Miércoles, 28 Diciembre 2022 13:41

Una ideología rabiosa y oportunista - Por Carlos Berro Madero

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Jean Revel sostiene que hay ideologías que se construyen bajo una triple auto dispensa: Intelectual, práctica y moral. De esta manera, agrega, sus cultores se aferran solamente a los hechos que les son favorables, para impedir que alguien pueda refutarlos.

Son, en síntesis, una suerte de grandes hogueras de creencias mayormente infundadas o basadas en apreciaciones injustificables, que inflaman el espíritu de quienes se cobijan bajo su manto. 

Los recientes vaivenes del eventual desacato del Poder Ejecutivo a la Corte Suprema de Justicia respecto de una sentencia vinculada con la coparticipación de fondos nacionales a la Ciudad de Buenos Aires evidencian el carácter “putinesco” de la cúpula del FPT, que salió a campo traviesa a buscar aliados dentro de su propia tropa, para darle volumen político a una estrategia desesperada.

El “prescindible” Alberto y los gobernadores peronistas y kirchneristas ven la pérdida creciente de su poder, y vociferaron su desacuerdo con la sentencia mencionada, agregando que serían perjudicados al mermar sus propios ingresos en la materia (falso totalmente), alineándose detrás de un proyecto de rechazo que comienza a perder poco a poco el vigor inicial.

En efecto, voces más sensatas del mismo partido, abogados constitucionalistas y gobiernos extranjeros con negocios en la Argentina, les hicieron saber lo que ocurriría de aquí en más respecto de emprendimientos que comenzarían a analizar de manera negativa sus proyectos de inversión en nuestro país, que podrían sufrir los efectos de la misma “ley de la selva” en el futuro en asuntos de su incumbencia.

Ya ha quedado probado que la ideología edificada por el kirchnerismo hasta hoy no ha aportado las soluciones que fueron anunciadas una y otra vez durante años, en los cuales gobernaron mediante la técnica del garrote y la zanahoria alternativamente.

Solo actuó sobre las masas para mantenerlas “activas”, porque es bien sabido que un ideólogo solitario es totalmente inofensivo.

Es llamativa la falta de pudor que tiene para actuar muchas veces de manera opuesta a sus principios, de acuerdo con la conveniencia de cada caso en particular, tratando de proteger un sistema político interpretativo totalmente “atravesado” respecto de las leyes.

De rechazar el fallo “in totum”, a la apuesta de cumplir con él “a su manera”, pasaron pocas horas. Y en estos momentos el gobierno se revuelve en un escenario donde van desapareciendo progresivamente los defensores de su tesis. Entre ellos el silencioso Massa –tan locuaz habitualmente cuando de vender humo se trata-, que es quien debería cargar con las peores consecuencias, por el acceso de rabia de su gobierno respecto de la suerte que correrán desde ahora los fondos detraídos a la Ciudad de Buenos Aires, casi “manu militari”, hace un año y medio.

De lo que no podrán zafar es de las consecuencias que deberán sufrir los “insurgentes” por una mescolanza de estrategias “in crescendo”, que hace pocas horas han movido a AF a recular un par de metros para proponer el pago de la deuda en bonos, lo cual es rechazado de plano por Larreta, a nuestro juicio con bastante razón: los IT31 ofrecidos carecen de mercado y por ende, de liquidez alguna, además de incumplir con los términos explícitos del fallo.

El gobierno sigue malgastando pues las balas que le quedan en su menguada faltriquera, tratando de revertir una pendiente que lo ha lanzado cuesta abajo, mientras mucha gente ruega para que se termine esta pesadilla interminable de quienes se arrojan temerariamente contra una pared de concreto una y otra vez.

Creemos que, si se quedaran sin proyectiles “efectivos” antes de diciembre de 2023, se generará con seguridad un desbarajuste inmanejable para la política nacional de cualquier color.

Sobre todo, porque “en una sociedad de escasez, las necesidades son relativamente universales y permanentes, debido a que ESTÁN ESTRECHAMENTE RELACIONADAS CON LAS FUNCIONES DE LAS TRIPAS” (Alvin Toffler).

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero

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