Miércoles, 23 Noviembre 2022 08:35

Los estertores de una leona envejecida con pocos dientes - Por Carlos Berro Madero

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“La adversidad, no hace frágiles a las personas. Solo indica qué clase de personas son”
- Thomas Kempis

Sigue firme en la mente de Cristina una inveterada perspectiva “exhibicionista” de la realidad, con la que alimenta a seguidores arreados como ganado a actos públicos partidarios, en los que pretende exculparse de los males que padecemos. 

Esto sucede en medio del hundimiento nauseabundo de su última “creación” política –de la cual desea despegarse con desesperación-, intentando recapitular supuestos logros de su “reinado”, que no valen nada a la luz de los resultados finales: inflación galopante, pobreza extrema en anchas franjas de la sociedad y una vida popular signada por la desesperanza.

¿Qué agrega en ese sentido el reciente acto en el Estadio único de La Plata? Absolutamente nada.

Cargando las tintas (como siempre) sobre supuestos fantasmas neoliberales y opositores apátridas “que no dialogan” (sic), agregó auto elogios almibarados por habernos proporcionado, según ella, años de inolvidable alegría (¿), e Insistió en abstracciones que confirmaran esa rara felicidad usando los consabidos argumentos de su mente perturbada y obsesiva, que corona un cuerpo emperifollado con vestimenta y accesorios de “nueva rica”.

Su insistencia acerca de una justicia “justa” para todos, omitió tener presente que el principio de igualdad que rige desde la antigüedad, desde Platón hasta Hobbes, CONSISTE EN PONER A CADA UNO EN SU LUGAR DÁNDOLE LO QUE LE CORRESPONDE.

El funcionamiento “compensatorio” de sus políticas erráticas nos ha traído por el contrario a un escenario de excesos, mediante una suerte de “ucases imperiales” que caracterizaron sus gestiones de gobierno y nos sumieron en un gran desorden conceptual, disponiendo a quiénes, cómo y por cuánto tiempo.

No hay duda, que los valores de ciertos principios “igualitarios” sobre los que cacarea incansablemente, son deseables desde todo punto de vista, pero deberían estar inscriptos dentro de la “institución” de la libertad. Porque es a partir de ella que se organiza una sociedad, que debe abjurar de cualquier imposición autoritaria.

Vemos así a una Cristina que comienza a deslizarse por la pendiente de sus incoherencias, aunque posea aún ciertos arrestos maníacos; pero la coacción a la que sometió a la sociedad durante muchos años parece haber perdido poder de fuego, porque la gente no sabe cómo salir del ahogo de no poder atender su propia subsistencia.

Podrá llenar otros estadios por un tiempo, pero nada podrá disipar los nubarrones que se ciernen amenazadores sobre un proyecto político que fue tan ineficiente en su ejecución, y la obliga a recostarse en un peronismo devaluado al que siempre despreció, lo que no parece ser una estrategia útil para contener las turbulencias de su “reinado” tambaleante.

Puede comprobarse, eso sí, que se cumple en ella un principio universal que rige la conducta de las personas autoritarias e intolerantes: siempre intentan poner en práctica las doctrinas que su espíritu ha concebido, rechazando cualquier alternativa.

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero

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