Merced a infinidad de medidas irreflexivas y absurdas han conseguido alejarnos del mundo real, para dejarnos a merced de una supuesta revolución “redistributiva” absurda, que ha terminado sumergiéndonos en la soledad, el abandono y los tentáculos de la miseria.
Las determinaciones de la ciencia económica han quedado subsumidas de tal modo en las telarañas de políticas que arrinconaron el sentido común, dejándolo en las manos intransigentes de quienes no ceden en su incansable lucha por perseguir mezquinos intereses personales.
¿Cuál es el panorama de hoy en algunos aspectos claves?
- a) Vacilantes trascendidos “exploratorios” alimentados por las usinas gubernamentales;
- b) Un “gradualismo” intransigente, pateando hacia adelante los problemas del momento;
- c) Una burocracia “inexorable” que expande sus tentáculos en todo el quehacer nacional;
- d) Un encendido discurso contra la inutilidad del mérito y el esfuerzo;
- e) Torrentes de términos grandilocuentes (“la Argentina que nos merecemos”, “el futuro de nuestros hijos”, “la redención de los pobres”, “volvimos mejores” etc.);
- f) Persecución de una justicia garantista “a la medida de cada quien”;
- g) Total indiferencia de las fuerzas del orden, de brazos caídos frente al narcotráfico y los delitos comunes.
Ante este estado de situación, recordamos las palabras con que Ludwig von Mises trataba de incitar con humor el espíritu de lucha contra un determinado caos económico: “no les amedrente hablar, tengan presente que por erróneo e infundado que sea lo que digan sobre el tema, esto ya habrá sido dicho anteriormente por algún eminente economista” (sic).
Es decir, no todo estará perdido en la medida que tapemos nuestros oídos frente al sonido disonante de la parafernalia cultural a que quiere someternos el kirchnerismo. Y también – duele decirlo-, algunos conspicuos miembros de la oposición.
¿Deberíamos añadir “supuesta”?
El desquicio del sistema monetario que lleva adelante un gobierno que nos impone soluciones insatisfactorias, solo puede mantenerse vigente mientras sigamos aceptando mansamente su estatismo intervencionista -tanto en la teoría como en la práctica-, incapaz de dominar las situaciones que él mismo provoca con sus vaivenes y desvaríos conceptuales.
La inflación crónica y las cargas tributarias ya insoportables están demostrando con claridad que estamos en manos de tecnócratas “científicos” (Alberto dixit), que siguen construyendo la estructura de una supuesta ingeniería social sin pies ni cabeza.
Ha llegado el momento de parar esta locura antes que sea demasiado tarde, comprendiendo al mismo tiempo que las consecuencias de un cambio de rumbo nos obligarán a sufrir algunas penurias personales durante un tiempo prolongado, forzándonos a ajustar el cinturón. Pero que no hay otro modo de salir del entuerto.
Porque ¿cuándo se ha visto que salir de una ciénaga profunda no demande a veces esfuerzos casi sobrehumanos?
¿Esperamos acaso la voz renovada de un Mesías que nos diga como a Lázaro: “levántate y anda”?
Mientras sigamos creyendo que el huevo no necesita de una gallina, estaremos fritos. Debiendo aceptar, además, que la misma no da dichos huevos indefinidamente si no se la somete a cuidados intensivos.
Por ahora, lo que se ve es que el FMI no está tensando la soga al cuello del gobierno, aprobando números de estadísticas oficiales que han sido “disfrazadas”, al atomizar la distribución de gastos que NO cumplen con las estrictas exigencias del crédito en curso.
Quizá vean al peronismo como una salvaguarda de los Estados Unidos para que la izquierda radical no destruya las bases democráticas del continente, siguiendo los fundamentos de la ética de la responsabilidad de Max Weber, que le cabría hoy a un líder mundial en la lucha por la libertad, a fin de evitar un cataclismo regional impredecible.
Sin embargo, nuestra opinión es que el rústico campeón “zurdo” argentino –el kirchnerismo- está “groggy” y debería recibir, sin misericordia alguna, un gancho al hígado de algún contrincante a fin de tumbarlo para siempre. Sin ambages ni vacilaciones. Ya se atenderá después la reconstrucción sobre la base de otros principios auténticamente republicanos.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero