor ideológico de un gobierno cuya cuyo vehículo va a la deriva y en zigzag por la (no) voluntad de quien lleva el volante, o sea el Presidente.

Hasta allí, CFK a través de dos de las tres certezas de las que habla en su Carta parecía insinuar que se necesitaba un liderazgo como el de ella, confrontativo, antes que el de Alberto, para enfrentar eficazmente a esta realidad de “macrismo y pandemia” que azota a la Argentina. Lo cual, no dejaba de ser inquietante ya que la vicepresidenta se encuentra nada más y nada menos que en el banco de suplentes para reemplazar al Presidente en la línea de sucesión.

Sin embargo, la verdadera sorpresa de la comunicación vendría en el tratamiento de la tercera y última de las certezas de las que iba a dar cuenta en su carta y es la apelación de CFK a un gran acuerdo nacional. Su argumento es similar al de todos los que hablamos de la necesidad de un acuerdo -como lo fue la propuesta de Pacto del Bicentenario durante la Presidencia de Mauricio Macri: en la Argentina hay un problema estructural y eso se arregla con reformas y no con políticas sobre esa estructura dada que nos lleva a una economía bimonetaria imposible, en la que se gana en pesos, pero se ahorra en dólares, lo cual sustrae ese capital a la inversión.

Vale la pena citar en extenso a la vicepresidenta “El problema de la economía bimonetaria no es ideológico. No es de izquierda ni de derecha. Ni siquiera del centro. Y no hay prueba más objetiva de esto que la alternancia de modelos políticos y económicos opuestos que se operó el 10 de diciembre de 2015. Todos los gobiernos nos hemos topado con él”.

Cosa que lleva a reinterpretar las otras dos certezas que aparecían acuñadas en el típico formato kirchnerista de amigo y enemigo, que está obviamente en contradicción absoluta con las ideas de “acuerdo”, “negociación”, “pacto”, etc. Lo cual multiplica, como en un salón de espejos, todas las interpretaciones acerca del texto y permite a cada quien y a cada cual encontrar lo que en él quiera buscar. O sea, las tres “certezas” de CFK combinadas produce una incertidumbre interpretativa que hace al lector el verdadero escritor del texto.

Estarán los que privilegien la necesidad del acuerdo sobre el resto de las apreciaciones de CFK, y los que digan que es una excusa para lograr un pacto de impunidad -que es lo que Ella niega en la (in)certeza 2. Estarán los que ven en la carta una maniobra para dividir a la oposición (que puede perder con el “si” al acuerdo, pero también con el “no” al acuerdo). Estarán los que como el Presidente, resaltan que “CFK dice que gobierno Alberto” -aunque como lo vimos aquí CFK lo diga expresando hasta desprecio.

Pero lo que nadie podrá negar es la centralidad que tiene la Vice Presidenta para conmover el escenario político con una simple carta. Y en ese sentido, deja claro que el poder va más allá de la formalidad de los cargos. Cosa de la que tomamos cuenta apenas se manifiesta esa “bestia magnifica”, como Michael Foucault lo llamaba.

Luis Tonelli

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