Lunes, 30 Agosto 2021 10:10

El campo y la ciudad: ¿la otra grieta? - Por Sergio Berensztein

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Aunque por estos días no existe un conflicto que capte la atención mediática, la relación entre el gobierno y el campo nunca dejó de ser tensa: solo está en un impasse, en el cual bajó la espuma sin que cese el malestar.

La semana pasada, la Mesa de Enlace advirtió que la situación podría escalar y tornarse más conflictiva si el gobierno continúa con el cepo a la exportación de carne. Mañana, termina la vigencia del actual sistema de cuotas y casualmente los dirigentes que integran la Mesa de Enlace eligieron este día para volver a verse las caras: compartirán un almuerzo en la Sociedad Rural de Santa Fe con el gobernador Omar Perotti.

La sede tampoco es una casualidad, Perotti es probablemente el dirigente del FDT más cercano al sector agropecuario y, por lo tanto, un interlocutor válido entre ambas posiciones. Hasta el momento, no hay precisiones sobre la decisión que adoptará el gobierno nacional, que a su interior tiene posiciones encontradas (tal como lo demuestra la posición del gobernador santafesino).

Algunos dirigentes son conscientes que la Argentina no puede seguir pisoteando a su sector productivo y muchos menos al sector exportador, en un marco en el cual urge fortalecer las reservas internacionales, en la antesala de un acuerdo con el FMI. Sin embargo, los sectores ideológicamente más radicalizados promueven la extensión del actual cepo para “disciplinar” al campo y controlar el precio del “asado” antes de las elecciones. ¿Primará la racionalidad económica o el temor inflacionario? La Mesa de Enlace no descarta una protesta luego de las PASO si el gobierno decide continuar con el cepo a la exportación de carne.

En este contexto de tensa calma, Coninagro (que agrupa al sector cooperativo agrario) celebró la semana pasada su Congreso Internacional 2021 y presentó el informe “El Campo y la Política 5”. El documento presenta, a través de diversos especialistas, un conjunto de miradas plurales pero confluyentes sobre los desafíos que tiene el sector. A través de seis artículos propone, entre otros asuntos relevantes, cómo pensar la inserción de la producción cooperativa, aportando a cadenas de valor integradas, con gerenciamientos eficientes. Para ello resulta estratégico el vínculo con el sistema científico-tecnológico, para incorporar innovación y poder competir más eficientemente.

El campo, un socio estratégico

La búsqueda de la estabilidad macroeconómica ocupa también un lugar fundamental. Representa, según la visión de los especialistas, un requisito necesario para la generación de mayor intercambio comercial con el exterior, lo que supone inevitablemente la mejora del sistema impositivo. Pero también se destacan otros ítems de alto impacto como la independencia judicial, la corrupción, o el sistema de transporte, para disminuir el costo logístico. La Argentina está en condiciones de acceder a más mercados internacionales si resuelve muchas de sus trabas internas, pero también si profundiza la generación de mayores acuerdos comerciales como sucede en el resto del mundo.

La propuesta de Coninagro es una iniciativa interesante que expone la realidad y los desafíos del sector agroindustrial, y en particular del cooperativismo, al mismo tiempo que buscar construir puentes con el sistema político. Lamentablemente, sigue prevaleciendo en la política argentina una visión de fuerte sesgo ideológico y geográfico. La brecha entre el profuso, complejo y autorreferencial mundo urbano y el mundo rural, que muchas veces se percibe como foráneo, continúa en gran medida vigente. La Argentina necesita integrarse para romper la otra grieta que muchas veces parecería existir: el campo y la ciudad, o el campo y el sistema político argentino.

Es imperioso reconstruir una nueva relación con el campo, para que comience a ser visto como un socio estratégico para encarar los desafíos que apremian al país. Si tal como se prevé, la Argentina firma un acuerdo con el FMI luego de las elecciones, entrará en un proceso de corrección inevitable, que siempre es mejor que sea encarado por la política de forma ordenada, que forzado por el mercado de manera caótica. En este marco, tendremos que debatir un modelo de desarrollo integral, que elimine los sesgos y complemente ambos mundos: sector industrial y sector agropecuario, campo y ciudad.

Para la clase dirigente de nuestro país, hay cierto anacronismo respecto a lo que significa el desarrollo: prejuicios que la política no logra superar. En parte se debe a que el campo no logra construir una estrategia comunicacional sistemática y eficiente. El sector agropecuario del mundo moderno involucra la utilización de la ciencia y la tecnología, en una magnitud prácticamente inimaginable desde el centralismo político que nace de las grandes ciudades: lo que Cristina Kirchner definió en el 2008 como “un yuyo que crece sin ningún tipo de cuidado especial”.

Al margen de que en los próximos años será imprescindible potenciar el sector agropecuario para generar las divisas que la Argentina necesita para cumplir con sus compromisos con el FMI, acreedores privados y financiar el crecimiento, también tiene un valioso aporte que hacer en la generación de empleo, en un país que no logra crear trabajo formal privado desde hace una década.

Es cierto que algunas actividades tradicionales no generan directamente (aunque sí indirectamente) muchos puestos de trabajo, pero las economías regionales son precisamente lo contrario. La implementación de mecanismos más flexibles de contratación es vital para potenciar el sector, iniciativa que incluso reconoce el gobierno nacional cuando admitió que el actual esquema de planes sociales atenta contra el empleo. Es hora de incorporar muchas de las lecciones nacidas del campo, sobre todo las referidas a su dinamismo, progreso y generación de valor. En particular el cooperativismo tiene mucho para aportar.

Sergio Berensztein

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