Miércoles, 25 Enero 2023 11:56

La sabiduría y la fortaleza se alimentan de la memoria - Por Carlos Berro Madero

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Si la mayoría de los argentinos tuviéramos en claro que no debe aspirarse a nada que no corresponda obtener por impericia o falta de preparación, nuestro país cambiaría radicalmente, terminando con las aventuras políticas de quienes se sienten poseídos de cualidades excepcionales y terminan contribuyendo a edificar fracasos resonantes.

Evitaríamos así quedar convertidos en lo que Breyssig llamó alguna vez “pueblos de una perpetua aurora” (sic), que se quedan detenidos sin avanzar hacia ninguna parte. 

Probablemente, los reiterados tropiezos políticos sufridos provengan de allí, porque las apuestas a futuro han estado teñidas invariablemente por el desprejuicio total de quienes nada se exigen a sí mismos y viven convencidos que pueden resolver asuntos que requieren conocimientos apropiados; hasta que finalmente el porvenir “se los traga”.

Todo esto ha sido un problema sin solución de continuidad hasta el día de hoy, porque como decía Ortega y Gasset en su tiempo: “el hombre vulgar, antes dirigido, ha resuelto gobernar al mundo. Esta resolución de adelantarse al primer plano social y político se ha producido en él sin haber madurado el tipo de hombre que representa…tratando de intervenir en todo imponiendo su opinión sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas”.

Por otra parte, las leyes que rigen la representatividad política son insuficientes en cuanto a sus exigencias y en nombre de una supuesta igualdad de derechos para todos, se omite en ellas toda alusión al mérito probado de los distintos postulantes a ejercer cargos públicos.

Merced a ello, las marchas y contramarchas de los gobiernos de los últimos cincuenta o sesenta años, han consistido en la alternancia entre períodos pésimamente “iluminados” por una dirigencia incompetente y su posterior desesperación al comprobar que existen realidades muy complejas que solo se resuelven si se poseen los conocimientos adecuados para dominarlas, renunciando a propuestas descabelladas que terminan provocando explosiones sociales fuera de control.

Porque en su pretensión por demostrar la fortaleza de unas supuestas “convicciones” (¿) suspenden la memoria sin poner en tela de juicio sus opiniones, tratando solamente de ejercer predominio sobre los demás.

Solo así puede explicarse la formulación de políticas públicas que, más allá de preferencias de unos u otros, parecen producto de las determinaciones de un congreso de ignorantes diplomados como tales.

¿Son pícaros bien entrenados que intentan tomarnos por idiotas?

¿O una consecuencia de la actitud de quienes le damos de comer al perro como dice el vulgo?

Para terminar con este flagelo, sería imprescindible recurrir con urgencia a algún tipo de terapia colectiva, similar a la que se somete Christine (Nicole Kidman) la protagonista de la película “Before I go to sleep”, para recobrar su memoria y reconocer a su hijo Adam y su vida pasada, después de haber sufrido un accidente violento y traumático, que mantuvo su cerebro en la más absoluta oscuridad durante muchos años.

Porque la tan mentada grieta conceptual, existe en realidad entre los que seguimos luchando para salir de dicha oscuridad y quienes viven en ella plácidamente.

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero

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