Miércoles, 15 Marzo 2023 13:49

Un gobierno suicida - Por Carlos Berro Madero

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Las tramposas deliberaciones del kirchnerismo han quedado paralizadas ante los nuevos números estadísticos de la economía en cuanto a inflación, tratando de diluir su responsabilidad, a como dé lugar, sobre las consecuencias que ello dejará inevitablemente a partir de los próximos días: la aparición de un “sálvese quien pueda” in crescendo.

Al mismo tiempo, parecen invitar a sus “militontos” a que si piensan suicidarse, decidan matarse recién dentro de un par de semanas, para lo cual comienzan a inventar nuevos relatos de adoctrinamiento, que llevan como característica principal la presencia de un permanente espejo retrovisor. 

Por supuesto, su carrera hacia ninguna parte es presentada exhibiéndose como quienes tienen “a pesar de todo” alguna capacidad de triunfo de cara al futuro, sin importarles un bledo haber manejado el poder casi absoluto desde hace por lo menos quince años, cosechando fracasos en cadena.

Pretenden que sigamos creyendo en su espíritu “milagrero”, sin advertir que la historia política enseña que aquellos que han recabado más intensa y obsesivamente la atención popular de sus contemporáneos, han pasado antes de su muerte por un purgatorio de duración variable, una especie de “puesta entre paréntesis”, como señala Fernando Savater. “Acabado ese período expiatorio, se instalan para siempre en el infierno del puro y simple olvido” (sic).

Cristina y sus secuaces están a “punto de caramelo” para comenzar a purgar su condena, a pesar de su invariable y tenaz conducta litigiosa, pródiga en ironías y escándalos, construyendo un mundo de falacias a las que lograron someternos por mucho tiempo.

En cuanto a sus ideas e intervenciones políticas, se resienten a la vez de todos los excesos y deficiencias que no se atribuyen quienes son auténticos “especialistas en nada”, centrando su poder sobre contradicciones, divagación, irrealidad e individualismo extremo.

Han sido –y son-, como añadiría Savater, unos perfectos “metomentodo”; esos individuos “cuyo vigor e interés estriba precisamente en NO QUERER RESIGNARSE A HACER ALGO COMO ES DEBIDO” (sic).

Hemos vivido con ellos una verdadera coartada expresiva, que ha dejado en claro cuáles han sido (y son) sus afanes principales: ansia de inmortalidad y de conflicto polémico permanente, con el propósito de autoafirmación y regodeo de su propio “yo”.

Quizá haya quienes lean estas reflexiones como disquisiciones excesivamente filosóficas sobre la realidad K, mientras que otros creerán que es demasiada consideración atribuirles una estrategia cuyo montaje les sirvió para fines espurios y rapaces: quedarse con el botín de las recaudaciones del Estado, al que consideraron un apéndice de su “movimiento político” inescrupuloso.

Pero ¿qué otra interpretación puede darse al interminable montaje de corruptelas administrativas y desvaríos conceptuales que aumentaron la pobreza popular hasta niveles estratosféricos?

¿Qué pueden aportar hoy Cristina, Massa, Alberto, Máximo, Larroque, De Pedro, Insaurralde y compañía que no sea otra cosa que un carrusel que con su vértigo de giro nos está devorando a todos por igual?

A buen entendedor, pocas palabras.

Carlos Berro Madero

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