Martes, 10 Marzo 2020 21:00

Más señales del plan - Por Carlos Mira

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La vice ministra de educación Adriana Puiggrós calificó las pruebas de evaluación educativa de la OCDE (PISA) y las de la Unesco como “instrumentos de control”.

 

Según ella “evaluar no es un elemento de la enseñanza, es un instrumento de control y de selección y está pensado desde una lógica empresarial… Lo que busca es reducir la cantidad de alumnos, de docentes, desde una idea meritocrática”.

Si bien Nicolas Trotta, el ministro, salió, luego a desmentir que el país vaya a dejar de ser partícipe de esas evaluaciones, dejó a salvo a su segunda y coincidió en que Puiggrós se refería a “cierta evaluación estandarizada porque esas pruebas no representan necesariamente la pedagogía argentina”.

Son tantas las señales emitidas por ambos funcionarios en tan pocos renglones que es difícil saber por dónde empezar. Pero intentémoslo igual.

Para ser frontal de entrada diría que la idea de la “tendencia” que nos gobierna está más fielmente representada por los dichos de Puiggrós que por las edulcoradas palabras de Trotta.

Lo que se desprende de la concepción general del gobierno y de sus integrantes es, efectivamente, una creencia en el aflojamiento de los estándares de educación, en un alejamiento de la severidad educativa y en una consolidación de la idea de que la educación occidental clásica es un instrumento más de la burguesía dominante, con lo que resulta imperioso barrer con todo vestigio que quede de ella.

Es decir, les parece tan poco lo que se ha destruido hasta ahora en materia de mérito, esfuerzo y premios que consideran que es necesario seguir destruyendo más.

No sé cuál es la especialidad educativa de Puiggrós o dónde estudió o qué le enseñaron, pero resulta harto evidente que la evaluación es un componente necesario e imprescindible en la educación porque ese elemento actúa como una brújula tanto para alumnos como para profesores, maestros, autoridades educativas y todo el sistema en general.

Si no se evalúa todo el sistema navega a la deriva y no es posible aplicar ajustes donde los resultados indican que hay falencias. El razonamiento es tan elemental que resulta hasta ridículo tener que explicarlo.

En segundo lugar, causa cierta repugnancia la evidente terminología pseudoprogre de Puiggrós en suponer que todas las cosas sobre la faz de la Tierra se hacen desde “cierto lugar”. En cientificismo de psicología berreta está muy instalado en la verborragia de personajes como la funcionaria y da a entender la existencia de líneas de división en la sociedad de un lado de la cual están los buenos (ellos) y del otro los malos (es decir, los demás). Todo lo que se dice, entonces, se dice “desde” un lugar u otro de la línea.

En tercer lugar, para la información de Puiggrós, es obvio que la educación debe estar presidida por la idea del mérito y que su éxito o su fracaso se medirá (con perdón de la viceministra por decir “medir”) por la capacidad que tenga el sistema para seducir a los alumnos en la idea del destaque y del progreso. Es entre otras cosas por eso que resulta una contradicción en los términos que esta gente se llame a sí misma “progresista”, porque aplicando las ideas que ellos proponen los países no progresan, sino que caen en la miseria, entre otras cosas porque no preparan a los chicos para la innovación y la creatividad.

Por otro lado, sería interesante saber por qué Puiggrós se considera una especialista en el tema si, según su propia teoría, el esfuerzo que hizo para destacarse en lo suyo fue en realidad una táctica para controlarla.

Respecto de las aclaraciones de Trotta, sería mejor no comentarlas o, de lo contrario aconsejarlo con el famoso dicho popular “no aclares que oscurece”.

En efecto, para justificar la no-contradicción entre lo que según él el país va a seguir haciendo (esto es, participando de las pruebas) y lo que dijo su subordinada, Trota dijo que Puiggrós se refería a la “estandarización” de las evaluaciones, porque, según él, esos estándares no reflejan “la realidad pedagógica argentina”

Resulta obvio de toda obviedad que las evaluaciones se hacen en base a estándares. Si cada evaluación -en el terreno que sea- va a estar adaptada a patrones específicos el objetivo principal de la evaluación (que es la comparación contra un patrón) se pierde por completo.

Las pruebas parten de la base de que para cumplir con los requisitos mínimos de una evaluación sustentable, quienes las rindan deben alcanzar cierto nivel. Si los alumnos participantes se muestran por debajo de ese nivel la evaluación habrá servido para indicar que es necesario hacer ajustes.

Si no hubiera una “estandarización” de los niveles deseables, las pruebas perderían completamente su sentido porque todo entraría en un relativismo incompatible con la idea “brújula”.

Para seguir con ese ejemplo no hay instrumento más “estándarizado”, justamente, que la brújula.

Si los puntos cardinales no fueran el resultado de una convención convalidada por todos en el sentido que se llama “Este” al lugar por el que sale el sol y “Oeste” al lugar por el que se pone, todos los sistemas de navegación colapsarían.

Si la “navegación” de los sistemas educativos no tiene un patrón (estandarizado) contra el cual compararse entonces no vale la pena seguir ninguno y es mejor hacer lo que se le cante a cada uno.

Las pruebas PISA y las de la Unesco (TERCE y SERCE) parten del supuesto de que los países participantes quieren alcanzar los mínimos requeridos por esas pruebas. Si la Argentina pretendiera regirse por otros patrones, es mejor hacer lo que dice Puiggrós.

Y en última instancia -pero no el último lugar de las consideraciones- no se puede dejar de mencionar la apelación clasista, elitista e ideologizada de la viceministra haciendo referencia a que lo que ella llama “instrumentos de control” se manejan desde una “lógica empresarial”.

En primer lugar, habría que informarle a la ministra -por si no lo estudió en su carrera- que “lógica” hay una sola, porque justamente la esencia de la “lógica” es que es aplicable a la vida y no solo a una perspectiva. No hay una lógica “empresarial”, una lógica “obrera”, una lógica “medica” o una lógica “cartonera”. Hay lógica.

En segundo lugar, si lo que quiso decir es que esas pruebas se hacen pensando en lo que las empresas van a requerir del mercado laboral, habría que decirle que efectivamente es así y que gracias a Dios que es así.

Porque en la vida real los chicos van a entrar en un mercado que requiere ciertos conocimientos básicos y que los que los tengan progresarán y los que no los tengan se quedarán atrás.

Si Puiggrós tiene en cambio en mente una sociedad de zombis alimentados en la boca por el Estado (después habría que preguntarle a la viceministra según su teoría quién y cómo producirá los alimentos que el Estado se encargaría de distribuir, pero ese es otro tema) entonces que nos lo diga claramente y que evite comentar sandeces que ofenden la inteligencia, incluso de los más brutos.

Carlos Mira  

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