Hasta ahora las noticias no han sido buenas, combinándose la inflexibilidad de los acreedores, la complejidad del caso, y las tácticas particulares que siguieron los negociadores oficialistas (los de la provincia de Buenos Aires, y ahora los de la Nación). Por el lado de los acreedores están los bonistas, los bancos, el FMI, pero también será decisiva la postura de la Casa Blanca y sus dependencias.
Los países amigos que estuvo visitando Alberto se comprometieron a interceder con el FMI, pero también con Trump, al que una relación directa le está vedada al presidente argentino por las pasiones que vienen del lado ideológico de su gobierno, el dominado por el kirchnerismo residual. Veremos si funcionan esos comedidos.
En ese punto, Alberto Fernández sufre una encerrona: si fracasa la negociación de la deuda será responsabilidad suya, pero lo cierto es que equipo y estrategia se vieron limitadas por esas fronteras un tanto fantasmagóricas que impone Cristina, la Ayatollah de la Fe K. En política, donde abundan los mal pensados, algunos sostienen que todo es a propósito. Que CFK no puede admitir un triunfo tan temprano de su ahijado, que le daría alas que la vicepresidenta está dispuesta a podar. Lo cierto que entrar en default es suicida pero, ¿cuántos suicidios ha cometido ya la clase política argentina (y sigue vivita y coleando)?
Es notable, porque el bloqueo político debería provenir de la oposición distanciada del oficialismo por la grieta. Pero la consabida brecha se ha corrido hacia la izquierda y se ha enseñoreado del gobierno mismo. Así conviven un hiperpresidencialismo y un hipervicepresidencialismo (y una oposición que apoya al Presidente). Y la cuestión es que esto no lleva a la mentada moderación cuasi republicana.
La grieta en la coalición oficialista significa un conflicto que puede traer directa o indirectamente ingobernabilidad. Nada que no haya pasado en otras oportunidades cuando está en disputa el legado político del General.
Cosa rara: el “no peronismo” se llena la boca de “institucionalidad”, pero sus Presidentes gobiernan su coalición (me dirán que “no fue el caso de Fernando de la Rúa”, y yo que trabajé en ese gobierno les diré que más que la debilidad, el problema de De la Rúa era su tozudez -pero eso da para otro artículo). En cambio, el leimotive del peronismo es la “conducción”: pero claro no puede haber dos conductores. Y aquí se presenta el problema evidente desde el principio. El liderazgo, o sea los votos y la militancia es de quien está en el banco de suplentes constitucionalmente estipulado. Y la gestión del lado del presidente, quien tiene la lapicera y la roska.
En el tema de la deuda desde la Casa Rosada pudieron “caretearla” diciendo como el Chapulín Colorado que estaba todo fríamente calculado, y que había estado todo perfectamente coordinado entre Kicillof y Guzmán (y las puteadas que provenían desde la oficina presidencial y que se escuchaban hasta desde el Cabildo fueron porque seguía sin andar el aire acondicionado.).
No ha pasado lo mismo en algo que parece mística, pero es mastica: la cuestión de si hay o no presos políticos. Mario Negri, con la chispa serrana de siempre, lo dijo sintéticamente: “hay políticos presos, no presos políticos”. Se puede discutir la cuestión de las prisiones preventivas, y es por ahí que se cuela la arbitrariedad. Pero, es un problema que adolecen la mayoría de los detenidos comunes que abarrotan las cárceles esperando una condena de un sistema judicial engorroso: ¿por qué para los políticos en los que se les confió el dinero que no es de ellos, debería ser diferente?.
Otro detalle, mientras el kirchnerismo (y sus ministros) salieron con los tapones de punta contra el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero diciendo que “en la Argentina hoy hay presos políticos”, el Presidente que estaba de gira se dio cuenta que si los hay, son “suyos”, y debería explicar afuera la razón de su detención.
Pero claro, aquí más que los que están presos, los K abren el paragua por los que “pueden quedar presos a futuro”. La postura oficial de que no hay presos políticos en la Argentina fue para ellos como agitar la soga en la casa del ahorcado.
Luis Tonelli