Viernes, 09 Junio 2023 12:51

¿Se puede romper Juntos por el Cambio o ya está roto? - Por Jorge Raventos

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Decíamos aquí dos meses atrás: “El cuadro actual de fuerzas políticas y coaliciones que todavía está a la vista debería ser considerado una imagen transitoria, apenas una instantánea en medio de la deconstrucción y recomposición de un sistema político que está fatalmente pinchado”. Las pulsiones del cambio ya están a la vista. “Van a ser unas elecciones atípicas, de tercios”, había confirmado Cristina Kirchner en una aparición televisiva, ante la evidencia de la vertiginosa descomposición del sistema político basado en la llamada grieta, que la ha tenido a ella como protagonista. 

En ese paisaje de tercios, que anticipa la imprescindibilidad de acuerdos políticos, la perspectiva ominosa que afronta el oficialismo es convertirse en el tercero excluido y ni siquiera acceder a la segunda vuelta electoral de noviembre. Lo que fue el eje del sistema político bipolar es hoy un movimiento en declinación, que se encoge numéricamente y cuya prioridad es amurallarse para sobrevivir.  

Simétricamente, lo que era el otro polo, sin el elemento que lo amalgamaba se ve sometido a una fuerza centrífuga que tiende a separar sus partes constitutivas e incluso alimenta brechas intestinas en algunas de ellas. Esa oposición se diluye en espejo con su contrafigura y, como esta, ha visto eclipsarse a su propio centro: Mauricio Macri dejó un espacio vacío y exacerbó así la lucha por ocuparlo. Hoy su enfrentamiento con Horacio Rodríguez Larreta excede las disputas propias de las peleas preelectorales. Como lo resumió semanas atrás Joaquín Morales Solá, no es un entredicho pasajero sino la “ruptura definitiva de una relación política y personal”. Probablemente más que eso.

El PRO, entre Milei y Schiaretti

En su derrumbe, el sistema político de la vieja polarización ha abierto una brecha por la que emergió una tercera fuerza. La Libertad Avanza, de Javier Milei, parece expresar una nueva fase de la polarización, dónde él daría voz al rechazo radical a lo que caracteriza como “casta”: todos los componentes del viejo sistema político, tanto el cristinokirchnerismo como la mayoría de Juntos por el Cambio (no, en cambio la corriente que encabezan Patricia Bullrich y Macri. "Si estuviera en una alianza con la señora Bullrich ganamos en primera vuelta caminando", aseguró esta semana).

Según acaba de difundir Elisa Carrió, "hay dos espacios en Juntos por el Cambio, uno que quiere permanecer en el centro, que no quiere los extremos ni comprarse la destrucción total de algunos principios en funcionar de tener votos, quiere quedarse en el centro y preservar un espacio liberal en lo político amplio, la constitución, el orden desde la Justicia", mientras que el otro sector, apalancado por Mauricio Macri, “se ha corrido a un espacio más cercano al de Milei. Macri lo dijo expresamente, 'nosotros queremos ganar para hacer una alianza con Milei'". La líder de Coalición Cívica toma enorme distancia del ultraliberalismo de Milei, que "va por un ajuste muy brutal sobre las clases medias en cuatro meses” y tiene una noción de orden que no proviene ni de la justicia, ni de la República”, sino que consiste en que “hay que reprimir hasta matar, si es necesario".

La descripción da la pauta de la profundidad de las divergencias que venían manifestándose en Juntos por el Cambio y que en las últimas semanas se han agudizado dramáticamente. ¿Sobre qué plataforma y sobre qué valores puede asentarse la unidad entre un ala que rechaza cerradamente una alianza con el gobernador cordobés Juan Schiaretti y busca en cambio asociarse con el partido de Milei, y otro sector que en ambos puntos se ubica en la vereda opuesta?

Hasta hace unos meses Juntos por el Cambio daba por segura su victoria en una pelea fácil con un kirchnerismo en decadencia. Ahora el paisaje se ha complejizado con la irrupción de la fuerza de Milei, que le presenta a Juntos –particularmente al PRO- desafíos de otro carácter. A diferencia del fenómeno K, Milei no es “el otro” para el público opositor; más bien aparece como una rama externa de la lógica PRO, un sector de “superhalcones”. Si bien se mira, Macri y Bullrich, en parte para seducirlo y cooptarlo, en parte para neutralizarlo como competidor, contribuyeron a abrirle a Milei la tranquera imaginaria que le dio acceso al electorado del PRO.

Ahora, con una fuerza que ha alcanzado gran repercusión mediática y se presenta sin grandes conflictos internos, Milei puede crecer sobre el capital electoral de Juntos por el Cambio. Con el agregado de que también se enriquece con electorado del Frente de Todos, lo que lo convierte en un adversario inesperado que pone en duda la victoria que Juntos por el Cambio daba por cierta mientras el rival a vencer era el oficialismo. Hoy, las encuestas aventuran que Milei no sólo puede acceder al balotaje de noviembre, sino inclusive ganarlo.

Ese paisaje es el que justifica la preocupación de los socios del PRO. El presidente de la UCR, Gerardo Morales, ha señalado que la interminable lucha de candidaturas e influencias del PRO ha provocado que Juntos por el Cambio esté cayendo en picada.

La propuesta de Schiaretti

En ese contexto hay que interpretar la conmoción provocada por la propuesta que Schiaretti lanzó a mediados de mayo ante los directivos de la Unión Industrial Argentina: forjar un “Frente de frentes” y preparar así un gobierno de coalición asentado sobre mayorías sociales y parlamentarias que garantice la gobernabilidad y proporcione seguridades a los ciudadanos y a los inversores.

Lo que propuso fue formular un programa mínimo común entre las distintas corrientes sin que éstas abandonen sus respectivas identidades y valores y que, a través de unas PASO compartidas, se dirima la fórmula que encabezaría un gobierno de coalición, con representación de todos los socios y para cumplir la plataforma común.

Esas ideas sintonizaban con el planteo que Horacio Rodríguez Larreta viene propiciando en el seno del PRO (forjar una “base amplia” para garantizar un gobierno “del 70 por ciento”), un tema que encrespa a los halcones de su propio partido pero que cuenta con el respaldo de algunos de sus socios radicales (Gerardo Morales, Martín Lousteau, Facundo Manes).

Esas ideas, que eran formulaciones generales (sumadas a algunos ejercicios más detallados en los que participaron todos los involucrados) adquirió formalidad y actualidad urgente el último viernes, después de que una reunión de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, integrada por los jefes de los partidos que conforman la coalición (Federico Angelini, del PRO, Gerardo Morales por la UCR, Maximiliano Ferraro de la Coalición Cívica y Miguel Pichetto, del Encuentro Republicano) decidió incorporar a la agenda el debate sobre la política de alianzas a adoptar en las elecciones de octubre/noviembre, para avanzar el lunes 5 en el análisis de la propuesta de Schiaretti y la incorporación del liberal José Luis Espert.

El paso fue acompañado vigorosamente por declaraciones de Morales y de Rodríguez Larreta, que reiteraron su pleno apoyo a ese camino. Y fue rechazado con energía equivalente por Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Así estalló en público una lucha decisiva entre acuerdistas e intransigentes o “sectarios”, palabra sugerida por el jefe de la UCR, Gerardo Morales (“No nos podemos convertir en una secta y achicarnos cada día más. Nos tenemos que ampliar. Les pido a los que están subidos a la agresión que bajen un cambio”).

Desde el campo macrista se interpretó la jugada (que asignan principalmente a Larreta) como una maniobra oportunista. “Quieren armar otra cancha, porque en la de Juntos por el Cambio están perdiendo”.

Sin embargo, en favor del planteo acuerdista se han alineado todos los socios del PRO en Juntos por el Cambio (UCR, la CC con Elisa Carrió al frente y el Encuentro Republicano que lidera Pichetto). La división habita primordialmente en el PRO que no tiene un liderazgo claro que sea inequívocamente acuerdista. Aunque el criterio de Rodríguez Larreta parece predominante, en algunos círculos partidarios es intensamente discutido.

Armisticio o ruptura

Los aliados del PRO que aprueban la ampliación de la coalición política no quieren ser satelizados por la lucha interna del socio hegemónico. Morales reclamó a los sectores antiacuerdistas del PRO: “Reflexionen sobre lo que necesita el país. Se requieren grandes acuerdos para resolver los problemas de los argentinos. Macri hasta hace dos meses lo loaba a Schiaretti y propuso en algún momento su incorporación. Ahora, ¿cuál es el reparo? ¿Una especulación interna? Eso es quedar atrapado en una mirada bastante estrecha, corta y mezquina de lo que necesita el país”. Nadie podrá achacarle falta de franqueza al jefe radical.

Macri insiste: le ha exigido a Larreta que abandone la propuesta (“Tiene que parar”) y lo señala como responsable de “poner en crisis todo el sistema de la coalición". En rigor, si Juntos por el Cambio aspira a concretar su ampliación y reconfiguración en este proceso electoral debe urgir al PRO a que resuelva su posicionamiento, ya que el plazo para inscribir alianzas ante la Justicia vence el miércoles 14. La máxima autoridad del PRO para zanjar la discusión interna es el Consejo Nacional, un órgano de varias decenas de miembros que no es sencillo reunir (aunque puede sesionar vía zoom). Pero, como señaló una periodista de La Nación, “se vislumbran dos visiones cuasi antagónicas (...) Aquí no hay matices; la discusión es estructural”. Y una de esas visiones no concuerda con la que comparte la mayoría de los socios de la coalición opositora.

¿Puede romperse Juntos por el Cambio como han amenazado voces de una y otra fracción? ¿Pueden constituirse dos nuevas alianzas, una hacia la derecha, con los halcones del PRO y el partido de Milei, y otra con el larretismo, los restantes partidos de Juntos por el Cambio, los peronistas no kirchneristas que siguen la brújula de Schiaretti, fuerzas provinciales y partidos amigos, como el GEN de Margarita Stolbizer o núcleos del socialismo santafesino?

Quizás habría que preguntarse si no está roto ya, si queda algo de la vieja affectio societatis.

En cualquier caso, lo que se está viendo es un capítulo más de la crisis del sistema político y de los rumores de su reconfiguración.

Jorge Raventos

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