Algo de esto estarán pensando quizá Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta, quienes siguen aguantando las embestidas de sus detractores por derecha y por izquierda, que se muestran irritados por la persistencia en su marcha hacia las próximas elecciones como candidatos, sin polemizar más que lo estrictamente necesario.
Ambos parecen decir: “bueno, que los demás se ocupen de sus asuntos y nosotros nos ocuparemos de los nuestros”, porque probablemente esperan que el río se enturbie aún más para capturar la candidatura presidencial por el período 2024/2028 con mayores chances personales.
Alberto es mirado todavía de reojo, pero Cristina y La Cámpora resultan cada vez más “intragables” para el peronismo, que tendría una relación mucho más “amigable” con el actual Presidente. En el de Larreta, la ciudadanía no peronista, con su carne ulcerada por problemas acuciantes que no se resuelven - la inflación y la inseguridad-, siente que puede ser una manera efectiva y pacífica de barajar y dar de nuevo.
¿Qué hacer entre tanto con las noticias que fabrican los aparatos de la política tradicional? Quizá responderles con el pensamiento de Thomas Merton, asegurándoles que las mismas solo son “un nuevo ruido para la mente, sustituyendo brevemente el ruido que ya hubo antes y dejando paso al ruido que viene luego, de modo que todo acabe por fundirse en el mismo rumor monótono y sin significación” (sic).
¿Queda tiempo para arreglar los desaciertos de los recientes 20 años de impericia, violencia verbal y prepotencia intelectual? Bastante poco. Quizá depende de lo que decidamos exigir a quienes elijamos en la próxima compulsa popular: un plan de gobierno coherente. Porque ya no queda tiempo para vivir de charlatanerías: el agua entra a raudales por debajo de la puerta de nuestras casas y amenaza con convertirlas en una piscina a techo cerrado.
En ese escenario, los sucesos que podríamos denominar de “irradiación instantánea” no son los únicos que tienen peso, sino que comenzamos a sentir el impacto de los acontecimientos sucedidos en el pasado de un modo diferente.
Un pasado que se alza dejándonos atrapados en lo que Alfin Toffler describió magistralmente como “el rebote del tiempo” y nos recuerda aquel pasaje del “Cantar de mío Cid” donde Rodrigo Díaz de Vivar le dice a Alfonso VI: “muchos males han venido por los reyes que se ausentan”, recibiendo como respuesta inmediata de parte del soberano: “cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”.
Finalmente, vayan unas reflexiones sobre lo que ha ocurrido en Brasil y su posible impacto en nuestro país, que debe ser medido respecto de la influencia de quienes ejercen el poder real desde hace muchos años allí: los empresarios y los militares. Ambos grupos se encargaron siempre de “catequizar” a los candidatos políticos que intentaron sacar los pies del plato. Y esta vez no será diferente.
Por eso Brasil es hoy una potencia que mantiene un rumbo. Con matices, por supuesto, pero de menor cuantía desde el punto de vista económico, industrial y financiero.
Los que sueñan en nuestro país con la influencia favorable de la “izquierda champagne” brasileña sobre el futuro de Cristina y sus allegados, sueñan en vano. Porque ni Lula ni sus aliados centristas -cercanos a su amigo Fernando Henrique Cardoso-, comen vidrio molido.
Así es Brasil. Lula lo sabe y aunque se disfrace de progresista sus gobiernos anteriores lo pusieron en evidencia. Por eso hoy tienen allí un 5% de inflación anual, sin equivalencia alguna con el escandaloso 100% al que nos han llevado los K merced a las impericias y veleidades imperiales de su “abogada exitosa”; que, dicho sea de paso, ya no sabe cómo manipular la antorcha que prendió con ínfulas triunfales y hoy le quema entre las manos.
Por si algo faltase para dejar todo esto en claro, hay que repasar el discurso del líder brasileño luego de su triunfo. Una pieza oratoria leída -para evitar deslices-, donde planteó su apertura hacia los opositores, las inversiones privadas, la seguridad jurídica, el equilibrio de los poderes constitucionales y recrear el sostén de una buena relación con el mundo desarrollado: ningún punto en común con el “relato” K. Por más “gorrita” con inscripción kirchnerista que le preste algún militante “travieso” de Cristina, para que se la ponga…por unos segundos y nada más.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero