El tucumano arrancó su gestión como jefe de Gabinete a todo vapor. Prácticamente lo corrió de escena al jefe de Estado, hizo el anuncio del “fin de la cuarentena”, les da órdenes a los ministros y va a encabezar reuniones de Gabinete todas las semanas. Claramente ha decidido diferenciarse de su antecesor Santiago Cafiero y quiere darle un ritmo feroz a la administración del Frente de Todos, casi como si no existiera una profunda crisis interna.
En el entorno de Alberto no pueden disimular la incomodidad porque en pocas horas Manzur le intervino el Gobierno y supuestamente va por más. Voceros peronistas aseguran que se intentará correr al presidente de la campaña electoral o reducir sustancialmente sus apariciones públicas hasta esperar que reflejan las encuestas. Los allegados a Fernández no aceptarían esa estrategia de convertirlo en una figura decorativa.
Evidentemente el nuevo jefe de Gabinete quiere “implementarle más peronismo” al Gobierno nacional, en términos de gestión y de volumen político, pero tampoco cuenta con las garantías suficientes de los socios mayoritarios del FDT como para acumular poder y ser el gran protagonista del intento poco probable de revertir la derrota de las PASO. “Es un salto sin red para semejante apuesta y seguramente se gane enemigos”, dice un vocero de un gobernador del norte.
La otra incógnita pasa por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner: ¿aceptará que un peronista más tradicional imponga su agenda? ¿Cómo reaccionará si en algunas semanas los sondeos siguen ratificando una derrota para noviembre? ¿Será verdad que quiere empezar a tomar distancias de la Casa Rosada? Hasta ahora lo que predomina es la incertidumbre.
Alberto “Beto” Valdez